martes, 7 de mayo de 2013

El gordito de la chaqueta tricolor


Dámaso Jiménez. EL UNIVERSAL

Yo no sé si los venezolanos por fin tocamos fondo o aún seguimos cayendo a las profundidades de la miseria, el malandraje y el desprecio súbito, porque puede que no se conozca mucho de ideología en este país, pero se etiquetan distinto y se niegan espacios y modos de convivencia y de sobrevivencia.

Debe ser un karma que arrastramos desde la guerra de Independencia y que reapareció bruscamente durante estos últimos 14 años, o quizás quedamos debiendo con altos intereses la gracia divina de haber nacido en un país petrolero y no entender en absoluto cómo se utiliza tanta riqueza en paz, para que alcance para todos como es debido, y haya mejores servicios, mejores empleos, más escuelas y hospitales, más desarrollo y verdadero respeto por las autoridades y las instituciones.

Esto último del respeto sería la más titánica de las tareas a encomendarnos a futuro y tendríamos que contar con muy buenos maestros con grandes pizarras, que nos expliquen una y mil veces y entender de una buena vez, cómo una autoridad de tan alto nivel, que funge de parlamentario pero demuestra a su vez desprecio por las leyes, puede jugar con la inestabilidad de un país como quien apuesta los bienes de toda su familia en una sola tarde de apuestas.

Así lo desmientan  por todos los canales de la hegemonía, lo ocurrido en la Asamblea Nacional no parece otra cosa que una vil emboscada anunciada. Basta con ver quién es el dueño del lugar, de los micrófonos, del derecho de palabra, de los gorilas repartidos en lugares estratégicos para sembrar terror, de los recursos del hemiciclo, de los salarios de los diputados, y de los medios y las cámaras que pueden cubrir determinado evento o hacer mute cuando el patriarca mayor así lo desee, para hacernos una idea de la clase de cuartel en que nos encontramos.

Fue así como el gordito de la chaqueta tricolor, Michael Reyes, tuvo sus lamentables 15 minutos de fama. Suplente por Aragua, se convirtió de un minuto a otro en el más auténtico protagonista que pudiera tener sketch alguno del reality-show sobre la institucionalidad democrática en este Congo criollo.

Menos mal que tanto poder acumulado no pudo hacer nada para que el video tomado por el diputado Luis Barragán desde su celular, se convirtiera en el prime time de un país empotrado de angustia, impotencia y enojo con este tipo de acontecimientos que pueden resultar inflamables.

El video terminó siendo comentado en todos los noticieros del planeta que dieron cuenta de nuestra vida naturalmente cínica y violenta, porque la arremetida de Reyes abriéndose paso a puño limpio contra la odiada humanidad de Julio Borges, no hubiese hecho efecto sin las desvergonzadas y corrosivas impresiones que hiciera luego el propio Diosdado Cabello, quien desde hace semanas mantiene secuestrada la razón y la dialéctica en el Parlamento.

Sin duda que Borges fue el cerebro de toda esta artimaña desde el momento mismo que levantó la peligrosa pancarta que decía "Golpe al parlamento", en vez de bajar la cabeza, ponerse firme, dar media vuelta a la derecha y acatar la voz de mando a discreción.

Del gordito de la chaqueta tricolor de la televisión sólo se sabe que está residenciado en el municipio Zamora, que aspira a la alcaldía de la zona, que milita en el PSUV y que cree que su forma de hacer patria es demoliendo a golpes a quienes discrimina como burgueses de la derecha, pero nunca hemos visto en la vida social, moral y cívica del diputado Reyes, una defensa suya,  micrófono en mano, sobre los intereses de la nación, ni de la soberanía, ni de ningún otro ámbito de la patria, ni nada parecido.

Sin embargo esos escasos minutos repartiendo golpes fueron suficientes para que varios portales de Internet y hasta "googlenautas" y twiteros dieran cuenta de unas supuestas semejanzas entre el desconocido suplente de Elvis Amoroso por el circuito 4 de Aragua, con un ex parlamentario municipal del Cotorro en Cuba, llamado Michael Milán Reyes, así como presuntas fotografías suyas en las que sale ataviado de rojo rojito, como todo jodedor venezolano que cree que se la está comiendo, modelando armamento y billetes, en extraña imitación a la farándula "pranera".

Yo no sé si tocamos fondo, pero la secuencia del gordito de la chaqueta tricolor nos delata, cuando creemos que todo se arregla a "coñazos" mientras luego le demos paso a la jodedera, cuando inculcamos que somos un país de tropa por encima de un nación de ciudadanos, cuando la viveza y la violencia se convierten automáticamente en nuestro estandarte, y cuando creemos que el salvajismo desatado tendrá siempre más mérito que el logro del consenso. Lo peor es que ninguna de las 2 mitades es un país por separado.

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