Fernando Mires. Blog POLIS
No hay nadie en
estos momentos más criticado por la prensa mundial que Barack Obama. No solo
por quienes profesan la religión antimperialista. Ni por pacifistas. A ellos se
han sumado mariscales de escritorio. Unos opinan que Obama actúa de modo
precipitado. Otros, demasiado tarde. Como si las intervenciones militares
debieran tener lugar en un día preciso del calendario.
No faltan
tampoco quienes acusan a Obama de recaer en el "bushismo". Hay
también quienes lo tratan de inconsecuente. ¿No ayudará esta vez a los mismos
que intentaron convertir el gobierno de Morsi en una dictadura, o a los mismos
a quienes Francia derrotó en Mali?
Algunas de esas
críticas, no se puede negar, están bien fundamentadas.
Y sin embargo,
si no pensamos que Obama enloqueció, hemos de deducir que además de sancionar
el empleo de armas químicas hay razones poderosas que inducen a EE UU a
recurrir a la lógica militar en el espacio sirio.
Barajando
naipes, solo queda una alternativa. Los enemigos fundamentales de Obama no
están en Siria. Estos no son otros sino los aliados de Asad: Irán por un lado,
Rusia por otro. En otras palabras, al intervenir, EE UU intentará desbaratar la
alianza establecida entre Irán, Rusia y Siria. Un eje que conlleva la promesa
de grandes desestabilizaciones, no solo en el Oriente Medio.
La alianza entre
Irán y Siria es un problema menor. En los EE UU saben que a partir del cambio
de gobierno en Irán se abren posibilidades de renegociación sobre el tema
atómico. Pero distinto ─ aquí está el problema ─ será conversar con un gobierno
aislado del contexto internacional que con uno respaldado por la segunda
potencia militar del planeta: Rusia.
Solo podemos
concluir entonces en que el problema sirio es, en última instancia, el
problema ruso. Eso quiere decir que Obama no enfrentará en Siria a un
enemigo local sino, indirectamente, a uno internacional.
¿Se repite
entonces la lógica de la Guerra Fría? En parte sí. Así como en Vietnam la
guerra de los EE UU no fue en contra de los vietnamitas sino en contra de la
URSS, pero en suelo vietnamita y con muertos vietnamitas, el ataque a Siria
será ─ digámoslo claro ─ una advertencia a las pretensiones rusas en el Oriente
Medio. Siempre y cuando los argumentos “drónicos” de Obama no logren convencer
a Putin de la conveniencia de abandonar sus “sueños sirios”.
Obama ha
reiterado que su gobierno está dispuesto a aceptar la realidad de un mundo
multipolar dentro del cual los EE UU serán una entre otras naciones
hegemónicas. Pero también Obama ha dejado claro que los EE UU no están
dispuestos a aceptar proyectos expansionistas de otras naciones si estos
amenazan sus zonas de influencia, o las de sus aliados. Con China no hay en ese
sentido ningún problema.
El expansionismo
chino es económico. China no reclama zonas de ejercicio hegemónico más allá de
las que mantiene en el sudeste y en el sur asiático. El de Rusia en cambio
continúa siendo el proyecto de ese imperialismo clásico de tipo militar que
primaba durante la guerra fría.
Rusia no se
conforma con ser potencia euroasiática ─ lugar que le reconocen los EE UU desde
Kissinger ─ e intenta, por lo mismo, recuperar una parte del espacio islámico
que ocupó la URSS en el pasado. No olvidemos que Gadafi, Husein, Asad padre, y
otros, eran miembros periféricos del imperio soviético. Putin, en el mismo
sentido, proyecta convertir Siria en un bastión militar ruso y a Asad en un
dictador clientelístico como Lucashenko en Bielorusia. Pero esta vez enclavado
en el corazón de la zona islámica. Algo que EE UU no puede, y Europa no
debería, aceptar.
Ahora bien, el
lugar hegemónico deseado por Rusia en el Oriente Medio tampoco es aceptado por
la mayoría de los gobiernos árabes. En ese punto hasta los generales egipcios
están de acuerdo. Turquía ─ hay muchas razones históricas ─ tampoco quiere a
Putin demasiado cerca. En París y Londres la presencia de Rusia en el Oriente
Medio es vista como peligro real. Y los EE UU, como toda gran potencia, no
quieren perder influencias en la región, muchas de ellas conquistadas
recientemente al haber apoyado a las rebeliones que tuvieron lugar en Libia,
Túnez y en el propio Egipto.
Mucho menos
ahora, cuando las relaciones entre EE UU y la mayoría de los gobiernos árabes
han llegado a ser mejores que nunca.
Obama frente al
mundo islámico tiene entonces dos alternativas. La primera ─ la de Bush ─ es la
de combatirlo, alimentando así el anti-occidentalismo entre las fracciones
radicales del Islam. Los resultados de esa política fueron desastrosos para los
EE UU. Irak, por ejemplo, fue convertido por Bush en lo que nunca fue durante
Husein: un campo de operaciones del terrorismo suní.
La segunda
alternativa ─ la de Obama ─ es tender una mano al mundo islámico. Con ello no
se van a extinguir las corrientes teocráticas, pero la minimización de algunas
tensiones puede ayudar a que aparezcan tendencias republicanas islámicas como
las que representa el partido Nur (Luz) en Egipto y así ir aislando
políticamente al terrorismo. En el peor de los casos Obama está intentando
convertir un enemigo absoluto en uno relativo.
El golpe militar
en Egipto fue un retroceso para el proyecto Obama. El desgraciado apoyo verbal
de Kerry a los golpistas hizo revivir los peores resentimientos
anti-occidentales entre la población islámica egipcia. En Siria, Obama
intentará enmendar el rumbo. Si actúa en contra de la dictadura, los rebeldes,
creyentes o no, depondrán parte de sus odios a los EE UU. O por lo menos
entenderán que entre tenerlos como enemigos o como un lejano aliado, la segunda
opción es mejor.
Si una alianza
táctica entre parte del Islam y los EE UU llegara a ser posible, Putin vería
cerrada las puertas para revivir el antiguo sueño de Stalin. Y bien; ese es el
objetivo inmediato de Obama en Siria. En cualquier caso la historia de Bush en
Irak no se repetirá. Por una parte, la de Siria será una acción muy limitada.
Por otra, en Irak no había guerra civil, EE UU no tenía ahí aliados y a Bush no
lo llamó nadie desde Bagdad.
Muy distinto en Siria. Por primera vez en la
historia de las relaciones entre el Oriente Medio con los EE UU, una
organización política árabe con mayoría islámica, la "Fuerza de la
Rebelión y la Oposición Siria" (CNFROS), se ha dirigido directamente al
Congreso norteamericano solicitando ayuda militar (1 de Septiembre de 2013).
El gran sentido histórico de ese llamado pasó, como suele suceder, inadvertido
a los comentaristas especializados. Al igual que Putin, muchos de ellos siguen
viviendo en los tiempos de la Guerra Fría.
Cerrar el paso a las aventuras de Putin en
Oriente Medio y desarticular el eje Rusia-Siria-Irán es el objetivo inmediato
que persigue Obama. Crear un espacio de coexistencia pacífica entre el Occidente
Político y el Medio Oriente Religioso es un proyecto más lejano. Pero lo uno
pasa por lo otro.
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