sábado, 12 de enero de 2013

Un fantasma en Miraflores


Mario J. Viera
Quizá, finalmente, fuera cierto el cáncer de Hugo Chávez y hasta haya fallecido víctima de la dolencia. Quizá aún esté vivo preparando su apoteósica resurrección de entre los muertos como nuevo mesías de la teología bolivariana. Quizá nadie, fuera del conciliábulo de la élite chavista y del clan castrista, sabe a ciencia cierta cuál es la verdad en torno a la salud del presidente venezolano, pero lo que sí se puede asegurar es que su fantasma vaga en Miraflores, no importa si todavía respire, no importa si ya haya entregado su espíritu.

En Venezuela gobierna un fantasma. Chávez no se juramentó el 10 de enero pero Nicolás Maduro, el vicepresidente que ningún voto eligiera, declara que el gobierno de Chávez “está gobernando todos los días, a toda hora” aunque no esté sentado en la oficina ejecutiva y ni siquiera se encuentre en el país; aunque todavía esté guardado bajo la sombra de los Castro. El gobierno de Venezuela es, desde el 10 de enero, un gobierno fantasmal.

El fantasmagórico gobierno venezolano se encarna  en dos cabezas aliadas y opuestas entre sí, en una especie de Yin y Yang que se complementan en dialéctica relación: Diosdado Cabello y Nicolás Maduro. Listos están ambos para apoderarse del poder a la sombra del fantasma de Miraflores. Solo aguardan el momento oportuno. ¿La Constitución? Poco importa, el Tribunal Supremo de Justicia venezolano siempre le encontrará acotejo para interpretarla a favor de la cúpula gobernante y es por ello que hoy en Venezuela gobierna un fantasma.

Ya dio su interpretación el alto tribunal de Venezuela y el general en retiro Raúl Baduel protesta en un comunicado: “Elevo mi voz de repudio y de alerta al país”, así dice y califica de “golpe de estado constitucional” el que perpetrara el fantasmal gobierno Maduro-Cabello junto a “la mayoría oficialista de la Asamblea Nacional `legitimado' posteriormente por una fraudulenta interpretación de la Carta Magna por parte de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia y con abyecta sumisión y complicidad del resto de los poderes y autoridades del régimen”.

Como si un presidente fantasma hubiera jurado el cargo el 10 de enero, así se inició entonces el nuevo gobierno, “el primer día del nuevo período de la revolución bolivariana" según palabras de Maduro; es como si se dijera: “consummatum est”.

En este fantasmal panorama caben dos posibilidades. La primera, Chávez está muerto y su cadáver embalsamado se guarda en Cuba a la espera del momento oportuno para anunciar el deceso. El gobierno castrista estudia los pasos más convenientes para poder consolidar un gobierno chavista sin Chávez que responda a los intereses del Buró Político del Partido Comunista de Cuba. Tiene que decidir cuál de las dos cabezas visibles del poder venezolano le sea de mayor utilidad, si Maduro o si Cabello; tiene que analizar cuidadosamente cuál será la respuesta de las fuerzas armadas venezolanas ante la imposición de un gobierno no legitimado electoralmente mas continuista del encabezado en vida por Hugo Chávez. Posiblemente la carta castrista sea la de Nicolás Maduro, porque este tiene mayor posibilidad de ser aceptado por las masas chavistas que las que pueda tener el trepidante Diosdado Cabello.

La segunda posibilidad: Chávez no ha muerto; pero su estado de salud es altamente delicado. Ante esta situación los Castro deben haberse preguntado si un Chávez dado de alta estará en condiciones de seguir en el gobierno. Si sus signos vitales son pobres podría ser declarado no apto para el gobierno y declarado su ausencia permanente. Esta posibilidad impondría un gobierno de transición bajo el mandato del Presidente de la Asamblea Nacional y la obligatoriedad constitucional de convocar a nuevas elecciones; esta última solución no sería del agrado de los gerifaltes cubanos porque es posible que Maduro, si se presentara como candidato presidencial, podría perder las elecciones ante una oposición más consolidada y unida. En este hipotético caso, los Castro podrían obtener una declaración pública de Hugo Chávez declarando, luego de su regreso a Venezuela, que cedería el mando a Nicolás Maduro con la anuencia de la Asamblea Nacional y del Tribunal Supremo de Justicia; instaurándose de este modo un chavismo sin Hugo Chávez.

Mientras tanto, mientras no se aclare la situación del convaleciente presidente de Venezuela, su fantasma continuará vagando en Miraflores.

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