Estimado
Mires:
He
tomado atenta nota sobre la consideración que Ud. hace del régimen existente en
Cuba. Según su opinión, el sistema
de dominación que impera en Cuba “ya no puede ser calificado como
totalitario, carece de apoyo de masas y de un proyecto de
futuro porque para hablar de totalitarismo requerimos que el poder
sea total y, definitivamente, en Cuba, el poder de la clase dominante de
estado, ya no lo es, no goza de aprobación,
ni de consenso, ni de legitimidad”.
Siento un gran respeto por sus opiniones, de hecho, casi
me he convertido en un estudioso de sus trabajos, de los cuales he obtenido
valiosas precisiones. El objetivo de estas letras no es buscar un debate con
Ud. ¡Dios me libre de ello! Lo que intento es defender mi tesis de que el
régimen de Cuba es totalitario y pasar por alto ese que Ud. denomina “desacuerdo conceptual” conmigo.
Por supuesto le agradezco todas sus amables palabras que le dedica a mi libro. Para
mayor precisar. los contenidos de Cuba-Resistencia Noviolenta, no es solo,
digamos, un intento didáctico sobre la lucha noviolenta, sino implícitamente
político.
Por
otra parte, su magnífico artículo “¡Abajo la Dictadura!”, ya lo he reproducido
en mi página de Facebook y en mi blog El Fantasma (https://phantom-elfantasma.blogspot.com
)
Siguiendo
a Hannah Arendt, y a Carl Joachim Friedrich y Zbigniew
Brzezinski, Ud. ve como las características principales del totalitarismo “el terror, una ideología totalitaria, y la sustitución de lo
íntimo por lo público”, para
concluir diciendo que, “de esa triada, solo se mantiene el terror. Ideología política
no hay, y lo íntimo no ha logrado ser usurpado por lo público”; y
para ello se basa en “las crónicas de Yoani Sánchez,
o las narraciones de Leonardo Padura”, dos fuentes que no son la
expresión de la realidad política interna de Cuba. Literatura excelente, pero
solo eso, literatura.
Aunque
estas no son las únicas características que definen al Estado Cubano, estas
están presentes en el modelo político impuesto por el partido comunista.
Mi definición del carácter totalitario de un régimen
político la expuse sucintamente en el bloque XIII, “Hegemonía política como
fuente de poder del totalitarismo”. El totalitarismo es concentración de poder,
bien en la persona de un líder o en
la supraestructura del partido oficial, ejerciendo su hegemonía política sobre
el Estado y la Sociedad (Hegemonía
política). Esta concentración de poder en la actualidad se mantiene dentro del
aparato del Partido Comunista de Cuba y más ostensible en su Buró Político y en
su Secretariado. Distintivo del totalitarismo es la supresión del sistema de
partidos y criminalización del disenso
enmarcado como tal en su propio Código Penal y en sus leyes penales especiales
como la muy conocida Ley 88 aún vigente.
Si
nos referimos a Carl Joachim Friedrich, este identifica cinco factores o
aspectos principales identificadores de totalitarismo, todos presentes dentro
del sistema cubano: 1) una ideología oficial, consistente en un sistema de
enseñanza oficial que abarca todos los aspectos importantes de la vida humana
“con exigencias quiliásticas para una sociedad
“perfecta”; 2) un único partido de masas (en Cuba es selectivo),
consistente en un porcentaje relativamente pequeño de la población total (hasta
un 10%) [En Cuba el PCC alcanza un porcentaje del 17,7% del padrón electoral y los
militantes de la Juventud Comunista ronda en torno al 10%], organizado
habitualmente bajo un solo caudillo de manera jerárquica y oligárquica; 3) un monopolio técnicamente
condicionado y casi perfecto del control sobre todos los medios decisivos de lucha
(en las manos del partido y de los cuadros a él subordinados de la burocracia y
de las fuerzas armadas) [En Cuba todos los ascensos militares se hacen
atendiendo a la confiabilidad política de los mandos, y todos los oficiales,
sometidos a las órdenes del partido, el cual mantiene entre ellos una constante
labor de concientización a favor de la ideología oficial] ; 4) un monopolio
similar técnicamente condicionado y casi perfecto del control (en las mismas
manos) sobre todos los medios decisivos de comunicación de masas, como prensa,
radiodifusión, cine, etc. (En Cuba todos esos medios pertenecen al PCC,
mediante el gobierno, y son controlados por el secretariado ideológico del PCC,
el cual les traza e impone la línea editorial de los mismos); 5) un control
terrorista policiaco, que para sus efectos descansa en los puntos 3 y 4, y
significativamente se dirige no solamente contra los “enemigos” confirmados del
régimen, sino contra grupos de la población escogidos arbitrariamente; en el
caso de esta selección por cuenta propia se trata de medidas para asegurar la
continuidad del régimen, así como de “consecuencias” ideológicas en las que se
hace un uso sistemático de conocimientos sicológicos (esta condición ha sido
permanente en Cuba ya desde el mismo año
de 1959).
Las
dictaduras pisotean las leyes; el Estado totalitario se ajusta a las leyes, las
de su propio estado de derecho. Bajo el estado de derecho totalitario,
enmarcado dentro de los postulados de su propia Constitución política, no
existe como tal el Poder Judicial, sino un sistema judicial estructurado como
un órgano corporativo bajo la dirección de una estructura superior, el Tribunal
Supremo de Justicia, cuyos magistrados son miembros del PCC, electos por el PCC,
pero supuestamente por la Asamblea Nacional del Poder Popular, la cual. también
supuestamente, elige al Presidente y Vicepresidente de la República
(casualmente miembros del Buró Político del PCC) y a los miembros de Consejo de
Estado; y, por supuesto, revoca o sustituye a las personas elegidas o designadas
por ella; es decir por encargo del Buró Político del PCC.
En
el régimen totalitario actúa el principio: Todo
dentro del Estado, nada fuera de o contra el Estado; y el Estado y el Partido
oficial se convierten en una misma identidad. Gobierno, legislativo y judicial
forman una misma identidad y todos, bajo el control y las directrices del
suprapoder, el partido. Y este
principio básico está presente dentro del actual régimen que existe en Cuba.
El totalitarismo requiere, para ser implantado, de la
existencia de un líder carismático que embriague y controle a las masas. Ese
fue el papel fundador de Fidel Castro; pero como expresó Hannah
Arendt, que cito en ese bloque: “El líder totalitario (…) parece
creer que la cuestión de su sucesión no es excesivamente importante, que no se
requieren para ocupar el puesto cualidades o preparación especiales, que
eventualmente el país obedecerá a cualquiera que resulte haber obtenido la
designación como sucesor en el momento de su muerte…”
Este es el caso del dictador sustituto Miguel Díaz-Canel, un mediocre que tiene
sus días contados como secretario general del PCC, algo que ya había previsto
Raúl Castro cuando promovió al Buró Político a Luis Alberto Rodríguez
López-Calleja, cuya muerte oportuna impidió poder sustituir al mediocre Díaz-Canel.
Desde
1968, el poder de la clase
dominante de estado, no goza de aprobación, ni de consenso,
ni de legitimidad; es un
hecho. A partir de entonces las masas ya no eran las armas poderosas de la
dictadura totalitaria, el entusiasmo iba mermando, aunque se mantenían las
grandes movilizaciones en los espectáculos públicos del régimen, y aún se
mantienen esas masividades. En 1980, se produjo la mayor manifestación
espontánea de rechazo al sistema con el tremendo asalto a la Embajada del Perú
y la estampida por el Mariel; pero también se originaron los masivos “actos de
repudio” contra todos los que solicitaran abandonar al país y se han continuado
hasta el presente y puestos en práctica en contra de los promotores de la
marcha cívica del 15 de noviembre de 2021 y en especial contra Yunior García Aguilera.
En 1991, el régimen creó y puso en funciones a las brigadas de respuesta
rápida, a cuyos miembros he identificado con el sustantivo, quizá no muy
apropiado o exacto, de “esquiroles”. Actúan como órganos parapoliciacos con
elementos aportados por los núcleos del PCC y las secciones sindicales de los
centros de trabajo, dirigidos a reprimir a los descontentos. Se les ha visto
actuar armados de estacas durante las manifestaciones del 11 de julio y, listos
para actuar si se producía el reto del 15 de noviembre.
En regímenes autoritarios, autocráticos, dictaduras
militares y/o burocráticas, subsiste una sociedad civil, y hasta funcionan,
aunque con limitaciones diferentes partidos políticos. Eso ocurre en Venezuela
y hubo en algunas de las denominadas “democracias populares” controladas por el
imperio soviético, por lo cual Václav Havel las denominó “post totalitaria”. Con independencia de lo que opinen Yoani
Sánchez y otros, en Cuba no existe una sociedad civil; la Iglesia Católica
funciona dentro de marcos estrechos, sin acceso a los medios de comunicación
masivos, el resto de las iglesias de distintas denominaciones están organizadas
dentro del organismo corporativo del Consejo de Iglesias, controlado por el PCC
y en armonía con el régimen.
No existen organizaciones independientes de profesionales,
ni sindicatos libres. La cultura queda bajo el corporativismo de la UNEAC, cuya
dirigencia esté conformada por conocidos miembros del PCC, al igual que el
periodismo, cuyo ejercicio independiente es criminalizado, permitiéndosele solo
hasta el punto de no cruzar la línea roja impuesta por el régimen; el sector de
emprendedores privados no cuenta con representación gremial y queda constreñido
dentro de la política general del Estado. La educación está sometida a la
ideologización oficial; los párvulos de la enseñanza primaria están obligados a
juramentarse con la fórmula “¡Pioneros por el comunismo, seremos como el Che!”.
Los padres no tienen opción para el tipo de enseñanza que prefieran para sus
hijos; la Universidad no es para todos, sino para los que aceptan las políticas
oficiales sin posiciones críticas; solo son reconocidas las denominadas
“organizaciones de masa” cuyas direcciones están a cargo de funcionarios del
PCC.
En mi definición del totalitarismo omití un elemento
distintivo, la existencia de un enemigo objetivo sobre el cual hacer caer la
culpa de todo, bajo el nacionalsocialismo, ese enemigo eran los judíos, para el
estalinismo eran los saboteadores, para el castrismo, primero el imperialismo
yanqui y con posterioridad el embargo estadounidense identificándole como el
bloqueo criminal.
Pienso que sería útil referirme a las consideraciones que
tomó en cuenta Carl Joachim Friedrich para el
estudio del totalitarismo fundándolas sobre la base de dos tesis: a) la
sociedad totalitaria del fascismo y del comunismo son iguales en sus rasgos
fundamentales, es decir, que tienen más similitudes entre sí que con otros
sistemas sociales y de gobierno. [Esencias iguales, no totalmente iguales] b)
la sociedad totalitaria es históricamente única y sui generis; y agrega
diciendo que, “estas condiciones no presuponen que nuestra comprensión de la
sociedad totalitaria sea perfecta o incluso adecuada (…) Por tanto no
presuponen que las sociedades totalitarias sean unidades firmes y estáticas;
por el contrario, se acepta que han experimentado y seguirán experimentando una
constante evolución, que quizá encierre tanto crecimiento como decadencia.
El
en el caso cubano, el Estado totalitario, se ha visto obligado a hacer
tácticamente algunas reformas tímidas con el propósito de mantener incólume la
hegemonía política del PCC hasta un punto satisfactorio; y tiene que hacerlo
porque ve que sus recursos humanos se van erosionando cada vez más. Hoy no
podemos ver al régimen del PCC situado en el punto del postotalitarismo. sino
en su fase decadente, pero sin dejar de ser totalitario.
Este
es el momento de abatirlo por medio de una resistencia pertinaz, osada y
organizada con objetivos bien definidos. Porque como anotó Hanna Arendt, "La
rebelión popular contra gobernantes materialmente fuertes puede engendrar un
poder casi irresistible incluso si renuncia al uso de la violencia frente a
fuerzas muy superiores en medios materiales".
Espero,
estimado Mires que con este “alegato” mío, podamos mitigar un tanto su “desacuerdo
conceptual” conmigo.
Con
toda mi consideración y el debido respeto que me inspira.
Queda
de Ud.
Mario J. Viera
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