Mario
J. Viera
Se
hace necesario renovar la conducción política de toda la diáspora cubana para
encauzarla por senderos libres de todo compromiso, que no sea el de consagrarse
a favor de un movimiento de resistencia antitotalitaria en Cuba; de vivir para
Cuba, no de vivir de ella. Se requiere un nuevo liderazgo capaz de aglutinar a
todos, en el mismo espíritu de cubanía que inspiró José Martí a finales del
siglo XIX.
Hace
falta forjar un haz de voluntades de todos los cubanos de la emigración, sin
exclusiones ideológicas de derecha, centro o izquierda. Hace falta un
movimiento unitario desvinculado de la política interna de Estados Unidos. Es
imprescindible que el exilio entienda que no es el estado mayor de la
resistencia al interior de Cuba; que no es su conductor; que es su apoyo, su
aliado sin trazar líneas de conductas a la disidencia interna. Asesorar, sí;
alentar, también, pero no dirigir desde la distancia.
Hace
falta un verdadero liderazgo, inteligente, práctico, eficaz que sepa cómo
ganarse la opinión favorable de la comunidad internacional, sin mostrar
actitudes de intolerancia o de revanchismo; y totalmente carente de toda
manifestación de populismo. Un liderazgo que no busque alianza con
organizaciones de la ultraderecha internacional; un liderazgo que sepa ganarse
el aprecio, la comprensión y las simpatías de la intelectualidad internacional
y el favor de las minorías nacionales de Estados Unidos; un liderazgo, en fin,
que sea capaz de formar la cultura democrática dentro de todos los sectores de
la comunidad cubana en el exterior de Cuba, y eficiente para denunciar
cualquier pretensión oportunista de liderazgo de cartulina.
¿Es
acaso todo esto imposible?
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