Fernando Mires. Blog POLIS
Sabelotodos y sabelonadas han formado una gran coalición convirtiendo
el caso sirio en oscuro objeto de sus deseos. Aunque difícil es no captar las
altas cuotas de desprecio, el eurocentrismo mezquino con que son juzgadas las
culturas islámicas, los prejuicios anti-árabes y no por último, la arrogancia
con la cual se trata de adulterar el sentido y carácter de rebeliones y
movimientos surgidos en el Oriente Medio desde 2011.
En el análisis del caso sirio la mentada coalición ha tenido la dudosa
virtud de integrar en un solo frente a los analistas de izquierda con los de
las más reaccionarias derechas. Ambos grupos están de acuerdo en que los
militares egipcios, así como la dictadura de Asad, enfrentan a una oposición
dominada por islamistas.
La identificación del Islam con el islamismo y del islamismo con el
terrorismo es de breve data.
El concepto "islamismo" surgió después del 11.09.2001 y su
propósito, de acuerdo al famoso discurso de Bush después del ataque a las
torres, fue diferenciar a los grupos terroristas de una mayoría islámica
pacífica.
El islamismo, en esa versión, era un concepto destinado a definir
fracciones islámicas que levantaban como programa el odio a Occidente, la supremacía
de la ley religiosa y al califato como forma de gobierno.
Poco después de su discurso de 2001, Bush cambió de tono y comenzó a
hablar de "cruzada". A partir de ese momento la palabra islamista, en
el lenguaje del “bushismo”, pasó a ser sinónimo de musulmán. Hoy la mayoría de
los periódicos designan como islamista a cualquier grupo religioso que profese
el Islam.
La por Bush definida como "guerra en contra del terrorismo
internacional" es una artimaña esencialista. Enlaza una religión con un
orden político y con una actividad criminal. Su objetivo no es otro sino la
demonización del Islam.
Pero Bush no estaba solo. Hubo un co-autor: Vladimir Putin. Basta
recordar que la guerra de Chechenia iniciada por Putin en 1999 ─ uno de los más
grandes genocidios ocurridos después del fin de la Guerra Fría ─ fue presentada
a partir de 2001 por el astuto Putin como una batalla más en la guerra en
contra del "terrorismo internacional".
"Ustedes en Afganistán, nosotros en Chechenia" era la divisa
exportada desde Rusia. Las masacres en Chechenia, tanto o más salvajes que las
de Milosevic en el Kosovo (también en contra de la población musulmana) fueron
entendidas en Europa como un aporte ruso a la causa común.
Los resultados de la "cruzada" de Putin en Chechenia no han
sido del todo evaluados. Pero no hay informe con menos de seis cifras en
cantidades de muertos. Todavía se encuentran en las cercanías de Grozny ─ convertida
por los rusos en ciudad fantasma ─ fosas comunes con cadáveres chechenios.
Durante los días de Chechenia los políticos europeos miraron para otro
lado. Al fin y al cabo Putin es un gran proveedor de gas, y sus acueductos
traspasan las montañas de Chechenia. Incluso el Primer Ministro alemán
Schroeder sugirió la integración de Rusia en la OTAN.
Nunca, ni siquiera en los tiempos de Roosevelt y Stalin, las
relaciones entre Rusia y los EE UU fueron más amistosas que durante el
genocidio cometido por Putin en Chechenia. Y para sellar la amistad, Putin
procedió a la anulación del tratado sobre misíles, cerró las bases rusas en
Cuba y Vietnam y aceptó observadores estadounidenses en Georgia.
Ahora ¿hay una relación entre Chechenia y Siria? Por supuesto. En los
dos casos tuvo lugar un exterminio masivo de la población civil musulmana. En
los dos casos las matanzas formaron parte de un plan imperial. En el de
Chehenia, por conservar el "espacio natural" del imperio ruso. En el
segundo, para mantener las alianzas que contrajo la antigua URSS con los
regímenes socialistas de la zona árabe (partidos Baad).
No se trata entonces de que EE UU ha perdido en Siria su carácter de
potencia mundial. Lo que sí ha perdido son aliados europeos, ganando en cambio
otros en el mundo islámico. De ahí, menos que analizar el peso de los EE UU en
la política internacional, es importante constatar que atravesamos por un
periodo en el cual las alianzas de la Guerra Fría están siendo de-construidas,
dando lugar a nuevas constelaciones internacionales.
Importante es, además, señalar que el enfrentamiento indirecto entre
Rusia y los EE UU en el Oriente Medio no ha terminado con la pausa revisoria de
armas químicas propuesta por Putin. Quizás ahí ha comenzado. En los mismos
momentos en que escribo estas líneas, Asad ha lanzado una nueva ofensiva en
Damasco. Si es con armas químicas rusas no lo sabemos. Sí sabemos que la
población civil está siendo diezmada.
Cuánta estupidez hay en quienes ven en Putin un agente de la paz en
contra de la beligerancia de los EE UU. Cualquiera observación dice justamente
lo contrario: Putin ha logrado una cierta legitimidad a favor de Asad, una
disminución del apoyo internacional a los EE UU y la intensificación de las
masacres en Siria.
Los pacifistas europeos están felices. La izquierda mundial continúa
festejando a Putin como el héroe que hizo retroceder al imperio. La derecha
mundial continúa criticando a Obama por apoyar a la oposición siria en contra
de una dictadura que es un dique ─ lo dijo el mismo Asad ─ frente a Al Quaeda.
Mientras tanto el genocidio continúa su marcha. ¿A quién importa eso? Después
de todo, ¿son los rebeldes sirios personas muy buenas?
No, no lo son. Como no lo eran los hermanos egipcios ─ ya
políticamente derrotados durante el gobierno Morsi ─ que hoy sufren en las
mazmorras de la dictadura. Pero tampoco todos quienes se opusieron a las
dictaduras comunistas europeas eran "buenos". Y el hecho de que hoy
la mayoría de los países post-comunistas estén gobernados por mafias, no justifica
las crueldades de las tiranías comunistas. Mucho menos fueron “buenas” las
chusmas sanguinarias deleitadas en las calles de París ─ basta ver solo algunos cuadros de Jacques
Louis David ─ al contemplar las ejecuciones de la guillotina. ¿Vamos a tomar
partido por el absolutismo monárquico?
La oposición siria es heterogénea. En el CNS, frente que agrupa al
sesenta por ciento de la oposición, hay grupos de izquierda, nacionalistas,
desertores de la dictadura, partidos kurdos y armenios. Por cierto, también
están apoyados por cofradías musulmanes. ¿Y cuál es el problema? ¿No fueron los
frentes populares antifascistas en Europa agrupaciones donde cabían comunistas
y monárquicos? El puzzle político sirio no es fácil. Pero ¿dónde lo ha sido?
La guerra de los buenos en contra de los malos nunca ha tenido lugar.
Pero sí ha habido cruentas luchas en contra de atroces dictaduras. A estas
últimas pertenece la de Asad. Nadie, a menos de que sea uno de esos amantes de
dictaduras que pululan en el mundo, puede equivocarse.
Quienes de verdad estamos por la paz en Siria sí sabemos algo: La
paz, si no es la de los cementerios, nunca surgirá de ese binomio siniestro
formado por Putin y Asad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario