Mario
J. Viera
Acabo de leer el artículo de opinión
que bajo el título de “Preguntas
a los protagonistas del cambio cubano”
y de la firma cuasi anónima de JRVP acaba de ser publicado en Cubanet.
En este artículo su autor plantea
varias interrogantes. La primera: “¿cómo
es que a pesar de pretender actuar en función y nombre del bienestar nacional,
los actores principales de la oposición cubana ya no hayan logrado un acuerdo estratégico y público de
colaboración y unión con respecto a la lucha y la transición?” Su
segunda pregunta, es: “¿Cómo es que en
lugar de preparar la Nación para un futuro cada día más cercano, nos quedamos peleando como politiqueros absurdos para
obtener recursos de Miami o aparecer en periódicos que ningún cubano de la isla
podrá leer?”. La tercera interrogante, no menor en importancia que las
dos anteriores, plantea: “¿No deberíamos
actuar como combatientes ordenados y disciplinados, unidos bajo de la bandera ─ no de un partido, ni de un individuo ─,
sino de esa Nación entera por la que pretendemos estar listos a
sacrificarnos?”
Pienso que de modo más o menos
parecido, también me he hecho las mismas preguntas, sin embargo las respuestas
no son fáciles y creo que para intentar una respuesta coherente se requeriría
algo más que, no digamos un artículo de opinión, un ensayo o una monografía
sustentada con fuentes y referencias documentales, y hasta enriquecida con supuestos
sociológicos y hasta psico-sociales.
Tal vez, más fáciles de responder son
el resto de sus interrogantes.
Bajo el supuesto del éxito de la
resistencia pacífica, el casi anónimo autor nos pregunta: “¿quién se encargaría de la transición? ¿Bajo cuál Constitución? ¿Por
cuánto tiempo? ¿Con qué legitimidad? ¿Proponiendo cuáles soluciones a los
innumerables y complejos problemas económicos y sociales que enfrentan en sus
vidas todos los días los cubanos de a pie?”. Luego, si somos capaces de
responder acertadamente a esta andanada de interrogantes, se nos propone
responder otra impactante pregunta: “¿cómo
convencer plenamente a una mayoría de cubanos, atemorizados, hambrientos y
políticamente desmovilizados?” y
esta es quizá la más importante de las por JRVP formuladas.
A continuación JRVP nos formula un
lineamiento de soluciones interesantes a los conflictos antes enumerados en sus
interrogantes. Considero que sus propuestas son válidas y merecen ser tomadas
en cuenta; sin embargo hay otras preguntas que debiéramos plantearnos, todos
nosotros, actores de primera línea o actores de la retaguardia opositora, el
exilio.
La primera: ¿Por qué el exilio, sin el
acoso de la Seguridad del Estado y del peligro de los topos, no ha sido capaz
de encontrar un lenguaje común y decidirse a conformar un poderoso frente
unitario? Debe haber una respuesta lógicamente argumentada para explicar esta
aguda falta de concierto. No pretendo darla. Dejo abierta la interrogante, para
que pensemos y nos preguntemos: ¿Son más importantes los intereses de parcela
que cada uno de nosotros poseemos como para no posponerlos en bien del futuro y
de la estructuración de una estrategia común dirigida al derrocamiento de la
dictadura?
Algunas organizaciones del exilio
actúan politiqueramente con respecto a su “colaboración” con la resistencia
interna buscando solo el control de grupos opositores o disidentes al interior
de la isla o pretendiendo dictarles estrategias fáciles de concebir desde la
comodidad del exilio. Se olvida que el exilio debe ser la retaguardia segura de
la resistencia interna, la que le ofrezca apoyo logístico expresado en apoyo
moral y material y realizar una ofensiva diplomática bien ordenada a nivel
internacional que contrarreste la actividad diplomática del régimen.
Pavonearnos con títulos de
anticastristas definidos y resaltar nuestras credenciales no es lo que
corresponde en los actuales momentos. Estamos en guerra. Una guerra que no se
decide por medio de las armas, sino por las ideas; pero guerra en fin y para conducir
la guerra a la victoria se requiere estructurarnos como un ejército:
Disciplina, actuación coordinada, y una estrategia concebida por un Estado
Mayor Conjunto. Actuar como un ejército
regular y no como guerrilleros.
Basemos nuestro accionar en aquel consejo
que diera el Nazareno a sus discípulos: ¡Seamos
mansos como las palomas y astutos como las serpientes! Sepamos elegir los
aliados porque no siempre es cierto que el enemigo de mis enemigos es mi
aliado. Elaboremos un programa de transición consensuado ─ exilio-oposición
interna ─, breve, con quizás diez puntos, pero sin influencias ideológicas sino
de carácter pragmático, sencillo, comprensible para todos. Un programa que
proponga las “soluciones a los
innumerables y complejos problemas económicos y sociales que enfrentan en sus
vidas todos los días los cubanos de a pie”.
No tenemos necesidad de inventar
nuevos textos constitucionales para presidir la transición. Tenemos la
Constitución de 1940, la Constitución que no fue derogada legalmente sino suplantada
por el engendro jurídico estalinista de la denominada Constitución de 1976.
Ella nos da legitimidad. Si se requieren reformas que estas sean luego del
establecimiento de un gobierno democrático, participativo, pluralista.
Que el exilio unido apoye fuertemente
a los grupos que en Cuba se decidan por la unidad, y sin descuido por las
ovejas descarriadas.
Preguntémonos y luego demos respuestas
a nuestras interrogantes.
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