Luis Cino Alvarez. CUBANET
Si del optimismo de ciertos
cubanólogos dependiese, hace años que Cuba estuviera en democracia y en plena
economía de mercado; sobre todo esto último, porque la reinstauración del
capitalismo, aunque sea con partido único, a la manera china, parece
importarles mucho más que las libertades políticas de los cubanos.
A esos cubanólogos que aseguran que
las reformas económicas ─ ellos se empeñan en llamarlas así, a sabiendas de que
realmente no lo son ─ van en la dirección correcta, solo que algo lentas, les
bastó el ascenso de Miguel Díaz Canel al puesto número dos del gobierno (ojo,
no del poder real), para ser más optimistas que el mismísimo Raúl Castro y dar
por hecho el relevo generacional del castrismo.
¡Como si eso fuera tan fácil!
El colmo es cuando aseguran que Díaz Canel y los
nuevos aparatchiks que han sido promovidos al Comité Central y al Buró Político
del Partido Comunista cambiarán el curso
político de Cuba en unos pocos años y lo enrumbarán hacia la democracia.
Parece que estos cubanólogos confunden
sus deseos y sus esperanzas con la realidad. Hay que ser demasiado ingenuo o un
decidido practicante de la magia simpática para esperar algo positivo de estos
aparatchiks pasaditos de libras, que se han formado reptando, obedeciendo sin
chistar, repitiendo lo que sus jefes
quieren escuchar, simulando, y sobre todo, aplaudiendo. Si no hubiesen sido así, no estarían hoy donde
están.
Si acaso algo se puede esperar de
ellos, será después que sus jefes se
vayan del mundo de los vivos. Mientras, serán obedientes segundones que saben
que no pueden destacarse demasiado ni
creerse con más autonomía de la que
disponen. Con esas reglas cantadas, acudieron a repoblar el asilo de
ancianos gris y dogmático que es el Comité Central comunista, sabedores de que
sus ascensos dependen de su conducta y de no incurrir en estridencias.
¿Qué se puede esperar de ellos cuando
sus jefes ya no estén? No mucho más de
lo que ahora tenemos. Capitalismo mercantilista de Estado al menudeo.
Socialismo burocrático, sin subsidios y con piñata. Inversiones extranjeras,
zonas francas y maquiladoras. Terapias
de choque para enderezar la economía y tonfazos y gas pimienta para los que
protesten… Si no queda más remedio que hacer concesiones a los Estados Unidos y
la Unión Europea –todo sea por los negocios-, un remedo de democracia a lo
Putin, que tolere una prensa domesticada y
cierta disidencia light siempre que no importune demasiado.
Allá los ilusos que se dejen seducir por el porte
hollywoodense de Díaz Canel, y quieran
olvidar el uniforme verde olivo que dejó
guardado en Santa Clara y los
llega-y-pon que desmanteló en Holguín.
Por el momento, Díaz Canel, Marino
Murillo y los demás aparatchiks
ascendidos, siguen subordinados al generalato y los bonzos comunistas de la
ortodoxia retranquera. Si antes de convertirse en los nuevos mandamases ─ si es
que llegan, si no revientan por el camino ─, muestran un poco de respeto al
pueblo y se preocupan por el naufragio que amenaza a la nación, entonces será
el momento de tomarlos en serio. Antes no. Los cubanólogos del embullo, por
ahora, debían ahorrarse el exceso de optimismo.
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