Mario
J. Viera
¿Deberá
la renaciente República, tras el derrocamiento del Estado totalitario,
actualmente existente en Cuba, asumir alguna responsabilidad por la deuda
externa contraída por los usurpadores del poder? Algunos pudieran alegar que asumir
la deuda externa es un tema de continuidad del Estado y, por tanto, el nuevo
gobierno tiene ese deber. Yo alegaría de manera diferente; no se trata del
transito de un gobierno a otro dentro de los cánones del Derecho Internacional,
no un cambio, sino la demolición de un sistema y el restablecimiento de la
legalidad por el retorno de la República, tras la superación de ese lapsus
político, durante el cual el Estado, la República, fue desplazada por una
cuadrilla de usurpadores. El Estado cubano, la República no es continuidad del
actual régimen; es la propia continuidad de sí propia, de la continuidad que
fuera interrumpida desde 1959.
En
artículo que publiqué en Facebook y en el blog El Fantasma, bajo el título NO
ES CUBA, intenté demostrar que el régimen político, que hasta ahora subsiste en
Cuba, no fue resultado del tan manido concepto de la “autodeterminación de los
pueblos”, sino impuesto por la fuerza y mantenido a contrapelo de la voluntad
popular. Un sistema de gobierno que ha creado su propio derecho, no originado
en el tradicional republicano; por tanto, es un régimen usurpador del poder, de
la soberanía popular.
Como
consecuencia, señalé, y disculpen si me cito: “La usurpación del poder del
Estado no es fuente de derecho. Todo acto acometido por los usurpadores no
genera obligaciones a cumplir por el usurpado privado de sus legítimos
derechos. La usurpación es un delito penal e implica que una o
varias personas priven de la posesión o la tenencia, total o parcial, a otras
personas usando violencia, amenazas, engaños o abusos de confianza [Esto
precisamente es lo que el régimen, originado en el poder del Partido Comunista
de Cuba, PCC, ha impuesto en la isla, por medio de la violencia, las amenazas y
el engaño] (…) Una vez restablecida ─ no refundada ─ la República, el Poder
legítimo surgido de elecciones libres, competitivas y transparentes deberá
reconsiderar los compromisos que terceras partes contrajeran con los
usurpadores ─ en este caso, la deuda externa ─”.
La
República no tiene por qué asumir las obligaciones que, con terceros,
contrajeran los usurpadores. La deuda externa del régimen totalitario
constituye, tal como apropiadamente la denominó Rafaela Cruz, “deudas
repugnantes”. Cruz se plantea la siguiente interrogante: “¿es Cuba —término
abstracto que engloba a su población— quien debe ese dinero o es el Gobierno?”
Sin llegar a formular explícitamente a los usurpadores de la soberanía que solo
le corresponde al pueblo, Rafaela lo deja implícitamente dicho: es una deuda contraída
por dictadores (un poder despótico) “no por las necesidades o los intereses
del Estado ─ citando al jurista ruso Aleksandr Naumovich
─, sino para otorgar mayor fuerza a su régimen despótico, para reprimir a la
población que se le enfrenta… Esta deuda no es una obligación para la nación;
es una deuda del régimen, una deuda personal del poder que la ha tomado".
Considerando
el reclamo que los acreedores harían en rechazo a la calificación de repugnantes
a las deudas que se hubieron contraidos con ellos, Rafaela considera
necesariamente demostrar que la deuda se usó en perjuicio de los cubanos, por
lo cual, “podría alegarse. que
cualquier financiamiento otorgado al castrismo [régimen
del PCC] contribuyó a dilatar su existencia y azote, lo que debe
considerarse perjudicial para los ciudadanos”. Ahora bien, si reconociendo
como cierto lo citado por Naumovich, de que la deuda externa contraída por
usurpadores o un poder despótico, es una deuda personal ─ quede resaltada esta
expresión “deuda personal” ─ de quienes tomaron la obligación”, entonces,
debemos concluir que la República restablecida no tiene que obligarse al pago
de la deuda externa del régimen del PCC.
Rafaela
Cruz, concluye su artículo Una Cuba libre no debe pagar deudas 'repugnantes'
(Diario de Cuba. 12 sep. 2022): “La deuda, entonces, de mantenerse tras un
cambio de régimen en Cuba, podría muy bien recaer sobre quienes representaron y
se beneficiaron directamente de la dictadura; con lo que los extranjeros que
están enriqueciéndose en la tranquila Isla comunista de barata y dócil mano de
obra, mientras comparten yates y juegos de golf con los jeques del Partido
Comunista, mañana tendrán que exigirle a esos mismos camaradas, y solo a ellos,
si quieren cobrar sus inversiones. ¡Cuba libre no pagará deudas repugnantes!”
Coincido
en general con los puntos de vista de Rafaela Cruz expuestos en su artículo. En
el libro, Cuba-Resistencia Noviolenta, consideré un supuesto escenario
político “en el cual se mantiene el embargo, todas las sanciones impuestas
por la administración Trump y otras nuevas sanciones económicas; pero la oposición
se ha organizado, ha captado una masa crítica de apoyo que le permita impulsar
una poderosa campaña noviolenta de resistencia, mantenida por un tiempo
apropiado y logre desestabilizar al sistema, de tal forma que le obligue a
parlamentar con el movimiento de resistencia para transferirle el poder” ─
agregué ─ .“El nuevo gobierno que conduzca la transición hacia la democracia
se tendrá que enfrentar a una situación financiera sumamente grave para
acometer el proceso de cambio. Una elevada contracción económica; un elevado
índice de inflación; una insoportable deuda externa; un muy bajo nivel de
exportaciones; una moneda totalmente devaluada; unas reservas en divisas y
moneda libremente convertible aún más deprimidas como consecuencia de las
sanciones: y, junto a todo ello, un presupuesto público deficitario y un muy
elevado gasto público”.
Toda
esta situación generada por la incompetencia administrativa del régimen usurpador
constituirá un profundo dolor de cabeza para el reacondicionamiento de la
democracia en Cuba. ¡No hay vueltas de hojas! Hay que enfrentar todos los
problemas financieros del país y darles soluciones, entre estos el conflicto de
la deuda externa, y, desde ahora, hay que definir cual, al respecto deberá ser
la posición y los objetivos del movimiento de resistencia noviolenta de Cuba: ¡No
reconocimiento a la obligación de asumir la deuda externa contraída por el
Estado totalitario ni promover su capitalización! La República de Cuba no
deberá asumir las obligaciones contraídas por los usurpadores en cuanto a
aspectos económicos y financieros.
Los
acreedores que se den prisa y obliguen al Partido Comunista, a sus dirigentes,
a los miembros del aparato gubernamental y aun hasta los descendientes de los
fundadores del sistema corrupto y totalitario a que satisfagan la carga de la
deuda externa. Vendrá, inexorablemente un mañana, y ese mañana será demasiado
tarde para que, tanto el Club de París, como México, China y Rusia, reclamen los
adeudos del régimen usurpador.
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