viernes, 11 de enero de 2013

Pasaporte al infierno


Francisco Rivero Valera. EL UNIVERSAL

A la gente no le gusta hablar de la muerte ni del infierno. A pesar de ser la muerte algo seguro que tenemos. Y el infierno algo no tan seguro.

Para morir solo es necesario estar vivo. Como el epitafio en el cementerio Águeda Soria: vivió mientras estuvo vivo. Pero para ir al infierno parece que se requiere pasaporte porque, según los expertos, sería viajar a un estado diferente.

O sea, el infierno sería un estado del más allá donde se asan almas en altas temperaturas, como pollo a la broaster, para expiar eternamente sus malas acciones cometidas en esta vida terrenal. Y lleno de demonios.

Pero, el término original no se utilizó para designar algún lugar con esas diabólicas proporciones, mencionado en los 9 círculos de la Divina Comedia de Dante Alighieri y en la doctrina de algunos credos religiosos, sino a un lugar situado debajo, en un nivel inferior o subterráneo, destino final de los muertos, ídem al Sheol hebreo y al concepto de la Enciclopedia Larousse. Al fin y al cabo, el origen etimológico de infierno procede del latín infernum: inferior o inframundo.

Sin embargo, obviando un poco la complicada interpretación de Dante y la religión, existen 2 tipos paralelos de infierno que son de esta vida, y no de la otra, y que están afectando a los vivos, y no a los muertos: el Psicológico y el sociopolítico.

El infierno Psicológico es un estado individual de arrepentimiento y de sentimientos de culpa, creado por las malas acciones hechas en determinado momento. En consecuencia, la persona libera sus demonios representados por las emociones negativas, ansiedad y depresión, que hacen insoportable su estilo de vida y ocasionan desesperación y dificultad en encontrar la solución de los problemas.

El infierno sociopolítico, por su parte, es un estado colectivo de inconformidad, hostilidad y disidencia, ocasionado por malas prácticas en la aplicación de estrategias políticas que, al contrario de generar bienestar en la comunidad, causan zozobra permanente y deterioro en la calidad de vida.

Ejemplos hay muchos. El mejor, por estar íntimamente relacionado con nuestra existencia, es la situación que está viviendo Venezuela. Nuestro país cumple con todos los conceptos de infierno.

Verbigracia: las palabras públicas del Presidente en relación a la muerte del Cardenal Ignacio Velasco: a ese Cardenal yo me lo voy a conseguir en el infierno, seguro, 13-04-08, califican para el Infierno de Dante y de algunos credos religiosos, y corresponden al concepto de infierno como estado del más allá, donde se asan las almas a altas temperaturas, con predicción personal de su destino al dejar este mundo.

Y el concepto psicológico, en chavistas que han saltado la talanquera o fallecido por causas relacionadas con el estrés, la ansiedad o la depresión, producto del arrepentimiento y de sentimientos de culpa. Como Tascón, Lina Ron y demás.

Pero, el infierno sociopolítico del venezolano, es otra cosa. Por una parte, sería el resultado de la fusión de los 2 estados infernales anteriores.

Y, por otra, el resultado de la labor de un sistema de gobierno diabólico, muy eficiente en generar valores morales negativos en el colectivo, odio, delincuencia, corrupción, intolerancia, crisis política y, de ñapa, impunidad. Y, de paso, estaría ratificando las palabras de Jesucristo: por sus frutos los conoceréis. Mateo 7:15-20.

Al final, todo parece indicar que Venezuela ya llegó al infierno. Y con pasaporte chavista.

Sálvese quien pueda.

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