Justo J. Sánchez. CUBANET
A
mi Lolita. Fuiste modelo de respeto neoyorquino en las diferencias y cariño
cubano siempre. Dejas un gran silencio y a dos hombres en el triunvirato de por
las tardes. Algún día vendrás conmigo a Caibarién, anidada en mi corazón.
Durante muchos, muchos años, los Díaz
Balart, Ileana Ros-Lehtinen y la generación Mas-Canosa hicieron soliloquios con
la voz de los cubanoamericanos. Durante muchos años la izquierda
norteamericana, la prensa y las estructuras del poder “latino” se contentaron con
el estereotipo. Definían al cubano como gritón Republicano. Demócratas y
Republicanos ─ sin diferencia ─ vieron en el Versailles al centro neurálgico de
la experiencia cubanoamericana. Nuestra historia no tuvo matices. Se relató en
blanco y negro.
Fuimos muchos una minoría silente:
progresistas, pluralistas, en lucha por evitar prejuicios, gays, lesbianas,
afrocubanos, artistas marginados, maestros, poetas, los pobres, inconformes y
excluidos. Ni nuestros hermanos “Latinos” ni la Izquierda nos dieron un puesto
en la mesa. En las artes nos usaron a medida que viajáramos a Cuba ─ nos
reconciliáramos ─ para legitimarnos y traer mercado. En el mundo académico la
postura moral de mi profesor Juan Marichal en cuanto a la España franquista no
era posible con Cuba. Los viajes a Casa de las Américas o la Bienal de La
Habana son siempre bien vistos dentro de la industria cultural. Ciega permanece
la intelligentsia a la mordaza con los periodistas y escritores desafectos que
no tienen acceso a la Red, no podían viajar libremente hasta hace escasamente
una semana y que son objeto de acoso policíaco arbitrario. La duplicidad o
ofuscación se borra con un mojito y una jinetera.
Barack Obama mostró al mundo la
diferencia. El mismo día que habló de Stonewall otorgándole la misma dignidad
del “Domingo Sangriento” en Selma, Alabama, dio entrada al panteón literario
americano a Richard Blanco, poeta gay cubanoamericano. El primer presidente afroamericano nos dio la
lira en la tribuna presidencial y nos pidió bendecir el acontecimiento. Con
poesía y oración nos abrieron la boca y nos dieron voz. Nuestra palabra y
nuestra invocación dieron testimonio de cómo la justicia rompe el
silencio. “We Shall Overcome”
“Venceremos” y ciframos nuestras esperanzas en un mundo de posibilidades de
igualdad y equidad los segregados como Luis León, niño Pedro Pan. Con Richard y
el Reverendo Don Luis nos pusieron en la tribuna presidencial a los cubanos que
no somos Republicanos, los que, pobres, no tenemos acceso al poder. Nuestra
condición nos cierra las puertas de las galas recaudatorias de ambos partidos,
de ambos. Con el poeta y el reverendo estamos los gays, los que creemos aún en
el arte sin prostituirnos, ni “reconciliarnos” con dictaduras, los “Occupiers”,
los excluidos por los ricos. Somos los que tenemos miedo a los acaudalados que
nos excluyen, terror a mancharnos con la desgracia de la soberbia. Somos los
que admiramos la poesía que mora en la humildad. Somos los doblemente
exiliados.
Fue una linda mañana donde se nos
instaba a la acción cívica en colectivo. Se instalaba reelecto un presidente
afroamericano el día que conmemoramos la figura profética de Martin Luther
King. El Doctor King no compró la igualdad ni la hizo valer con cabilderos. La
fuerza y la convicción en el peso moral de los derechos civiles les hicieron
realidad. Callamos por mucho tiempo pero hoy nos pidieron nuestra lírica y
nuestra plegaria. Estamos aquí y ya no nos van a callar. No nos van a callar.
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