Mario J. Viera
Tres son las interrogantes que nos
formula el profesor Ariel Hidalgo a propósito del embargo comercial que Estados
Unidos mantiene en contra del régimen castrista: “¿A quién le sirve realmente?
¿A quién verdaderamente perjudica?, y nos llama a que pensemos por nosotros mismos,
para que analicemos “seriamente,
serenamente, sin fanatismos, si vale la pena mantener una política que
evidentemente ha fracasado”.
Empezaré cuestionándome si realmente
la opinión que expresara Berta Soler de mantener el embargo de Estados Unidos
es, como apunta Hidalgo, “una gran
ingenuidad (…) sostener que la
política estadounidense de embargo contra Cuba le quita oxígeno al régimen
castrista y que es un costo que debe pagar por sus reiteradas violaciones a los
derechos humanos”.
Mientras el régimen de Fidel Castro
contaba con los muy generosos subsidios soviéticos, el embargo comercial no
representó un escollo determinante para
su existencia y continuidad y servía muy a propósito para su coartada de plaza
sitiada. El embargo, entonces, permitía justificar su política represiva y sus
constantes llamados a la defensa de la patria y el socialismo, por ello le era
conveniente que se mantuviera el embargo. Cuba recibía petróleo de la Unión
Soviética a precios preferenciales y con la posibilidad de revender en el
mercado internacional parte del crudo que recibía. El azúcar que exportaba a
los países del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) se cotizaba por encima
de los precios del mercado internacional; por otra parte ─ con independencia
del embargo ─ Cuba comerciaba ampliamente con numerosos países de Europa, Asia y
América Latina recibiendo créditos favorables de esos países. Con todo ese
apoyo económico el castrismo pudo darse el lujo de promover la subversión
apoyando y entrenando a grupos guerrilleros en América Latina, y participando
en aventuras intervencionistas en conflictos bélicos en Africa.
Pero la situación entró en crisis
luego de la caída del bloque soviético y la desaparición de los subsidios
económicos y militares que le proporcionaba la desaparecida Unión Soviética. El
régimen se vio urgido a establecer un sistema de subsistencia estricto que se
conoció como “periodo especial en tiempo de paz”. Conociendo la precariedad de
su sistema, el régimen incrementó su política represiva mientras buscaba
desesperadamente aliados internacionales que le sirvieran de apoyo económico y
político y ganar un poco más de tiempo para mantenerse en el poder. Su tabla de
salvación vino de la mano de Hugo Chávez quien pondría las riquezas venezolanas
en función de su sostén y sobrevivencia y le ayudaría a salir paulatinamente de
la crisis del denominado periodo especial. El embargo de Estados Unidos
comenzaba ahora a afectar seriamente al castrismo.
La bonanza venezolana no puede durar
eternamente y eso lo sabe muy bien Raúl Castro. Los precios del petróleo
comienzan a reducirse con lo cual a la economía venezolana le resta capacidad
de sustentar el clientelismo que Chávez logró obtener a favor de sus ambiciones
de liderazgo internacional mientras subsistía el boom de los precios
petroleros. La gravedad de la salud de Hugo Chávez y su muerte posterior
planteó una seria preocupación para el gobierno de los hermanos Castro.
Rápidamente maniobraron para lograr un chavismo sin Chávez que les
proporcionara la asistencia económica que tan urgentemente necesitan y que se
mantuviera durante el mayor tiempo posible que la situación política de
Venezuela permitiera. Sin embargo el gobierno de Nicolás Maduro es por su
esencia de ilegitimidad muy débil y puede caer en cualquier momento como
consecuencia de sus errores o por accionar de sus competidores dentro de los
marcos de PSUV. Los Castro están conscientes de esta situación y saben que
perder el oxígeno que le aporta el chavismo les traería consecuencias
imprevisibles.
Según el criterio de Hidalgo, la
dirigencia castrista “es capaz de
sacrificar todas sus metas económicas en pos de alcanzar sus objetivos
políticos” lo cual es cierto pero dentro de ciertas condicionales. El
castrismo, históricamente ha antepuesto lo político a lo económico, pero
siempre en el plano interno; puede afectar a la economía interna para impulsar
movilizaciones y operaciones militares en gran escala o parar las operaciones
fabriles para montar un desfile de “reafirmación revolucionaria”; pero no puede
dejar de obtener recursos económicos en moneda fuerte para sustentar a su
Estado, sus fuerzas armadas, sus aparatos represivos y de inteligencia, su
colosal campaña de propaganda a nivel internacional y mantener la hegemonía de
la élite partidista y del propio Partido Comunista; para eso necesita recursos.
Para obtener los recursos que les
permita ganar tiempo y darle un alargamiento a su poder, los Castro buscan
inversiones extranjeras en empresas compartidas, se empeñan en el desarrollo
del turismo a gran escala y sobre todo requieren acceder a fuentes de crédito
financieros. No se trata de ideología sino del pragmatismo del poder, si hay
que abrirse a la inversión privada y a las operaciones de las transnacionales
se decidirán por esto siempre que se mantengan como único poder, sin admitir
disidencia u oposición y con todo su aparato represivo funcionando. ¿Dónde
pueden encontrar los recursos que necesitan y el impulso económico que tan
imperativo les resulta? La respuesta es simple: Estados Unidos. Tener acceso a
sus créditos, a su mercado y poder recibir el poderoso turismo estadounidense.
Entonces, bajo estos criterios no sería
una gran ingenuidad “sostener que la
política estadounidense de embargo contra Cuba le quita oxígeno al régimen castrista”
y en conclusión Berta Soler estaría muy atinada cuando reclamó que mantener el
embargo, no contra Cuba, sino contra el
castrismo, es quitarle oxígeno a la dictadura.
Realmente hay que ser ingenuo en
sobremanera pensar para que el embargo “le
brinda también al gobierno cubano una magnífica justificación ante el mundo
para reprimir a disidentes como a la propia Berta Soler bajo el pretexto de que
le hacen el juego al imperio en su ambición de aplastar la soberanía de la
patria”. Ningún gobierno serio puede justificar que cualquier otro gobierno
reprima a sus opositores bajo un pretexto tan absurdo como el de la defensa de
su soberanía. ¿Existe la posibilidad de justificar que el gobierno de Corea del
Norte reprima hasta con la muerte a sus opositores con la excusa de las
sanciones internacionales que se le han impuesto? Corea del Norte podría tener
esa “magnífica justificación ante el mundo”.
En los países del Socialismo del Siglo
XXI se reprime a opositores y a la opinión contraria bajo el pretexto de ser “lacayos
del imperialismo” sin necesidad de escudarse bajo una política de embargo
contra ellos dictada por los Estados Unidos.
En Cuba tuve contactos con muchas
sedes diplomáticas extranjeras, en ninguna de ellas pude percibir que los
gobiernos que ellas representaban justificaran la represión castrista como
resultado del embargo estadounidense. Todos esos funcionarios diplomáticos con
los que tuve contactos sencillamente se solidarizaban con los opositores y
disidentes cubanos, independientemente de que por razones de estado no
condenaran directamente al gobierno de Fidel Castro en ese entonces. Esas
mismas razones de estado de muchos gobiernos para reconocer al castrismo
responden a un catálogo amplio de criterios; unos aspiran a poder cobrar la
deuda económica que el castrismo tiene con ellos; otros quieren tranquilidad
social en lo interno evitando irritar a los grupos de izquierda extremista;
otros, no pocos, por ser gobiernos autoritarios o dictatoriales; muchos por
irle a la contra a los Estados Unidos, ninguno por solidaridad real con los
Castro.
Es por estas razones que año tras año
como expone Hidalgo, “más del 98 por ciento de esos gobiernos votan en la ONU
contra Estados Unidos” en rechazo al embargo.
Tiene completa razón Ariel Hidalgo
cuando afirma: “Ya ese gobierno ha
demostrado sobradamente lo poco que le importa si ese pueblo sufre hambre o
precariedades pues, después de todo, una población que tiene que pensar día a
día cómo “resolver” su subsistencia, no tendrá tiempo ni espacio en sus cabezas
para plantearse el alcance de metas políticas”. Tan cierto es que no
dejaría de serlo aun si los Estados Unidos levantara unilateralmente el
embargo. La supresión del embargo no modificaría significativamente la miseria
y las precariedades de la población cubana; porque al totalitarismo lo que le
interesa es garantizar que exista, esto que ha expresado Hidalgo, una población que tiene que pensar día a día
cómo “resolver” su subsistencia, para que no tenga “tiempo ni espacio en sus cabezas para plantearse el alcance de metas
políticas”.
Con esto dejo respondidas las
interrogantes de Ariel Hidalgo sobre el tema del embargo “seriamente, serenamente, sin fanatismos”.
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