jueves, 22 de septiembre de 2022

La demagogia cretina del lenguaje inclusivo

 

Mario J. Viera

 


El lenguaje inclusivo, no ha nacido de la propia evolución del idioma, sino como una forma demagógica de una izquierda demasiado zurda y aplaudido por los regímenes del Socialismo del siglo XXI, y por algún que otro come raspas de características muy snob. Deforman el idioma, con ortografía y modismos absurdos, como el que utiliza la e como distintivo de un inclusivismo, supuestamente antisexista y la duplicación viciosa y aburrida de sustantivos y adjetivos genéricos; todo un atentado a la economía expresiva del idioma, además de complicar la redacción y la lectura de los textos.

Es una regla de la gramática española que todo sustantivo terminado en ente o anta, no posee su correspondiente género femenino, salvo unas pocas y recogidas por la Academia de la Lengua, como clienta, dependienta, presidenta y gobernanta; no obstante, si suena cacofónica la palabra se puede emplear el artículo femenino ante el sustantivo en masculino: la cliente, la dependiente, la presidente y la gobernante. Por otra parte, es gramaticalmente apropiado el uso genérico del masculino para designar a todos los individuos de una clase, sin distinción de sexo, como por ejemplo. Cuando en un texto constitucional se dice: “Artículo 9. - Todo cubano está obligado…” Se sobrentiende que están obligados todos los cubanos, sean hombres o mujeres; o el enunciado del Artículo 10, que dice: “El ciudadano tiene derecho…”, se sobrentiende que son todos los ciudadanos, sin exclusión, sean hombres o mujeres, los que tienen derechos”.

En ocasiones el empleo de este neo lenguaje hace caer en ridículo al que lo utiliza, como fue el caso de Nicolás Maduro, cuando afirmó que “millones y millonas me apoyan”. Otros pretendiendo destacar el conjunto de hombres y mujeres que ejercen idéntico oficio, hasta meten la pata, por ejemplo cuando dicen: “los poetas y las poetas”, algo hoy bastante generalizado pero con olvido, también generalizado de que existe un femenino para poeta, que es “poetiza”, que también existe para actor, el femenino “actriz”; y para héroe está el femenino “heroína”, algo que he visto en la redacción de algunos corresponsales de prensa mencionando “la héroe de aquel movimiento…” Hay hasta los que crean “emperadoras”, olvidando que existe el femenino emperatriz.

No existe o, al menos no es gramaticalmente aceptado decir “la disidenta” en lugar de “la disidente”, como tampoco es admisible referirse a la “cantanta” o  “sufrienta”, “estudianta”, “adoslecenta” o “pacienta”.

Veamos esta frase: “nuestros antepasados son dignos de todo nuestro respeto”; los (y las) inclusivistas redactarían la oración diciendo: “Nuestros antepasados y antepasadas son dignos y dignas de todo nuestro respeto”; o esta otra expresión: “Nuestros padres nos enseñaron ser ciudadanos dignos”. ¿Qué tal suena si se redacta en lenguaje inclusivo? “Nuestro padre y nuestra madre nos enseñaron ser ciudadanos y ciudadanas dignos y dignas”,

La demagogia, la estupidez se ha convertido en arma en contra de la fluidez idiomática e instrumento para la erosión del idioma.

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