Luis Cino Álvarez. CUBANET
Conocí a Oscar Espinosa Chepe en el
año 2002, en casa del poeta y periodista independiente Ricardo González
Alfonso, un sitio idóneo para entablar amistades buenas y duraderas.
Entre sueños y sobresaltos,
trabajábamos en la revista De Cuba. Recuerdo que la primera colaboración que
Chepe nos envió para la revista se titulaba “Esplendor y ocaso del azúcar en
Cuba”. Unos meses después, Chepe fue
uno de los 75 presos de la ola represiva de la primavera de 2003.
En contraste con sus artículos sobre
economía, que siempre me ha parecido un
tema bastante árido y difícil, conversar con Chepe resultaba muy ameno. Incluso
cuando hablaba de economía. Uno nunca se
quedaba con dudas sobre el asunto que se discutiera, por muy complejo que fuese
y muchas cifras que implicara.
Chepe solía referir episodios de
cuando muy joven, en su natal Cienfuegos, se enroló en la lucha contra la
dictadura de Batista; o cuando por atreverse a contradecir los disparates
antieconómicos del Máximo Líder, le impusieron como castigo recoger guano de
murciélago en una cueva y contrajo una infección que casi le cuesta la vida.
Fue ahí donde empezaron sus
desencantos con la revolución por la que un día estuvo dispuesto a ofrendar la
vida. Pero Chepe refería su desencanto sin rencores. Ni siquiera la cárcel
logró cambiar su carácter de hombre noble y generoso. Como diría el poeta: “En
el mejor sentido de la palabra, bueno.”
Pero lo mejor era cuando Chepe contaba
anécdotas de sus viajes por los países
socialistas de Europa Oriental. Especialmente de Yugoslavia. Gracias a Chepe y a su esposa Miriam Leiva,
buenos conocedores del tema donde los hubiese, logré comprender, más allá de
las interesadas manipulaciones del periódico Granma, los entresijos de los conflictos entre
serbios, bosnios, croatas y kosovares y la desintegración de aquella cárcel de naciones creada artificialmente por
el mariscal Tito.
Me place evocar a Chepe, amable, buen
conversador, amante de los perros y la música de Sinatra, en la sala abarrotada
de libros de su pequeñísimo apartamento en Playa. Siempre lo recordaré así.
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