Dámaso Jiménez. EL UNIVERSAL
Yo no sé si los venezolanos por fin
tocamos fondo o aún seguimos cayendo a las profundidades de la miseria, el
malandraje y el desprecio súbito, porque puede que no se conozca mucho de
ideología en este país, pero se etiquetan distinto y se niegan espacios y modos
de convivencia y de sobrevivencia.
Debe ser un karma que arrastramos
desde la guerra de Independencia y que reapareció bruscamente durante estos
últimos 14 años, o quizás quedamos debiendo con altos intereses la gracia
divina de haber nacido en un país petrolero y no entender en absoluto cómo se
utiliza tanta riqueza en paz, para que alcance para todos como es debido, y
haya mejores servicios, mejores empleos, más escuelas y hospitales, más
desarrollo y verdadero respeto por las autoridades y las instituciones.
Esto último del respeto sería la más
titánica de las tareas a encomendarnos a futuro y tendríamos que contar con muy
buenos maestros con grandes pizarras, que nos expliquen una y mil veces y
entender de una buena vez, cómo una autoridad de tan alto nivel, que funge de
parlamentario pero demuestra a su vez desprecio por las leyes, puede jugar con
la inestabilidad de un país como quien apuesta los bienes de toda su familia en
una sola tarde de apuestas.
Así lo desmientan por todos los canales de la hegemonía, lo
ocurrido en la Asamblea Nacional no parece otra cosa que una vil emboscada
anunciada. Basta con ver quién es el dueño del lugar, de los micrófonos, del
derecho de palabra, de los gorilas repartidos en lugares estratégicos para
sembrar terror, de los recursos del hemiciclo, de los salarios de los
diputados, y de los medios y las cámaras que pueden cubrir determinado evento o
hacer mute cuando el patriarca mayor así lo desee, para hacernos una idea de la
clase de cuartel en que nos encontramos.
Fue así como el gordito de la chaqueta
tricolor, Michael Reyes, tuvo sus lamentables 15 minutos de fama. Suplente por
Aragua, se convirtió de un minuto a otro en el más auténtico protagonista que
pudiera tener sketch alguno del reality-show sobre la institucionalidad
democrática en este Congo criollo.
Menos mal que tanto poder acumulado no
pudo hacer nada para que el video tomado por el diputado Luis Barragán desde su
celular, se convirtiera en el prime time de un país empotrado de angustia,
impotencia y enojo con este tipo de acontecimientos que pueden resultar
inflamables.
El video terminó siendo comentado en
todos los noticieros del planeta que dieron cuenta de nuestra vida naturalmente
cínica y violenta, porque la arremetida de Reyes abriéndose paso a puño limpio
contra la odiada humanidad de Julio Borges, no hubiese hecho efecto sin las
desvergonzadas y corrosivas impresiones que hiciera luego el propio Diosdado
Cabello, quien desde hace semanas mantiene secuestrada la razón y la dialéctica
en el Parlamento.
Sin duda que Borges fue el cerebro de
toda esta artimaña desde el momento mismo que levantó la peligrosa pancarta que
decía "Golpe al parlamento", en vez de bajar la cabeza, ponerse
firme, dar media vuelta a la derecha y acatar la voz de mando a discreción.
Del gordito de la chaqueta tricolor de
la televisión sólo se sabe que está residenciado en el municipio Zamora, que
aspira a la alcaldía de la zona, que milita en el PSUV y que cree que su forma
de hacer patria es demoliendo a golpes a quienes discrimina como burgueses de
la derecha, pero nunca hemos visto en la vida social, moral y cívica del
diputado Reyes, una defensa suya,
micrófono en mano, sobre los intereses de la nación, ni de la soberanía,
ni de ningún otro ámbito de la patria, ni nada parecido.
Sin embargo esos escasos minutos
repartiendo golpes fueron suficientes para que varios portales de Internet y
hasta "googlenautas" y twiteros dieran cuenta de unas supuestas
semejanzas entre el desconocido suplente de Elvis Amoroso por el circuito 4 de
Aragua, con un ex parlamentario municipal del Cotorro en Cuba, llamado Michael
Milán Reyes, así como presuntas fotografías suyas en las que sale ataviado de
rojo rojito, como todo jodedor venezolano que cree que se la está comiendo,
modelando armamento y billetes, en extraña imitación a la farándula
"pranera".
Yo no sé si tocamos fondo, pero la
secuencia del gordito de la chaqueta tricolor nos delata, cuando creemos que
todo se arregla a "coñazos" mientras luego le demos paso a la
jodedera, cuando inculcamos que somos un país de tropa por encima de un nación
de ciudadanos, cuando la viveza y la violencia se convierten automáticamente en
nuestro estandarte, y cuando creemos que el salvajismo desatado tendrá siempre
más mérito que el logro del consenso. Lo peor es que ninguna de las 2 mitades
es un país por separado.
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