Guillermo Descalzi. EL NUEVO HERALD
La seguridad ciudadana
requiere una efectiva regulación de armas. Es hora de abandonar la defensa
automática de todo armamento y aditamento que aumente su ritmo y capacidad de
tiro. Es hora de defender a las víctimas futuras. Es hora de protegernos de gente
que descarga su desequilibrio, furia o lo que sea, sobre inocentes que ni
sospechan que la muerte los acecha. Es hora de moldear para hoy un derecho
formulado en el siglo XVIII, cuando recargar cualquier arma con pólvora,
fulminante y plomo necesitaba todo un minuto. Hoy podemos disparar cien balas
en menos de sesenta segundos, y sobrará tiempo para recargar antes de cumplido
el minuto entero. Este no es el Estados Unidos de la revolución, con padres de
la patria que poseían esclavos y mujeres relegadas a servirlos para presentarse
limpios y arreglados en la sociedad de entonces. Ese mundo ya no existe. Hoy
las armas en manos ciudadanas son muchas veces contraproducentes en defensa de
la vida y la libertad.
Rush Limbaugh salió,
tres horas después de las muertes de los niños en Connecticut, advirtiendo a
grito pelado que la Casa Blanca aprovecharía el pánico para quitarnos nuestras
armas y suprimir nuestra democracia y libertad. Aprovecha la muerte de
inocentes para levantar a la población contra un gobierno que él detesta. Solo
el respeto a la libertad de expresión les permite, a él y otros como él, sus
descargas diarias de odio disfrazado de patriotismo. ¿Y el respeto a la vida?
Hay que hacer algo cuando la libertad de expresión y la segunda enmienda se cruzan
con el respeto a la vida. El tema es constitucional, y el tribunal supremo
necesita actuar. La Casa Blanca debe presentar mociones que exijan su dictamen.
Obama ha ganado su
segundo período y esto le quita trabas y consideraciones que tuvo que observar
para no provocar a la extrema derecha en su reelección. El mismo día de la
tragedia, alrededor de la misma hora en que Limbaugh nos daba su escupitajo
diario, Obama se presentó, con ojos lagrimosos y palabras entrecortadas, en la
sala de prensa. “We’re going to have to come together and take meaningful action to prevent
more tragedies like this, regardless of the politics”. Necesitaremos actuar juntos, dijo, sin
consideraciones políticas, con medidas significativas que eviten la repetición
de tragedias como esta. Las palabras claves, “sin consideraciones políticas”,
han sido totalmente ignoradas en el pasado por temor a la acción de un grupo
específico, la Asociación Nacional del Rifle.
En la segunda
enmienda, aprobada en 1791, está claramente escrita la palabra ‘regulada’. “Siendo
necesaria una milicia bien regulada para la seguridad de un estado libre, el
derecho del pueblo a tener y portar armas no será violado”. No violado en
ningún momento significa no regulado. En ningún lugar se garantiza ese derecho
sin regulación. La Asociación Nacional del Rifle rechaza esto con una falacia
sobre la que ha montado un engaño nacional, que necesitamos armas para evitar
un estado totalitario. También las necesitamos, según Limbaugh y otros, para
mantener a raya el socialismo comunistoide, estatizante y controlador de Obama.
La Asociación intimida
a nuestros políticos. Daña al país con su influencia, y lo mismo hacen Limbaugh
y compañía. Es pasmosa la inhabilidad de nuestros legisladores, cortes y
juristas ante argumentos de gentes e instituciones claramente desquiciadas.
Oponerse a la regulación de armas en base a peligros ficticios, mientras matan
inocentes, es cuando menos inmoral y cuando más, criminal. Limbaugh, la
Asociación Nacional del Rifle y la ultraderecha se burlan de todos cuando
sostienen que las armas son para defendernos del gobierno. Nuestro gobierno no
necesita desarmarnos para imponer una dictadura. Lo último en tecnología y
ciencia hacen de las armas de percusión algo primitivo e inútil en defensa de la
libertad y la privacidad.
Estamos en una nueva
era en que la intromisión del estado puede ejecutarse mediante nano espías
robóticos equipados con cámaras, detectores de todo tipo y micrófonos de largo
alcance, por aire, mar o tierra. El gobierno tiene plantaciones electrónicas
dedicadas a interceptar todo tipo de comunicaciones. El espíritu de la segunda
enmienda no radica más en la tenencia, regulada o no, de armas de fuego. Hoy,
para defender la libertad y la privacidad, se necesitan las armas de hoy. Son
tecnología y ciencia, jurisprudencia y cultura, industria y finanzas, banca y
mercados, valores y creencias. Esas son las armas de la libertad en el
presente. Las de ayer no sirven más. Hay que regularlas, y las más letales hay
que desaparecerlas. Se necesita enjuiciar a los responsables de la mentira con
la que nos acobardan. Tienen la sangre de inocentes en sus manos. La FCC y el
Departamento de Justicia necesitan encausarlos para quitarles su veneno. Basta
ya de defender lo indefendible.
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