viernes, 3 de mayo de 2013

Golpe al Parlamento


Francisco Rivero Valera. EL UNIVERSAL

La destrucción del Parlamento es objetivo básico del fascismo. Por 1 sola razón: imponer el control absoluto del Estado. Y por 2 principios ideológicos: rechazar la democracia e imponer el fascismo con agresividad, militarismo y expansionismo.

Para lograr ese objetivo, el fascismo ha ejecutado diferentes estrategias, ninguna decente ni apegada a la libertad, a la democracia ni a la verdad.

El 27 de febrero de 1933, por ejemplo, Hitler y sus fascistas causaron el incendio del Reichstag o Parlamento de Alemania. El propósito fue acusar a la oposición del incidente para justificar su persecución, represión y liquidación. Y un objetivo: abolición de la Democracia por decreto del mariscal Von Hindenburg, presidente del país. Y se salieron con la suya. Pero, con trágicas consecuencias: instalación del totalitarismo y II Guerra Mundial.

También en 1933, Mussolini consolidó el fascismo italiano con un discurso. Dijo: "desde el día en que suprimimos la pluralidad de partidos, la Cámara de Diputados ha perdido su razón de ser". Pero, no mencionó el propósito destructivo del Parlamento: instalar un régimen totalitario con un solo partido que monopolizara todo el poder ideológico para imponer la política del Estado con persuasión, fuerza, terror y control económico.

De haberlo mencionado, el destruido hubiese sido el fascismo italiano ante reacciones de resistencia y pánico de la gente frente al negro panorama  de esclavitud estatal, y pérdida de la libertad. Sin embargo, también se salieron con la suya. Y fueron trágicas e históricas las consecuencias por imposición del fascismo italiano.

Y, finalmente, Francisco Franco Bahamonde, el caudillo de España, quien  asumió el poder con un golpe de Estado en 1936. Ocasionó la guerra civil española hasta 1939.  Impuso el fascismo hasta 1975. Como fascista fue líder del único partido político: Falange española Tradicionalista y de la JONS. Promotor de campos de concentración. Manipulador de la represión contra la oposición para encarcelar unas 270 mil personas en condiciones infrahumanas. Y causar la muerte a miles de personas en ejecuciones extrajudiciales, prisiones y otros delitos de lesa humanidad.

Y gobernó con las Cortes Españolas, no Parlamento. Como un reino sin rey, no república. Autócrata, con ley de sucesión. Y demás. También es historia conocida.

Ahora le toca a Venezuela.

En 1999, el finado Presidente se declaró demócrata. Luego Marxista. Después, socialista del siglo XXI. Comunista. Único líder, dueño y señor de todos los poderes del Estado. Reelegible eternamente. Y con poder de sucesión, como las monarquías.

Durante 14 años practicó la manipulación del miedo, la mentira y el terror para implantar su sistema de gobierno que ha arruinado al país. Ahora, después de su deceso, los herederos monárquicos de su política han continuado ejecutando otras estrategias para acabar con la democracia: fraude electoral. Represión de la disidencia. Manipulación de todos los poderes del Estado. Golpe al Parlamento para destruir la Asamblea Nacional y la Democracia con violencia física y verbal contra diputados de oposición. Y faltan los campos de concentración y otros salvajismos como símil del Fascismo rancio de Francisco Franco, Benito Mussolini y Adolf Hitler.

Pero no han contado con un destructivo muro de contención: el profundo sentimiento democrático del pueblo venezolano.

Y es que, al fin y al cabo, al Fascismo no se le discute, se le destruye. B Durruti.

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