Pedro Caviedes. EL NUEVO HERALD
En el último episodio de la más
reciente temporada de la serie de televisión The Newsroom, que sucede en la
noche de las elecciones presidenciales pasadas, una de las presentadoras le
pregunta al protagonista, Will McAvoy, si él dice ser republicano para que de
esa manera pueda reclamar credibilidad cuando ataque al GOP. A lo que McAvoy
responde (traduzco): “No, me considero
republicano porque lo soy. Yo creo en las soluciones del mercado, las realidades
de sentido común y la necesidad de defendernos de un mundo peligroso, y eso es
más o menos todo. El problema es que ahora tengo que ser homofóbico. Tengo que
contar el número de veces que la gente va a la iglesia. Tengo que negar los
hechos y creer que la investigación científica es una gran estafa. Tengo que
pensar que a la gente pobre se le está ofreciendo un dulce aventón. Y tengo que
tener un complejo de inferioridad tan pasmoso, que tengo que temer a la
educación y al intelecto… en pleno siglo XXI. Pero sobre todo, el más grande de
los nuevos requisitos, en realidad el único requisito, es que debo odiar a los
demócratas. Y tengo que odiar a Chris Christie por no escupirle en la cara al
presidente en el momento que descendió del Air Force One (cuando el huracán
Sandy). El sistema de dos partidos es
crucial para toda la operación. Hay honor en ser la oposición leal”.
Esta semana después del show montado
por el senador Ted Cruz, que se paró a hablar por veintiún horas seguidas en
contra de la ley de reforma de la salud, y de ver la impotencia de algunos
senadores de su partido menos radicales que él, intentando detenerlo, y de ver
cómo en la Cámara de Representantes, la semana pasada, se les ocurrió que la
única forma de que haya una ley de presupuesto es quitándole los fondos a la
ley de salud, y de escuchar cómo otros contestaron que hay que aprobar un
presupuesto, pero solo para sacarlo en la discusión del techo de la deuda, y de
ver como se hunde bajo el fango de tanta trama y palabrería la reforma
migratoria, y de ver cómo pasan una ley para acabar con uno de los programas
más exitosos como lo es el de los sellos de alimentos que tanta ayuda han
traído en la tragedia de esta crisis de la gran recesión a miles de familias, y
de ver cómo continúan simplemente odiando y oponiéndose a toda iniciativa que
parta de la mente del presidente Obama, se me ocurre que ha llegado el momento
de que un ala de un partido, el Tea Party, se convierta en un tercero, a ver si
de alguna manera se recupera el orden de esta democracia estancada en pleno
Capitolio Nacional.
Quizá a McAvoy, regresando a la serie,
le faltó decir que también se debe ser anti inmigración y hasta pensar que
todos los latinos y los afroamericanos, son una pandilla de flojos y mafiosos
pistoleros que están destruyendo a su país, como dicen muchos de los
presentadores nefastos de Fox News, la cadena que es la mayor plataforma de
publicidad de ese nuevo partido que se ha tomado a otro partido.
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