Mario J.
Viera
De
España tengo una gran parte. De España eran mis abuelos paternos; de España
tengo el idioma, tengo las tradiciones. En España vive una hija mía y su hijo.
¿Por qué no voy a amar a España?
De
Cuba lo tengo todo. Por mis venas corre sangre mambisa. Un tío abuelo mío
alcanzó los grados de Coronel del Ejército Libertador. Mi abuela cosió ropas
para los mambises y compartió en sus campamentos. Vio cargas al machete y el
pánico que se apoderaba de los quintos españoles cuando escuchaban el Toque a
degüello y sus gritos de “La lata, la lata” para referirse al machete empuñado
por los jinetes guajiros que casi en harapos se arrojaban sobre ellos.
Contra
Cuba independiente se levantaban los integristas peninsulares, los que formaban
en las paramilitares fuerzas de Voluntarios, los que lucraban con los caudales
de la colonia, toda la lacra y el estiércol proveniente de los bajos fondos de
España. Pero hay que decirlo, muchos españoles se pronunciaban a favor de la independencia
de Cuba, no por odio a su tierra, sino por amor a la justicia.
En
carta a Gonzalo de Quesada de julio de 1892, José Martí le manifiesta al amigo
la emoción que le causara el apoyo que españoles residentes en Tampa le daban a
la independencia cubana: “No creo que le
he dicho la emoción grandiosa del último día de Tampa, cuando ante el Liceo
desbordado, que se echó a la calle para oírnos, pasó la procesión de españoles,
cientos de españoles, que se declaraban por la independencia de Cuba”.
Y
este mismo José Martí, hijo de españoles, sentía orgullo de su origen. A su
madre le escribe con fecha 15 de mayo de 1894: “¿Y de quién aprendí yo mi entereza y mi rebeldía, o de quién pude
heredarlas, sino de mi padre y de mi madre?” Antes había planteado la diferencia
que se abría entre los peninsulares honrados y el gobierno despótico de España.
Así, en Patria del 14 de marzo de 1892 dijo: “No es el nacimiento en la tierra de España lo que abomina en el español
el antillano oprimido; sino la ocupación agresiva e insolente del país donde
amarga y atrofia la vida de sus propios hijos (…) La guerra no es contra el español sino contra la codicia e incapacidad
de España. Y rememora: “…un español
ilustre murió por Cuba en el patíbulo: los españoles han muerto en la guerra al
lado de los cubanos”.
No
todos los españoles eran integristas; no todos se decidían por la autonomía y
muchos pelearon por Cuba Libre. Y esto lo reconoce Martí en el discurso que se
conoce como “Las Reservas de la Patria”:
“¡Jamás echaremos de nuestro lado, antes
llamaremos con la voz honrada y los brazos de par en par abiertos, al hijo de
España que nos ayude a reedificar el pueblo que sus compatriotas destruyen:
porque no ha de ser en esa fortuna menos Cuba que los demás pueblos de América,
donde el español no vio la libertad con ojos tibios, ni hemos de olvidar que si
españoles fueron los que nos sentenciaron a muerte, españoles son los que nos
han dado la vida!”
Los
próceres del 68 que admiraban la democracia y las libertades vigentes en los Estados
Unidos tuvieron veleidades anexionistas. Era mejor unir la suerte de Cuba a la
Unión americana que continuar bajo el despotismo español y la corrupción de las
autoridades coloniales. Pero el doble estándar de los gobiernos americanos que,
o se manifestaban a favor del dominio español
o bajo cuerda intentaban comprar la isla, enfrió el entusiasmo
anexionista entre las filas de insurgentes.
El
bando de Blas de Villate conde de Balmaceda,
con sus crueles medidas punitivas de tierra quemada hizo que la insurrección se
radicalizara para llegar a ser, con los hermanos Antonio y José Maceo, Máximo
Gómez, Vicente García, Calixto García, Guillermo Moncada. un poderoso
movimiento independentista. Las contradicciones presentes entre la Cámara y el
ejército, junto al fuerte sentimiento regionalista, más el desgaste de una
larga y sangrienta guerra donde los mambises tuvieron que enfrentar a uno de
los ejércitos más poderosos de la época provocó el armisticio que se conocería
como Pacto del Zanjón.
Pero
la mayoría de los oficiales mambises nunca renunciaron al intento independista;
solo algunos se apartaron del camino independentistas por la frustración
sufrida, por la falta de fe en el impulso emancipador y se decidieron por otras
vías a favor de un mayor respeto por los derechos civiles de los cubanos y se
afiliaron a una idea que de por su misma concesión estaría condenada al
fracaso: el autonomismo. Así lo vio el general Camilo Polavieja en 1892 siendo
Capitán General de la Isla de Cuba: “En
las postrimerías de la guerra de los diez años, convencidos los criollos de
mayor entendimiento de que no habían de lograr por las armas el triunfo de sus
ideales, comenzaron a pensar que lo que no conseguían por la revolución, lo
podrían obtener por la evolución, y a esto debióse luego que dicha guerra
terminó por la paz del Zanjón, la formación del Partido Autonomista, en el cual
entraron algunos hombres de valer intelectual que, de buena fe, creyeron que el
régimen autonómico, tal cual existe en algunas posesiones inglesas, era
apropiado para la Isla de Cuba”.
Otros,
ajenos al nacionalismo insurreccional cubano, se alinearon dentro del campo
autonomista buscando una atmósfera propicia para el desarrollo de los negocios;
se trataba de un patriotismo de barriga y de perdedores. Algunos dentro del campo autonomista vieron
en la autonomía un proceso de transición pacífica hacia la independencia de
Cuba, entre ellos el fundador y presidente del Partido Liberal Autonomista, José
María Gálvez.
Gálvez,
en la Junta Central del Partido Autonomista de 13 de diciembre de 1881
expresaba: “De buena fe abandoné la idea
de independencia al pie de la bandera autonómica. Nuestro empeño es atraer
partidarios al campo de la autonomía (…) La colonia no es estado independiente.
La independencia vendrá, sea cual fuere el camino”.
Coincidió
con este punto de vista el general Polavieja, al decir: "El Partido Autonomista nació respondiendo a
la necesidad de crear en el orden político un organismo intermedio entre
separatistas e integristas, una agrupación que, sin herir de una manera
profunda en lo esencial la doctrina de estos, o sea, el mantenimiento de la
integridad del territorio, alentase la esperanza de los separatistas
haciéndoles confiar en que lograrían por la evolución lo que no habían podido
conseguir por la revolución; y hay que reconocer que hubiera sido expuesto e
impolítico matar de una vez las esperanzas de los que durante largos años
habían luchado por la independencia..." (Citado por Francisco Pérez
Guzmán y Rodolfo Sarracino, La Guerra
Chiquita. Una experiencia necesaria, Editorial Letras Cubanas, La Habana,
1982, pp. 253 y 254).
Según
Marta Bizcarrondo en El Autonomismo cubano
1878-1898: Las ideas y los hechos: “Muchos
notables de la insurrección juzgaron, como el líder del movimiento, José María
Gálvez, que resultaba imposible vencer la resistencia militar española y que
además, tras el levantamiento patriótico, se encerraba el riesgo
revolucionario. Otros patriotas creyeron imprescindible buscar refugio dentro
de un partido que buscase la libertad de la Isla dentro de la ley”.
Refiriéndose
a las diferencias que existían entre el autonomismo y el independentismo, Miguel
Ángel Varona Guerrero, quien en la Guerra del 95 alcanzó los grados de
comandante bajo las órdenes de Máximo Gómez, dijo en su “La Guerra de
Independencia de Cuba: 1895-1898”: “Estaban
los dos bandos cubanos frente a España y no obstante, combatíanse los dos y
halagándose los dos y convencidos los dos de su recíproca necesidad. Y es que
siempre hubo una estrecha correlación entre los autonomistas y los separatistas
(...) Lo que ellos (los
autonomistas) querían, a nosotros no nos
parecía mal; pero nos diferenciábamos esencialmente en que mientras ellos
estaban esperanzados en conseguirlo, nosotros teníamos la convicción de que no
habrían de obtenerlo”.
Y
José Martí dice en su artículo Política
Insuficiente, publicado en Patria, 14 de enero de 1893: “Cubanos son los que, con fe rara en quienes
no parecen tenerla en su suelo nativo, piden desde hace catorce años a España,
bajo el nombre de partido autonomista, una libertad cuyas migajas urbanas,
triste alimento de canario preso, son polvo y nonada ante los aprestos
militares, hoy más que nunca activos, bajo cuyo peso mortal zozobra la isla…”
Como
hoy, los autonomistas del siglo XIX eran solo un partido de cuatro gatos;
aunque cuatro gatos de buen discurso y hermosa retórica “mal aprovechados por
unos cuantos políticos incompletos” como acertadamente calificara el Apóstol de
la Independencia cubana.
Así
lo dice Martí en carta dirigida a Gerardo Castellanos con fecha 4 de agosto de
1892: “… no maltrataremos, ni
excluiremos, a los autonomistas que quieran venir a nuestro campo, y a quienes
miramos ya, y hemos mirado, como soldados de la independencia, mal aprovechados
por unos cuantos políticos incompletos, desconocedores de las fuerzas prácticas
y problemas verdaderos de la Isla, y más amigos de la autoridad fácil e
intrigante que del sacrificio necesario”.
Uno
de los autonomistas de mayor tinte por su cultura y magnífica prosa, Rafael
Montoro, destacó este aspecto dentro del anémico partido autonomista: “Andando el tiempo sufrió la Junta
importantes desprendimientos, retirándose de ella algunos de sus miembros de
reconocido valor para adherirse al movimiento revolucionario, como por ejemplo
los señores Diego Tamayo y Carlos de Zaldo, pero la mayoría de los jefes del
Partido se mantuvo fiel al programa del mismo” (Rafael Montoro, “Historia del Partido Autonomista”, cit.
apartado XXVIII. Citado por Bizcarrondo)
En
1896 desesperado por los avances mambises, Cánovas del Castillo destituye al
general Martínez Campos y en su lugar nombra a Valeriano Weyler al frente de la
Capitanía General. Para frenar la insurrección Weyler dictó su conocido Bando
de Weyler que imponía la reconcentración de la población rural de occidente: “Todos los habitantes de las zonas rurales o
de las áreas exteriores a la línea de ciudades fortificadas, serán concentrados
dentro de las ciudades ocupadas por las tropas en el plazo de ocho días. Todo
aquel que desobedezca esta orden o que sea encontrado fuera de las zonas
prescritas, será considerado rebelde y juzgado como tal. 2. Queda absolutamente
prohibido, sin permiso de la autoridad militar del punto de partida, sacar
productos alimenticios de las ciudades y trasladarlos a otras, por mar o por
tierra. Los violadores de estas normas serán juzgados y condenados en calidad
de colaboradores de los rebeldes. 3. Se ordena a los propietarios de cabezas de
ganado que las conduzcan a las ciudades o sus alrededores, donde pueden recibir
la protección adecuada”.
El
Bando ocasionó la muerte de entre 300 mil a 400 mil campesinos. Ante el hecho
criminal del gobernador general de la colonia, el Partido Liberal Autónomo no
levantó su voz de condena; por eso el odio que despertaron entre la población cubana al
concluir la guerra hispano-cubano-americana.
Ferrán
Núñez en su blog cita lo siguiente: “Así
el hecho de que entre el convenio del Zanjón y el grito de Baire existiese una
fuerza política, el Partido Liberal Autonomista, que concentraba los mayores
apoyos de los insulares blancos, viene a perturbar las visiones propias de un
nacionalismo reduccionista. A fin de cuentas... ¡los autonomistas, a las
guásimas!, es decir, hay que ahorcar a los autonomistas, fue un grito popular
al terminar la guerra en 1898”.
Sin
embargo a los autonomistas no les dieron guásimas y muchos de ellos participaron
dentro de algunos de los gobiernos republicanos como es el caso de Rafael
Montoro que llegó a ocupar la Secretaría de Estado bajo la presidencia de Mario
García Menocal.
Lamentablemente
el espacio es limitado y no puedo seguir ahondando en el tema de la fracasada y
frustrada autonomía cubana.
Para
concluir, me referiré brevemente a un comentario de Adalberto Ranssell-Levis un
cubano-judío- español, nacido en Sagua La Grande y supuestamente “exiliado” en
España. Cuando dijo: “Si los cubanos
tuviéramos el coraje y la inteligencia de unirnos a Europa previa unión a
España nos habremos movido de la periferia al centro del poder”.
No
es signo de coraje ni de inteligencia el pretender ligar nuestros destinos como
provincia, por muy autónoma que sea, de una potencia de tercer orden como es
España ─ me duele mucho tener que decir esto de la Madre Patria ─ donde existe
un descomunal índice de desempleo que ha venido creciendo sostenidamente desde
el 2011, cuando el desempleo alcanzó el 23,30% de la fuerza laboral, llegando
en el 2012 al 26,20% para terminar en el
presente año la cifra del 26,30% donde para los menores de 25 años el paro es
de 56,10%. (Fuente:www.datosmacro.com/paro/espana)
El
coraje está en formar un fuerte movimiento de resistencia pacífica que saque
del poder a los generales del Partido Comunista y decidirse luego a buscar de
modo independiente políticamente el desarrollo social y económico del país con
la inteligencia de firmar Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos y Europa
y guiarnos por una acertada y pragmática política económica sin necesidad de
ponernos muletas ajenas.
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