Fernando Ochoa Antich. EL UNIVERSAL
La violencia que se desarrolló en la Asamblea Nacional no es fácil de
explicar. El primer punto a analizar es el origen. Prohibir que los
parlamentarios hablen, como lo hizo Diosdado Cabello, es un total absurdo. Sus
consecuencias están a la vista: una crisis política en el momento que Nicolás
Maduro más necesita del reconocimiento nacional e internacional. Un gobierno
que surge sin suficiente legitimidad no es capaz de enfrentar la difícil situación económica y social que
vivirá Venezuela. Su interés político inmediato es fortalecerse. Hechos como
los ocurridos en la Asamblea Nacional lo impiden totalmente. Además, las
declaraciones de Maduro son
inaceptables: el presidente de la República no puede exigir respeto y
disciplina al Parlamento. Viola la
independencia de los poderes.
La posición de las rectoras del CNE
tampoco es fácil de explicar. El
régimen chavista debería estar más que interesado en que el proceso electoral
fuese considerado transparente por la mitad de los ciudadanos que votaron en
contra de su candidato. La única manera de lograrlo, como lo ha mantenido con
gran inteligencia Vicente Díaz, era satisfaciendo absolutamente las condiciones
de la auditoría solicitada por la oposición para lograr su presencia en el
momento de realizarla. No haberlo permitido compromete aún más la legitimidad
del resultado electoral. El cuestionamiento de Henrique Capriles no se refería
a la suma de los votos ni al funcionamiento de las máquinas, sino a las
numerosas violaciones que ocurrieron el día de las elecciones en las distintas
mesas electorales.
El tercer punto, inaceptable para un
gobierno popular que se inicia, es la exagerada represión. No es fácil
enumerarlas porque han sido demasiadas. Me voy a detener en tres: las ofensas y
amenazas a Henrique Capriles y a los más importantes líderes de la oposición.
Actuar de esa manera limita totalmente cualquier posibilidad de establecer un
diálogo constructivo con la oposición. Sin esa posibilidad, un gobierno débil
como el de Maduro difícilmente puede tener destino... La represión contra los
estudiantes detenidos por la Guardia Nacional y la prisión del general Antonio
Rivero, realizada en la propia oficina del ministro Miguel Rodríguez Torres,
acusándolo, sin prueba alguna, de
conspiración e instigación al delito son flagrantes violaciones de los
derechos humanos.
El diputado Julio Borges, con una
perspicacia política indiscutible, le recomendó esta semana a Nicolás Maduro
que se cuidara de Diosdado Cabello. Las razones están a la vista. Los hechos
que resumimos en los párrafos anteriores, sólo le hacen daño a la estabilidad del recién
juramentado gobierno. Es imposible que estos
hechos estén ocurriendo de manera casual. Tiene que haber algún interés
en juego y una dirección en dichos eventos. Es verdad que inicialmente, al
existir la designación de Maduro por parte de Chávez, se consideró que esa
escogencia era acertada y fue aceptada por todos, pero el descalabro electoral,
perder más de un millón de votos en quince días, ha producido entre los
oficiales que se insurreccionaron el 4 de Febrero una profunda inquietud.
Están convencidos de que el débil
liderazgo de Nicolás Maduro no es suficiente garantía de supervivencia de la
Revolución Bolivariana. Esta realidad tiene muy angustiado a ese sector. Sus
integrantes comprenden que Venezuela
enfrentará una muy compleja situación económica y social que debilitará aún más
la imagen de Maduro y la legitimidad de su gobierno, sin que exista ninguna
posibilidad de recuperación. Para colmo,
en medio de esa inmensa crisis, habrá que enfrentar los embates, que ya empiezan
a observarse, de las elecciones municipales y
parlamentarias. Esta realidad, los ha llevado a presionar a Cabello para
que trate de liderar al sector más radical del PSUV para que pueda
transformarse en una verdadera alternativa ante Maduro.
El liderazgo de Cabello se encuentra
muy cuestionado. De allí que este grupo piense que la única manera de
fortalecerlo es a través de acciones violentas como las vividas en la Asamblea
Nacional. También consideran un gravísimo error de Maduro no interpretar
cabalmente el rechazo que tiene en la Fuerza Armada la presencia cubana. Su
viaje a visitar a los Castro ha incrementado el malestar. Esa lucha interna se
irá desarrollando en los próximos meses con un resultado no previsible, ya que
también hay que considerar el creciente liderazgo popular de Henrique Capriles.
De todas maneras, el grupo que conspiró el 4 de Febrero no se presenta
homogéneo, ya que algunos piensan que
tomar el camino de una aventura es peligroso. Prefieren negociar una solución
constitucional.
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