lunes, 23 de septiembre de 2013

Preguntémonos


Mario J. Viera

Acabo de leer el artículo de opinión que bajo el título de “Preguntas a los protagonistas del cambio cubano” y de la firma cuasi anónima de JRVP acaba de ser publicado en Cubanet.

En este artículo su autor plantea varias interrogantes. La primera: “¿cómo es que a pesar de pretender actuar en función y nombre del bienestar nacional, los actores principales de la oposición cubana ya no hayan logrado un acuerdo estratégico y público de colaboración y unión con respecto a la lucha y la transición?” Su segunda pregunta, es: “¿Cómo es que en lugar de preparar la Nación para un futuro cada día más cercano, nos quedamos peleando como politiqueros absurdos para obtener recursos de Miami o aparecer en periódicos que ningún cubano de la isla podrá leer?”. La tercera interrogante, no menor en importancia que las dos anteriores, plantea: “¿No deberíamos actuar como combatientes ordenados y disciplinados, unidos bajo de la bandera ─ no de un partido, ni de un individuo ─, sino de esa Nación entera por la que pretendemos estar listos a sacrificarnos?

Pienso que de modo más o menos parecido, también me he hecho las mismas preguntas, sin embargo las respuestas no son fáciles y creo que para intentar una respuesta coherente se requeriría algo más que, no digamos un artículo de opinión, un ensayo o una monografía sustentada con fuentes y referencias documentales, y hasta enriquecida con supuestos sociológicos y hasta psico-sociales.

Tal vez, más fáciles de responder son el resto de sus interrogantes.

Bajo el supuesto del éxito de la resistencia pacífica, el casi anónimo autor nos pregunta: “¿quién se encargaría de la transición? ¿Bajo cuál Constitución? ¿Por cuánto tiempo? ¿Con qué legitimidad? ¿Proponiendo cuáles soluciones a los innumerables y complejos problemas económicos y sociales que enfrentan en sus vidas todos los días los cubanos de a pie?”. Luego, si somos capaces de responder acertadamente a esta andanada de interrogantes, se nos propone responder otra impactante pregunta: “¿cómo convencer plenamente a una mayoría de cubanos, atemorizados, hambrientos y políticamente desmovilizados? y esta es quizá la más importante de las por JRVP formuladas.

A continuación JRVP nos formula un lineamiento de soluciones interesantes a los conflictos antes enumerados en sus interrogantes. Considero que sus propuestas son válidas y merecen ser tomadas en cuenta; sin embargo hay otras preguntas que debiéramos plantearnos, todos nosotros, actores de primera línea o actores de la retaguardia opositora, el exilio.

La primera: ¿Por qué el exilio, sin el acoso de la Seguridad del Estado y del peligro de los topos, no ha sido capaz de encontrar un lenguaje común y decidirse a conformar un poderoso frente unitario? Debe haber una respuesta lógicamente argumentada para explicar esta aguda falta de concierto. No pretendo darla. Dejo abierta la interrogante, para que pensemos y nos preguntemos: ¿Son más importantes los intereses de parcela que cada uno de nosotros poseemos como para no posponerlos en bien del futuro y de la estructuración de una estrategia común dirigida al derrocamiento de la dictadura?

Algunas organizaciones del exilio actúan politiqueramente con respecto a su “colaboración” con la resistencia interna buscando solo el control de grupos opositores o disidentes al interior de la isla o pretendiendo dictarles estrategias fáciles de concebir desde la comodidad del exilio. Se olvida que el exilio debe ser la retaguardia segura de la resistencia interna, la que le ofrezca apoyo logístico expresado en apoyo moral y material y realizar una ofensiva diplomática bien ordenada a nivel internacional que contrarreste la actividad diplomática del régimen.

Pavonearnos con títulos de anticastristas definidos y resaltar nuestras credenciales no es lo que corresponde en los actuales momentos. Estamos en guerra. Una guerra que no se decide por medio de las armas, sino por las ideas; pero guerra en fin y para conducir la guerra a la victoria se requiere estructurarnos como un ejército: Disciplina, actuación coordinada, y una estrategia concebida por un Estado Mayor Conjunto. Actuar como un ejército regular y no como guerrilleros.

Basemos nuestro accionar en aquel consejo que diera el Nazareno a sus discípulos: ¡Seamos mansos como las palomas y astutos como las serpientes! Sepamos elegir los aliados porque no siempre es cierto que el enemigo de mis enemigos es mi aliado. Elaboremos un programa de transición consensuado ─ exilio-oposición interna ─, breve, con quizás diez puntos, pero sin influencias ideológicas sino de carácter pragmático, sencillo, comprensible para todos. Un programa que proponga las “soluciones a los innumerables y complejos problemas económicos y sociales que enfrentan en sus vidas todos los días los cubanos de a pie”.

No tenemos necesidad de inventar nuevos textos constitucionales para presidir la transición. Tenemos la Constitución de 1940, la Constitución que no fue derogada legalmente sino suplantada por el engendro jurídico estalinista de la denominada Constitución de 1976. Ella nos da legitimidad. Si se requieren reformas que estas sean luego del establecimiento de un gobierno democrático, participativo, pluralista.

Que el exilio unido apoye fuertemente a los grupos que en Cuba se decidan por la unidad, y sin descuido por las ovejas descarriadas.

Preguntémonos y luego demos respuestas a nuestras interrogantes.

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