Francisco Rivero Valera. EL UNIVERSAL
Apto solo para gente inteligente.
Muchos venezolanos están como la rana
de la metáfora de Olivier Clerc.
O sea, imagine una
cacerola llena de agua fría en la cual nada tranquilamente una pequeña ranita.
Un fuego se enciende debajo de la cacerola y el agua se calienta lentamente. La
rana se siente feliz nadando en el agua tibia. La temperatura sigue subiendo.
La rana ya no puede gozar y se siente cansada pero no se asusta. Ahora, el agua
está tan caliente que la rana la encuentra desagradable pero está muy
debilitada y no puede hacer nada. La temperatura continúa subiendo hasta que la
ranita termina su vida, hervida.
Sería el proceso típico de
acostumbramiento o de habituación, forma primitiva de aprendizaje individual y
colectivo, que se instala ante estrategias graduales y repetitivas. Intencional
o no. Con resultados negativos: respuestas o resistencias cada vez menos
intensas. Final mortal por inercia total del individuo. Y objetivo facilitador
de gobiernos autocráticos por sumisión absoluta del colectivo
Y son muchos los venezolanos que van
por ese camino.
Analicemos.
Hace 14 años aceptaron la promesa de
un gobierno democrático de 5 años de duración, avalista de la propiedad
privada, incluyendo canales de televisión, y demás. Como en olla con agua, a temperatura natural.
Luego, aceptaron el aumento de la
temperatura con expropiaciones, amenazas y atropellos de políticas marxistas
que cambiaron a políticas socialistas y comunistas y que, al final de cuentas,
resultaron ser lo mismo. En olla, con agua de tibia a caliente.
Ahora los venezolanos están en el
límite del acostumbramiento. Con una inversión de valores de tal magnitud que
lo sagrado pasó a ser obsceno y lo extraordinario a común,
aceptando los desacatos a la Constitución, los intentos absurdos de
transmutación de la personalidad incomunicable por otra persona. Las 45 muertes
violentas de los fines de semana. La inseguridad. Correr y competir en largas
colas para comprar azúcar, arroz y otros alimentos. La pésima vialidad. El
racionamiento de electricidad. Mentiras repetitivas, la entrega del país,
corrupción, impunidad y demás. En olla con agua hirviente.
Similar al pueblo ruso durante la
implantación del socialismo en la dictadura de Iósif Vissariónovich
Dzhugashvili, alias José Stalin. El acostumbramiento llegó a tal punto que
perdieron hasta la capacidad de reacción, tolerando purgas políticas, pogromos
antisemitas y expropiaciones masivas de tierras de los kuláks o medianos
propietarios agrícolas. Con resultados catastróficos: la gran hambruna en
Ucrania, y millones de muertes que, según el gobierno soviético, fue una medida necesaria para acabar con la
retención y sabotaje de productos que ilegalmente practicaban los kuláks. Graziosi.
Pero surgió la Perestroika, para desaparición del perverso socialismo
estalinista.
En Venezuela todavía no hay hambruna
pero sí hay comportamiento social por desabastecimiento. Lo que falta por ver
es la pérdida de la capacidad de reacción de los venezolanos.
Sin embargo, no todo está perdido en
esta olla de agua hirviente. El acostumbramiento tiene su proceso opuesto: la
sensibilización. O sea, la inducción de la salida de la inercia con nuevos
estímulos que aumenten las respuestas, con educación de la gente sobre las
experiencias negativas que están causando marasmo. Y con estrategias de
motivación.
Creo que llegó la hora de despertar. Y
de cambiar de actitud para salir de la olla.
Que así sea.
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