Francisco Rivero Valera. EL UNIVERSAL
La destrucción del Parlamento es
objetivo básico del fascismo. Por 1 sola razón: imponer el control absoluto del
Estado. Y por 2 principios ideológicos: rechazar la democracia e imponer el
fascismo con agresividad, militarismo y expansionismo.
Para lograr ese objetivo, el fascismo
ha ejecutado diferentes estrategias, ninguna decente ni apegada a la libertad,
a la democracia ni a la verdad.
El 27 de febrero de 1933, por ejemplo,
Hitler y sus fascistas causaron el incendio del Reichstag o Parlamento de
Alemania. El propósito fue acusar a la oposición del incidente para justificar
su persecución, represión y liquidación. Y un objetivo: abolición de la
Democracia por decreto del mariscal Von Hindenburg, presidente del país. Y se
salieron con la suya. Pero, con trágicas consecuencias: instalación del
totalitarismo y II Guerra Mundial.
También en 1933, Mussolini consolidó
el fascismo italiano con un discurso. Dijo: "desde el día en que suprimimos la pluralidad de partidos, la Cámara de
Diputados ha perdido su razón de ser". Pero, no mencionó el propósito
destructivo del Parlamento: instalar un régimen totalitario con un solo partido
que monopolizara todo el poder ideológico para imponer la política del Estado
con persuasión, fuerza, terror y control económico.
De haberlo mencionado, el destruido
hubiese sido el fascismo italiano ante reacciones de resistencia y pánico de la
gente frente al negro panorama de
esclavitud estatal, y pérdida de la libertad. Sin embargo, también se salieron
con la suya. Y fueron trágicas e históricas las consecuencias por imposición
del fascismo italiano.
Y, finalmente, Francisco Franco
Bahamonde, el caudillo de España, quien
asumió el poder con un golpe de Estado en 1936. Ocasionó la guerra civil
española hasta 1939. Impuso el fascismo
hasta 1975. Como fascista fue líder del único partido político: Falange
española Tradicionalista y de la JONS. Promotor de campos de concentración.
Manipulador de la represión contra la oposición para encarcelar unas 270 mil
personas en condiciones infrahumanas. Y causar la muerte a miles de personas en
ejecuciones extrajudiciales, prisiones y otros delitos de lesa humanidad.
Y gobernó con las Cortes Españolas, no
Parlamento. Como un reino sin rey, no república. Autócrata, con ley de
sucesión. Y demás. También es historia conocida.
Ahora le toca a Venezuela.
En 1999, el finado Presidente se
declaró demócrata. Luego Marxista. Después, socialista del siglo XXI.
Comunista. Único líder, dueño y señor de todos los poderes del Estado.
Reelegible eternamente. Y con poder de sucesión, como las monarquías.
Durante 14 años practicó la
manipulación del miedo, la mentira y el terror para implantar su sistema de
gobierno que ha arruinado al país. Ahora, después de su deceso, los herederos
monárquicos de su política han continuado ejecutando otras estrategias para
acabar con la democracia: fraude electoral. Represión de la disidencia.
Manipulación de todos los poderes del Estado. Golpe al Parlamento para destruir
la Asamblea Nacional y la Democracia con violencia física y verbal contra
diputados de oposición. Y faltan los campos de concentración y otros
salvajismos como símil del Fascismo rancio de Francisco Franco, Benito
Mussolini y Adolf Hitler.
Pero no han contado con un destructivo
muro de contención: el profundo sentimiento democrático del pueblo venezolano.
Y es que, al fin y al cabo, al Fascismo no se le discute, se le destruye.
B Durruti.
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