Mario
J. Viera
El
lenguaje inclusivo, no ha nacido de la propia evolución del idioma, sino como una
forma demagógica de una izquierda demasiado zurda y aplaudido por los regímenes
del Socialismo del siglo XXI, y por algún que otro come raspas de
características muy snob. Deforman el idioma, con ortografía y modismos
absurdos, como el que utiliza la e como distintivo de un inclusivismo, supuestamente
antisexista y la duplicación viciosa y aburrida de sustantivos y adjetivos
genéricos; todo un atentado a la economía expresiva del idioma, además de
complicar la redacción y la lectura de los textos.
Es
una regla de la gramática española que todo sustantivo terminado en ente o anta,
no posee su correspondiente género femenino, salvo unas pocas y recogidas por
la Academia de la Lengua, como clienta, dependienta, presidenta y gobernanta;
no obstante, si suena cacofónica la palabra se puede emplear el artículo
femenino ante el sustantivo en masculino: la cliente, la dependiente, la
presidente y la gobernante. Por otra parte, es gramaticalmente apropiado el uso
genérico del masculino para designar a todos los individuos de una clase, sin
distinción de sexo, como por ejemplo. Cuando en un texto constitucional se
dice: “Artículo 9. - Todo cubano está obligado…” Se sobrentiende que
están obligados todos los cubanos, sean hombres o mujeres; o el enunciado del
Artículo 10, que dice: “El ciudadano tiene derecho…”, se sobrentiende que son
todos los ciudadanos, sin exclusión, sean hombres o mujeres, los que tienen
derechos”.
En
ocasiones el empleo de este neo lenguaje hace caer en ridículo al que lo
utiliza, como fue el caso de Nicolás Maduro, cuando afirmó que “millones y millonas
me apoyan”. Otros pretendiendo destacar el conjunto de hombres y mujeres que
ejercen idéntico oficio, hasta meten la pata, por ejemplo cuando dicen: “los
poetas y las poetas”, algo hoy bastante generalizado pero con olvido, también
generalizado de que existe un femenino para poeta, que es “poetiza”, que también
existe para actor, el femenino “actriz”; y para héroe está el femenino “heroína”,
algo que he visto en la redacción de algunos corresponsales de prensa
mencionando “la héroe de aquel movimiento…” Hay hasta los que crean “emperadoras”,
olvidando que existe el femenino emperatriz.
No
existe o, al menos no es gramaticalmente aceptado decir “la disidenta” en lugar
de “la disidente”, como tampoco es admisible referirse a la “cantanta” o “sufrienta”, “estudianta”, “adoslecenta” o “pacienta”.
Veamos
esta frase: “nuestros antepasados son dignos de todo nuestro respeto”; los (y
las) inclusivistas redactarían la oración diciendo: “Nuestros antepasados y antepasadas
son dignos y dignas de todo nuestro respeto”; o esta otra expresión: “Nuestros
padres nos enseñaron ser ciudadanos dignos”. ¿Qué tal suena si se redacta en
lenguaje inclusivo? “Nuestro padre y nuestra madre nos enseñaron ser ciudadanos
y ciudadanas dignos y dignas”,
La
demagogia, la estupidez se ha convertido en arma en contra de la fluidez
idiomática e instrumento para la erosión del idioma.
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