Andrés Oppenheimer
Kristinn Hrafnsson |
El ex contratista de la Agencia de
Seguridad Nacional (NSA) Edward Snowden y sus aliados de Wikileaks merecen
crédito por haber iniciado una muy necesaria campaña para hacer más transparentes
los programas de vigilancia del gobierno de Estados Unidos, pero serían mucho
más creíbles si apuntaran sus críticas a todo el espectro político, incluyendo
a países como China, Cuba y — sí — Ecuador.
Esa es la conclusión a la que llegué
tras entrevistar esta semana al vocero de Wikileaks, Kristinn Hrafnsson, quien
se ha convertido en uno de los principales defensores de Snowden en los medios.
En momentos de escribirse estas líneas, Snowden permanece en el aeropuerto de
Moscú, aparentemente tratando de volar a Cuba y de allí a Ecuador.
Hrafnsson, un ex periodista televisivo
de Islandia, me dijo que las revelaciones de Snowden sobre la forma en que la
NSA vigila llamadas telefónicas y e-mails muestran que el gobierno de Estados
Unidos está haciendo cosas “totalmente contrarias a la idea de la privacidad
que prima en este país”.
Cuando le pregunté sobre la afirmación
del presidente Obama de que el gobierno de Estados Unidos no está escuchando
conversaciones telefónicas privadas, y que sólo se centra en conversaciones de
sospechosos de terrorismo después de recibir autorización de los comités de
supervisión del Congreso y una orden judicial, Hrafnsson respondió que esos
programas de vigilancia están “rodeados de secrecía, y eso no es saludable en
ninguna democracia”.
Cuando le pregunté por la declaración
del Secretario de Estado John Kerry, quien afirmó que se podrían perder vidas a
causa de las filtraciones de Snowden, y por otras afirmaciones según las cuales
los grupos terroristas ya han cambiado sus métodos de comunicaciones a causa de
las filtraciones de Snowden, Hrafnsson dijo que esas afirmaciones son
“propaganda”.
Son los mismos argumentos que empleó
el gobierno de Estados Unidos cuando Wikileaks publicó cientos de miles de
cables del Departamento de Estado hace tres años, y no ha habido ninguna
evidencia de que alguien haya perdido la vida por esas filtraciones, dijo.
¿Qué le diría a sus críticos que dicen
que Wikileaks siempre acusa a los gobiernos de Estados Unidos y a las
democracias europeas, pero jamás critica a estados policiales como China, Cuba
o Corea del Norte?, le pregunté.
“No somos receptores activos de
información, sino receptores pasivos”, respondió, agregando que Wikileaks
publicaría información secreta proveniente de cualquier país.
¿Y qué dice sobre las críticas de que
Wikileaks es culpable de hipocresía política por presentarse como un campeón de
la libre expresión mientras defiende a Ecuador, el país en cuya embajada en
Inglaterra ha pedido asilo Julian Assange, fundador de Wikileaks?, le pregunté.
Justo esta semana, la Sociedad
Interamericana de Prensa (SIP) emitió una declaración diciendo que la nueva ley
de prensa firmada el sábado por el presidente Rafael Correa “oficializa la
mordaza a la prensa”. La nueva ley crea nuevos “delitos mediáticos” y de hecho
da al oficialismo el "poder absoluto para eliminar la libertad de
expresión y la libertad de prensa”, dijo la SIP.
Hrafnsson respondió que “no soy
experto en la nueva ley de medios de Ecuador”. Pero agregó que “la situación
allí no es tan simple como parece en la superficie, y es difícil sacar
conclusiones basadas en standards del mundo occidental".
“No olvidemos que en 2002 un
presidente democráticamente electo de Venezuela fue casi destituido por un
golpe, en el que los medios tradicionales desempeñaron un papel activo”,
aseguró.
Mi opinión: Me alegra que el caso
Snowden y Wikileaks hayan generado un debate que puede llevar a que los
programas de vigilancia del gobierno de Estados Unidos sean más transparentes.
Aunque es cierto que hay comités
legislativos bipartidistas que monitorean estos programas y jueces que deben
firmar órdenes para escuchas telefónicas ─ algo que no ocurre en otros países ─
estas agencias de inteligencia han tenido un cheque en blanco para hacer lo que
quieran. Eso, tal como dice acertadamente Hrafnsson, no es bueno para ninguna
democracia.
Pero se me hace difícil apoyar
plenamente a Snowden o a Wikileaks cuando siempre apuntan sus criticas contra
las sociedades libres, y evitan criticar a los países que más violan las
libertades individuales. Serían mucho más creíbles si dijeran: “Sí, es cierto,
China, Cuba y Ecuador son peores, pero no podemos criticarlos porque nos dan
asilo”.
Wikileaks ha estado intentando
establecerse como un grupo responsable de la defensa de los derechos
universales, como Human Rights Watch o Amnistía Internacional. Pero mientras
estos últimos denuncian por igual abusos cometidos por los gobiernos de Estados
Unidos, Rusia, China y Cuba, entre otros, Wikileaks no lo hace.
Lo bueno del caso Snowden y de
Wikileaks es que están empujando a Washington a ser más transparente. Lo malo
es que no lo están haciendo con otros gobiernos que son aún peores.
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