Mario
J. Viera
Ayer
hice una excursión por las páginas de la edición digital del Granma ─
resistente que es el hígado mío – y me topé con esta magistral pieza de
oratoria pronunciada por el insigne secretario general del PCC y laureado presidente
de la república macondista de Cuba Miguel M. Díaz-Canel Bermúdez, el 8
de julio de este 2022. Se trataba del cierre del II Consejo Nacional de la
UNEAC, esa corporativa organización de los escritores y artista de Cuba, la
alta representación de la cultura nacional, ¡Válgame Dios!
El
tema básico de tal encuentro de insignes intelectuales se centró en la “descolonización
de la cultura” ¿A estas alturas?; pues sí, porque parece ser que la cultura
cubana está bajo los efectos de una colonización cultural; termino este
muy del agrado y uso de la izquierda bananera de América Latina, y, ¡Claro
está!, en Cuba no se puede omitir la lucha por la “descolonización cultural”.
Pero
si hay colonización, tienen que haber colonialistas y esos colonialistas, ¡no
faltaba más!, son los Estados Unidos y la Europa Central, pero principalmente
los “imperialistas yanquis”; sí porque como explica nuestro eximio presidente, “…el
imperio le confiere tanta importancia a la guerra cultural, por eso el
asedio, el acoso, el permanente interés por comprar artistas, intelectuales,
deportistas, médicos, científicos, en fin, personalidades con
reconocimiento social. Para ello se valen de un potente aparato de
reproducción ideológica con grandes conglomerados de medios de comunicación,
recursos materiales y financieros, que bombardean constantemente ideas, valores
y modos de ser”.
Todo
ello lo ve Díaz-Canel como una “dolorosa pero innegable certeza” y propone la
gran solución: “apelar a una de las armas fundamentales del arsenal
político de Fidel: educar al pueblo…” Fidel, siempre Fidel, es que
olvidarse al glorioso Fidel, ese que desde México nos trajo la gran
insurrección supuestamente liberadora a borde del yate Granma. Granma que
nombre tan simbólico y tan bien ajustado al gobierno, que supuestamente preside
el compañero Díaz-Canel. Sí porque “granma” quiere decir, traducido del inglés,
“abuela”; y no simbólico por la ternura y amor que existe en las abuelas por
sus nietos, sino por lo que infiere a lo viejo, y a lo decadente o a la
similitud con el cuento de la Caperucita donde el lobo de ojos grandes y
colmillos afilados se disfrazó de dulce y tierna abuelita.
Muchas
veces me he preguntado por qué Castro no le cambió el nombre a su yate por otro
de mayor significado en español. Tal vez por las frustraciones del cuerpo de
Voluntarios peninsulares tras el descalabro de 1898, reproducidas en él a
partir de las experiencias del padre, un quinto español que combatió contra los
mambises en la Guerra del 95. Bueno, son simples elucubraciones mías; pero
pudiera ser.
Díaz-Canel
se promueve a favor de “fomentar ─ dentro del pueblo ─ una conciencia
crítica, un pensamiento crítico que garantice un discernimiento culto de lo
que vale y lo que no”. ¿De
verdad cree eso? ¿fomentar un pensamiento crítico? Sí un pensamiento crítico,
siempre que no sea en contra del PCC y de su régimen, un pensamiento crítico
que no choque contra los postulados de la UNEAC o de los lineamientos del
Congreso del PCC sobre la actividad cultural.
Los
escritores y artistas inscritos y controlados por la distinguidísima Unión de
Escritores y Artistas Cubanos (UNEAC), según lo cree el secretario general del
PCC, “tienen la capacidad y la posibilidad de estimular, desde
el conocimiento y la sensibilidad artística, el desarrollo de una cultura
del debate desde edades escolares tempranas”; más demagógico no se
puede ser.
Sin
olvidar aquellas imposiciones a la intelectualidad cubana contenidas en aquel
discurso de Castro conocido como Palabras a los intelectuales,
Díaz-Canel se refiere a la “histórica selectividad de la UNEAC”, una expresión
adecuada, claro que la UNEAC ha sido selectiva, discriminando a los artistas y
escritores disidentes con opiniones críticas. En junio de 2019 la UNEAC celebró
su Noveno Congreso; pero un congreso que además de estar presidido por su presidente
Miguel Barnet, en la presidencia de ese congreso estaban también en primer
plano Esteban Lazo, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular;
Víctor Gaute, jefe del Departamento Ideológico del Comité Central del PCC; y
Alpidio Alonso, ministro de Cultura.
Uno de los temas: hacer un llamado a la cohesión de los artistas e intelectuales frente a los intentos de los enemigos de dividir al movimiento artístico con cantos de sirena y manipularlo con propósitos subversivos (referencia clara al MSI). ¿Qué méritos tuvo el Noveno Congreso? Según Díaz-Canel, el de haber provocado un debate en torno a los desafíos de la organización corporativa de los escritores y artistas que únicamente reconoce la UNEAC “frente a la ola colonizadora que amenaza con invadir todos los espacios culturales por los canales más sofisticados y diversos”.
Hay
que descolonizar la cultura, la que se cree ahora existe, por supuesto no
aquella colonización cultural a la que desde 1961 hasta 1990 existía
proveniente del imperio soviético, literatura soviética, películas soviéticas, programa
de animado infantiles soviéticos.
Los
colonizados para el secretario general, no son los sometidos a las directivas
del PCC que impulsan los congresos de la UNEAC, a los que venden sus talentos
por mesa y cama cómoda sonriéndoles a sus dictadores, son los que se oponen a
las mentiras del PCC, los que rechazan una cultura entre murallas, que osan
pronunciar la maldecida consigna de “Patria y Vida”. Esto le duele al dictadorcillo
y quiere robarse la consigna para poder decir que existe “una militancia con
la vida [se refiere al denominado Programa de atención integral a los
barrios “no se trata de invadir el barrio ni de intervenirlo”], no
al lado sino dentro del pueblo”
Ahora
hay planes, urgentes, imprescindibles. No se puede permitir artistas y
escritores contestatarios, como esos del Movimiento San Isidro, tan atrevidos,
tan provocadores, o aquellos que escenificaron el 27 de noviembre del 2020 con
una sentada frente a la sede del ministerio de Cultura. El gran orador, el
sabio dirigente del PCC, lo explica: “Existen un diseño y un programa de
trabajo para la descolonización cultural que hemos estado
discutiendo (…) Es amplio, abarcador, ambicioso, pero es preciso
socializarlo”. Y es preciso que los sometidos, los que se ponen de espaldas
al pueblo y adornan las mentiras del régimen, continúen haciendo su labor
solapada de confinar a la cultura nacional dentro de las murallas de una
ideología fracasada. Donde se levantan murallas cesa el libre movimiento. El
talento, el verdadero talento no puede ser encerrado dentro de murallas,
siempre será libre
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