Mario
J. Viera
Se
está como viralizando el criterio, el supuesto de que el régimen del PCC vendrá
abajo por sus contradicciones, sus incapacidades e incompetencias y por el
efecto agregado de las sanciones económicas del embargo estadounidense, las que
estimularán más el descontento de la población, generando numerosas
manifestaciones populares de protestas. Y sí, es posible. Algo así, más o menos
como sucedió en la Unión Soviética. ¡Todos ferices!
Puede
también ocurrir, que dadas esas condiciones citadas, el gobierno, de algún
Díaz-Canel o el de cualquier otro apparátchik que le releve, decida dar un giro
de ciento ochenta grados para reformar al sistema, introduciendo radicales y
hasta progresistas reformas; quizá suprimiendo el artículo 5 de la Constitución
que le confiere al Partido Comunista la condición de; “fuerza política
dirigente superior de la sociedad y del Estado”; puede ser que hasta dicte una amnistía a favor de todos
los presos políticos; que permita la formación de nuevos partidos políticos y
hasta reforme la Ley Electoral; es más, pudiera también permitir la existencia
de un mercado libre, y la inversión de capitales extranjeros; la libertad de
empresa, y hasta imponer una política de privatizaciones que privatice hasta la
cúpula del Capitolio. Se acercará a Estados Unidos; los republicanos del
Congreso estadounidense no podrán sentirse más eufóricos y hasta supriman la
Ley Helms-Burton. ¿Suena bien? Sí, suena bien, aunque con alguna que otra nota
desafinada.
De
hecho, todo el fondo de la estructura del Estado se mantendría incólume, tanto
a nivel nacional como provincial y municipal. Todo el sistema legal y judicial
de la dictadura seguiría funcionando de igual modo que antes. Todo el poder de
las fuerzas armadas continuaría bajo el control del enriquecido generalato,
quizá algunas ligeras reformas dentro del Ministerio del Interior y del
departamento de inteligencia, la Seguridad del Estado. Para reactivar la
economía, junto con las privatizaciones se haría necesario establecer políticas
de choque. Todo sería un proceso de readaptación de la dictadura a nuevas
condiciones.
No,
el derrumbe del régimen dictatorial del PCC no se producirá por generación
espontánea; la democracia no estará completamente garantizada cuando todo se
deje al azar. El derrumbe del totalitarismo debe ser metódicamente elaborado, siguiendo
un plan estratégico que tenga en cuenta el ahora y el después. Debe ser un
esfuerzo organizado multisectorial, con la participación de los grupos de
oposición interna, de derecha, de izquierda y de centro, el empuje de obreros;
estudiantes y juventudes en general; intelectuales y artistas, campesinado; y
emprendedores; todos coordinados en la realización de un mismo objetivo:
Derrocar la dictadura totalitaria y sentar las bases para el establecimiento de
un verdadero sistema democrático donde haya oportunidades para todos,
libertades y justicia social. No se trata de un simple “quítense ustedes para
ponernos ahora nosotros”. Luego de más de siete décadas de ausencia democrática
─ desde el golpe de estado del 10 de marzo de 1952 ─, erigir un estado
verdaderamente democrático no es tarea fácil.
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