Hana Fischer. EL INSTITUTO INDEPENDIENTE
En su anti-utopía “1984”, George
Orwell imagina un mundo de pesadilla. El núcleo central de la trama, gira en
torno a los mecanismos utilizados por un trío, que han encontrado el secreto
para forjar un totalitarismo perpetuo, con la aquiescencia de sus respectivos
pueblos.
La inspiración principal de Orwell,
fue lo que estaba ocurriendo en la ex Unión Soviética, en el momento en que
escribía su obra. O sea, en el período stalinista. Es por ese motivo que no es
por casualidad, que en su novela los tres partidos que dominan al mundo, sean
diferentes variantes del socialismo real (comunismo). Eso significa que su
ficción, hunde sus raíces en una aguda observación de la realidad.
Los líderes políticos de esas tres
autocracias imaginarias, habían estudiado minuciosamente las causas por las
cuales los diferentes totalitarismos habían colapsado, con el fin de no cometer
los mismos errores. Descubrieron, que es esencial para mantener dominados a los
habitantes de una nación que ha alcanzado cierto grado de prosperidad,
mantenerlos en una condición de pobreza permanente. Para ello, es fundamental
que las industrias continúen produciendo para aparentar que todo sigue
“normalmente”, pero simultáneamente, encontrar la forma de despilfarrar gran
parte de esa riqueza. La consecuencia es, que se produce en forma continua, sin
por ello elevar el nivel de vida de la
población.
Esta maniobra es realizable, si las
personas únicamente tienen contacto con la “hiperrealidad”, que es creada por
los medios masivos controlados monopólicamente por el gobierno. Se denomina
“hiperrealidad”, a la representación mediática del mundo en que vivimos. En las
condiciones señaladas, a la conciencia se le hace difícil distinguir lo que es
verdaderamente “real”, ya que los medios de comunicación pueden modelar y
filtrar de manera radical, el modo en que los individuos perciben un suceso. En
consecuencia, en las naciones totalitarias los individuos no tienen acceso a la
realidad, sino a la “hiperrealidad”.
Además, se percataron que para dominar
a un pueblo, es fundamental realizar un proceso de despersonalización. Eso se
logra, haciendo que los adictos al régimen utilicen algún tipo de vestimenta que los identifique. El
uso de un “uniforme”, tiene dos efectos simultáneos: por un lado, hace perder
la individualidad; por el otro, divide radicalmente a la sociedad entre
“nosotros” y “ellos”.
Para que un régimen totalitario pueda
imponerse, es imprescindible la existencia de un líder carismático. Sólo él
puede convertir a un simple partido político en un movimiento de masas, que por
definición, actúa de manera irracional. En “1984”, los aspirantes a liderar un
totalitarismo perpetuo se dieron cuenta de la paradoja que encerraba este
factor, porque por un lado era imprescindible la existencia de ese líder pero
por el otro, ése es el punto más débil
de toda autocracia. Llegaron a la conclusión, que el principal obstáculo en su
camino para lograr su objetivo es el límite biológico, porque es insuperable.
Es decir, la muerte del mandamás supremo.
Conscientes de esa realidad, idearon
una estrategia que puede considerarse “genial”. En los primeros tiempos en que
el partido único gobernaba, realmente existió una figura carismática de carne y
hueso, al que todos denominaban “Gran Hermano”.
Pero repentinamente dejó de tener todo contacto directo con sus
conciudadanos y sin embargo, su imagen seguía siendo omnipresente, ya que
constantemente se lo podía ver en las pantallas, carteles, afiches y muros todo
a lo largo de la nación.
Con el transcurrir del tiempo, todos
los habitantes podían describir con certeza la fisonomía del “Gran Hermano”.
Sin embargo desde hacía mucho, nadie –salvo el círculo más cercano al poder
supremo- lo había visto en persona. No obstante, nadie dudaba que era él quien daba todas las
órdenes y gobernaba. Y pasaron las décadas, y la figura del líder se mantenía
inalterada: Siempre joven, enérgico y vigilante…
El secreto que se devela al final de
la novela, es que en realidad desde hacía mucho tiempo que el “Gran Hermano”
había pasado a ser una entidad colectiva. No era una persona sino un grupo que
gobernaba en su nombre. De ese modo, se vencía a la biología y a la muerte. Y
el líder pasaba a ser inmortal.
Si nos guiamos por las pautas
anteriormente mencionadas, es indudable que en Venezuela rige una autocracia.
Hugo Chávez es un líder carismático, que
gobierna en forma ininterrumpida esa nación desde 1999. O sea, desde hace 14
años. Tiene como mentor y guía al
dictador cubano Fidel Castro, que a la vez, fue instruido por la ex URSS. A su
proyecto político lo llama “socialismo del siglo XXI”. En concordancia con ese
ideal, ha trabajado con tesón y eficacia para construir un movimiento de masas.
Ha monopolizado en forma casi completa a los medios de comunicación. De ese
modo, ha logrado que la inmensa mayoría de la población viva en la
“hiperrealidad”. Asimismo, ha conseguido que sus simpatizantes se
despersonalicen en forma absoluta, aceptando usar de buen grado como “uniforme” una camiseta roja, que es lo
que los distingue. También ha sido exitoso en la destrucción de la riqueza
venezolana, cuyo efecto directo es, mantener a un porcentaje elevado de la
población debatiéndose en la pobreza. En consecuencia, es completamente
dependiente de la “ayuda” estatal.
No sabemos si Fidel leyó la novela de
Orwell. Posiblemente sí. Pero no cabe duda que dado el imprevisto del cáncer
mortal de Chávez, está maquinando crear un “Gran Hermano” para que gobierne
Venezuela. Y de paso, que siga siendo
“generoso” con “Cuba”. Otros presidentes de la región, también andan merodeando
temerosos de perder el “apoyo” de
Chávez.
Pensamos que el “Gran Hermano” ya está en
proceso de formación. Nos basamos para afirmar eso, en los frecuentes viajes de
los delfines de Chávez –el vicepresidente Nicolás Maduro, el presidente de la
Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, y familiares cercanos al mandatario con
aspiraciones políticas- a Cuba. Supuestamente para visitar al enfermo; en
nuestra opinión, para recibir de los Castro instrucciones de cómo proceder.
Asimismo confirma nuestra sospecha,
que el vicepresidente del Consejo de Ministros de Cuba, Miguel Díaz-Canel, haya
expresado el 10 de enero en un discurso
a las afueras del Palacio de Miraflores, en Caracas -donde se realizaba
una concentración multitudinaria en respaldo al presidente venezolano-
participando de ella los presidentes de Bolivia, Evo Morales, y de Uruguay,
José Mujica, lo siguiente: “Toda Venezuela es Chávez, toda Cuba es Chávez, toda
América Latina y el Caribe, todos somos Chávez.”
También refuerza nuestra teoría, el
hecho de que el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela (TSJ) haya
considerado, que el acto de asunción previsto por la Constitución para el 10 de
enero no era necesario, ya que Chávez es un presidente “reelecto”. El Tribunal
sostuvo, que el gobierno actual podrá continuar en ejercicio hasta que el
gobernante pueda juramentar el cargo, sin fijar para ello ningún período
definido. Prorrogó el plazo de la administración actual y simultáneamente, no
autorizó que una Junta Médica independiente se expida sobre el estado de salud
de Chávez, que continúa en Cuba tras su cuarta operación oncológica.
Desde hace más de un mes, sólo los
Castro y el círculo más íntimo saben en qué condición está Chávez. ¿Vive o
murió? ¿Está en estado vegetativo o en condiciones de recuperarse?
Lo que sí parece claro, es que el
proyecto de que el “Gran Hermano” gobierne de forma indefinida, ya está en
marcha.
Pero ese plan está destinado al
fracaso. ¿Por qué? Porque en la propia novela Orwell advierte, que lo que ha
hecho derrumbarse a todos los totalitarismos una vez que ha desaparecido el
líder original, ha sido la ambición de la elite gobernante y la lucha entre
facciones. Algo a lo que no parecen inmunes, ese grupo que pretende dar vida al
“Gran Hermano”…
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