La Celac tendrá el rostro del jefe de un
país en el que no hay elecciones desde la década del 40 del siglo pasado y el
periodismo libre es el oficio de una minoría de hombres y mujeres marginados y
sin recursos
Raúl Rivero.
ANALITICA.com
COMO muestra de su aguzada visión
política y de su preocupación por ofrecer un testimonio claro de su perfil
democrático, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) va a
elegir a finales de este mes al general Raúl Castro Ruz como presidente para el
periodo de trabajo de los próximos 12 meses.
La institución, integrada por 33
países de la región, designará al gobernante cubano para el cargo durante una
reunión con la Unión Europea que se celebrará el lunes en la capital chilena.
El anfitrión de la cita, Sebastián Piñera, pasará la presidencia a Castro, que
en el 2014 la entregará a la señora Laura Chinchilla en Costa Rica.
Con esta decisión, la Celac ha
querido, seguramente, enseñar su diversidad, su tolerancia y la vocación
unitaria de las naciones de esa parte del mundo. Al mismo tiempo, pretende
aclarar que sus mandatos originales no pueden ser un estorbo a la hora de
encarar las tareas en una realidad tan compleja como la que vive hoy la
Humanidad.
Fundada en México hace dos años con el
objetivo de «reafirmar la preservación de la democracia y de los valores
democráticos y la vigencia de las instituciones y el Estado de Derecho», la
Celac nombra al jefe del régimen de la isla al culminar el año 2012 durante el
que se duplicó la cifra de los presos políticos (hay ahora unos 90) y se
realizaron 550 arrestos arbitrarios por mes a los representantes de la
oposición pacífica y las Damas de Blanco.
La organización, promovida con fervor
por Hugo Chávez para debilitar la Organización de Estados Americanos (OEA) y
sacar del juego a Estados Unidos y Canadá, tendrá el rostro del jefe de un país
en el que no hay elecciones desde la década del 40 del siglo pasado y el
periodismo libre es el oficio de una minoría de hombres y mujeres marginados y
sin recursos.
El nombramiento de Castro como
presidente de la Celac es otra seña del recorrido todavía triunfal del
populismo en el continente. Un timbre del poder de maniobra de los mentores del
socialismo del siglo XXI, sus aliados y de los que se dejan querer con la mano
extendida hacia el dinero de Venezuela. Y un retrato de la hipocresía, el
oportunismo y la demagogia de quienes duermen con un cartel de demócratas a los
pies de la cama y a la vera de la caja de caudales.
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