Mario J. Viera
Quizá, finalmente, fuera cierto el
cáncer de Hugo Chávez y hasta haya fallecido víctima de la dolencia. Quizá aún
esté vivo preparando su apoteósica resurrección de entre los muertos como nuevo
mesías de la teología bolivariana. Quizá nadie, fuera del conciliábulo de la
élite chavista y del clan castrista, sabe a ciencia cierta cuál es la verdad en
torno a la salud del presidente venezolano, pero lo que sí se puede asegurar es
que su fantasma vaga en Miraflores, no importa si todavía respire, no importa
si ya haya entregado su espíritu.
En Venezuela gobierna un fantasma.
Chávez no se juramentó el 10 de enero pero Nicolás Maduro, el vicepresidente
que ningún voto eligiera, declara que el gobierno de Chávez “está gobernando
todos los días, a toda hora” aunque no esté sentado en la oficina ejecutiva y
ni siquiera se encuentre en el país; aunque todavía esté guardado bajo la
sombra de los Castro. El gobierno de Venezuela es, desde el 10 de enero, un
gobierno fantasmal.
El fantasmagórico gobierno venezolano
se encarna en dos cabezas aliadas y
opuestas entre sí, en una especie de Yin y Yang que se complementan en
dialéctica relación: Diosdado Cabello y Nicolás Maduro. Listos están ambos para
apoderarse del poder a la sombra del fantasma de Miraflores. Solo aguardan el
momento oportuno. ¿La Constitución? Poco importa, el Tribunal Supremo de
Justicia venezolano siempre le encontrará acotejo para interpretarla a favor de
la cúpula gobernante y es por ello que hoy en Venezuela gobierna un fantasma.
Ya dio su interpretación el alto
tribunal de Venezuela y el general en retiro Raúl Baduel protesta en un
comunicado: “Elevo mi voz de repudio y de alerta al país”, así dice y califica
de “golpe de estado constitucional” el que perpetrara el fantasmal gobierno
Maduro-Cabello junto a “la mayoría oficialista de la Asamblea Nacional
`legitimado' posteriormente por una fraudulenta interpretación de la Carta
Magna por parte de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia y
con abyecta sumisión y complicidad del resto de los poderes y autoridades del
régimen”.
Como si un presidente fantasma hubiera
jurado el cargo el 10 de enero, así se inició entonces el nuevo gobierno, “el
primer día del nuevo período de la revolución bolivariana" según palabras
de Maduro; es como si se dijera: “consummatum
est”.
En este fantasmal panorama caben dos
posibilidades. La primera, Chávez está muerto y su cadáver embalsamado se
guarda en Cuba a la espera del momento oportuno para anunciar el deceso. El
gobierno castrista estudia los pasos más convenientes para poder consolidar un
gobierno chavista sin Chávez que responda a los intereses del Buró Político del
Partido Comunista de Cuba. Tiene que decidir cuál de las dos cabezas visibles
del poder venezolano le sea de mayor utilidad, si Maduro o si Cabello; tiene
que analizar cuidadosamente cuál será la respuesta de las fuerzas armadas
venezolanas ante la imposición de un gobierno no legitimado electoralmente mas
continuista del encabezado en vida por Hugo Chávez. Posiblemente la carta
castrista sea la de Nicolás Maduro, porque este tiene mayor posibilidad de ser
aceptado por las masas chavistas que las que pueda tener el trepidante Diosdado
Cabello.
La segunda posibilidad: Chávez no ha
muerto; pero su estado de salud es altamente delicado. Ante esta situación los
Castro deben haberse preguntado si un Chávez dado de alta estará en condiciones
de seguir en el gobierno. Si sus signos vitales son pobres podría ser declarado
no apto para el gobierno y declarado su ausencia permanente. Esta posibilidad
impondría un gobierno de transición bajo el mandato del Presidente de la
Asamblea Nacional y la obligatoriedad constitucional de convocar a nuevas
elecciones; esta última solución no sería del agrado de los gerifaltes cubanos
porque es posible que Maduro, si se presentara como candidato presidencial,
podría perder las elecciones ante una oposición más consolidada y unida. En
este hipotético caso, los Castro podrían obtener una declaración pública de Hugo
Chávez declarando, luego de su regreso a Venezuela, que cedería el mando a
Nicolás Maduro con la anuencia de la Asamblea Nacional y del Tribunal Supremo
de Justicia; instaurándose de este modo un chavismo sin Hugo Chávez.
Mientras tanto, mientras no se aclare
la situación del convaleciente presidente de Venezuela, su fantasma continuará
vagando en Miraflores.
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