Maduro
y su entorno, bajo la dirección de “los cubanos”, van a utilizar fielmente este
modelo represivo para controlar a la sociedad venezolana, de manera que no se
les escape el poder de las manos. Lo que pasó en la Asamblea Nacional es parte
del adiestramiento.
Carlos Alberto Montaner. EL BLOG DE MONTANER
Once diputados de la Unidad
Democrática fueron golpeados en la Asamblea Nacional de Venezuela. Algunos de
ellos, como María Corina Machado, tuvieron que pasar por el quirófano. Le
rompieron el tabique nasal y la patearon en el suelo. La fractura de Julio
Borges, en pleno rostro, parece que no tiene solución quirúrgica.
El gobierno ha querido presentar la
agresión como el resultado de una provocación de los opositores o como una
trifulca de las que ocasionalmente se producen en los parlamentos, pero no hay
nada de eso.
Lo que sucedió en Caracas es mucho más
grave. Estamos ante una medida punitiva encaminada a someter a la obediencia a
los parlamentarios de la oposición. Es parte de un cruel ejercicio de
domesticación.
Previamente, el teniente Diosdado
Cabello, presidente del Parlamento, el gran domador de caballos, los había
silenciado. Como los diputados insistían en hablar y reclamaban su derecho a
expresar sus criterios, función para la que habían sido elegidos, Cabello
decidió darles unos cuantos fustazos.
Ésa es la lógica del castrismo en su
más pura esencia: al enemigo se le intimida,
golpea o encarcela hasta que obedezca. Y si resiste tercamente, siempre
es posible fusilarlo como una forma de escarmiento colectivo. Al general
Arnaldo Ochoa, por ejemplo, lo fusilaron para mandarles un mensaje a sus
compañeros del ejército: el que se mueva, es hombre muerto.
En Cuba – que ahora copian los
venezolanos del triste bando de Maduro y Cabello — hay distintos anillos represivos.
El primero es la advertencia. Un
policía se acerca a la casa del ciudadano díscolo y le explica que por el
camino que va será echado del trabajo o de la universidad, a menos de que
deponga su actitud contestataria y acepte su revolucionario papel de aplaudir
dócilmente a los jefes.
Si la persona insiste en su actitud
rebelde, se toman represalias en sus centros de trabajo o estudio. Es el
segundo anillo represivo. Ya Fidel explicó, hace muchos años, y ha sido una
regla inflexible, que “la universidad es para los revolucionarios”.
Lo mismo sucede con los buenos
trabajos o con las prebendas que dispensa el poder a sus paniaguados (autos,
viviendas decentes, viajes al extranjero). La buena vida es para unos pocos
revolucionarios.
Como conductistas extremos, los Castro
moldean la conducta de los cubanos con refuerzos positivos y negativos. Dulces
para el que obedece. Palos para el que
protesta. Muerte para el que se excede peligrosamente. Así han gobernado
más de medio siglo.
El tercer anillo son los llamados
“actos de repudio”. “El pueblo enardecido” insulta, escupe, zarandea y golpea a
los ciudadanos desobedientes. La turba penetra en sus casas y lo destroza todo.
Si intentan defenderse, entonces entran en acción “las brigadas de respuesta
rápida”.
Ése es el cuarto anillo represivo:
matones armados con estacas que machacan al disidente. Luego la policía acusa a
la víctima de escándalo en la vía pública, lo que acarrea pena de cárcel.
Por último, el quinto anillo represivo
es el formado por las tropas especiales. Son militares entrenados para hacer
mucho daño con sus armas de fuego, sus porras o sus puños ─ son karatekas, yudocas, boxeadores —, y no
les tiembla el pulso si tienen que matar a golpes o a tiros a los “enemigos de
la revolución”.
Maduro y su entorno, bajo la dirección
de “los cubanos”, van a utilizar fielmente este modelo represivo para controlar
a la sociedad venezolana, de manera que no se les escape el poder de las manos.
Lo que pasó en la Asamblea Nacional es parte del adiestramiento.
La meta es impedir a cualquier costo
el referéndum revocatorio que puede convocarse dentro de tres años. Los
chavistas ya están seguros de que son minoría y están convencidos de que tienen
poco tiempo para someter a todos los venezolanos a la obediencia, el silencio y
el aplauso. Por eso están dando golpes y desbravando a los rebeldes. Tienen
poco tiempo para juntar el rebaño.
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