miércoles, 30 de marzo de 2016

Un viejo artículo que traigo al recuerdo

Mario J. Viera


NOTA INTRODUCTORIA

El 1 de noviembre de 1999, Fidel Castro se presenta ante la TV cubana ofreciendo una conferencia de prensa. En su larga intervención se refirió al coctel de despedida que en la residencia del Jefe de la Oficina de Intereses se le daba a Michael Kozak y a la que habíamos sido invitados miembros de la oposición y periodistas independientes.  En su alocución Castro me mencionó dos veces citándome como “cabecilla contrarrevolucionario” y como periodista independiente:

El 16 de julio de este año 1999 se efectuó un coctel en la residencia del entonces jefe de la Sección de Intereses Norteamericana (SINA), Michael Kozak, al cual estaban invitados seis cabecillas y 33 elementos contrarrevolucionarios, entre ellos integrantes de la llamada "prensa independiente". Las invitaciones se estaban realizando por la oficina de prensa y cultura de la citada sede, a solicitud del Jefe de la SINA. El propósito de la referida actividad fue despedir a Michael Kozak y que este pronunciara una encendida arenga antes de marcharse. Es decir, recibirlos allí, ya que estos no habían podido participar en la recepción que organizó por el 4 de julio. Organizó una el día 2 para los ciudadanos norteamericanos, y en vísperas de su partida realiza una actividad exclusiva para los contrarrevolucionarios.

“(…) Ahora, ¿quiénes estaban en ese coctel? Bien, había un cierto coctel: cabecillas contrarrevolucionarios —voy a decir nombres—: Elizardo Sánchez Santacruz Pacheco, Odilia Collazo, Lázaro Cuesta Morúa, Mario Julio Viera, Lázaro Cabrera, Gustavo Arcos Bergnes, y, además, Néstor Baguer, Raúl Rivero, Marvin Hernández, Ricardo González, Tania Quintero, Juan A. Sánchez, Jorge Olivera, Lázaro Rodríguez, María del Carmen Carro, Jesús Zúñiga, Manuel David Orrio, Oswaldo de Céspedes, Aurora del Busto, Luis García, Manuel Vázquez Portal, Armando Añel Guerrero, Claudia Vázquez, María de los Ángeles González, Gilberto Figueredo, Manuel Brito, Mercedes Moreno, Omar Rodríguez Saludes, Mario Julio Viera, Carmelo Díaz, Pedro Pablo Ramos, Ramón Alberto Cruz, Adolfo Fernández, Juan Carlos González de Ávila, acompañado de Maritza Calderón, Gustavo Rafael Rodríguez, Edel García —de Caibarién—, Ramón Humberto Colas, Berta Mexidor, Santiago Santana —de Santiago de Cuba—; es decir, recogió en la invitación a su gente más predilecta”.

Nota
Dentro de ese grupo se encontraban tres provocadores “destapados” durante la represión de la Primavera del 2003: Odilia Collazo, Néstor Baguer y Manuel David Orrio.

Habiéndome citado dos veces, una dentro del grupo que Castro denominó como “cabecillas contrarrevolucionarios” y otra dentro de la relación de periodistas independientes, decidí redactar el siguiente artículo con el único propósito de ponerle en ridículo.


No soy un cabecilla contrarrevolucionario

LA HABANA, 4 de noviembre de 1999 - En su comparecencia televisiva del primero de este mes, el jefe de gobierno de Cuba leyó una relación de nombres de las personas que habían asistido al cóctel ofrecido por la Sección de Intereses de Norteamérica (SINA) el pasado 16 de julio, con motivo de la celebración del día de la independencia de las 13 Colonias. En esa lista leída por Castro mi nombre aparece dos veces.

Aunque mi signo zodiacal es Géminis, no me caracterizo por poseer dos personalidades distintas, ni poseo la capacidad astral de poder desdoblarme para estar dos veces en el mismo lugar y en el mismo tiempo. Así, en la lista que la Seguridad del Estado le confeccionara a Castro, mi nombre es citado primero dentro del grupo de asistentes al cóctel que oficialmente se define como "cabecillas contrarrevolucionarios", y posteriormente dentro del grupo al que el presidente denomina "los llamados periodistas independientes".

Por supuesto que sí, yo asistí al cóctel ofrecido en la residencia de Michael Kozak como hubiera asistido, de haber sido invitado, a un cóctel ofrecido en la residencia del embajador de la República Popular China para conmemorar la fecha del 1 de octubre de 1949. Mi oficio -que las circunstancias me hicieron adoptar- es ser periodista independiente, y como independiente no me parcializo con un credo político determinado.

No me preocupan en especial las connotaciones jurídicas que puedan acarrearle a uno la denominación de "cabecilla contrarrevolucionario", que al fin y al cabo son las mismas aparejadas al concepto de periodismo independiente. Sólo pretendo hacer una salvedad de definiciones.

He abrazado el periodismo porque creo que, con el ejercicio de esta profesión u oficio o arte, puedo servir mejor a mi país sin compromiso de partidos y sin el dogal de una ideología. Independiente, para poder expresar mis opiniones tal como las siento en mi corazón y en mi cerebro, y sin preocuparme demasiado si estas no le gustan a gobernantes o disidentes.

Como periodista independiente soy disidente, no creo que haya en el mundo entero un verdadero periodista que no sea un disidente. No es necesario, no es bueno que los periodistas coincidan siempre con la línea de sus correspondientes gobiernos. El periodista tiene que hacer el oficio del perro guardián, que alerta de los peligros y defiende la seguridad de su casa.

Por descontado dejo, que me gustaría poder coincidir con los lineamientos del gobierno de mi país. Cuántos problemas me habría quitado de encima. Estaría ejerciendo tranquilamente mi profesión de ingeniero agrónomo, y no tendría que recibir las periódicas y molestas visitas de la policía política, ni me levantaría ninguna mañana pensando en la posibilidad de que tal vez, en ese nuevo día, sería conducido a la prisión.

Sin embargo, tengo que ser disidente porque creo en la justicia de los derechos humanos y mi gobierno los limita, los condiciona a la "voluntad de construir el socialismo".

Los que no creemos en la utopía socialista, porque el socialismo ha probado su fracaso, no podemos aceptar que nos condicionen nuestra voluntad a una externa y ajena "voluntad de construir el socialismo". No soy contrarrevolucionario, porque no me mueve el propósito de destruir una revolución, y mucho menos una revolución no existente. Y, por otra parte, todavía sigo creyendo en aquella revolución por la que tanto se luchó y se sufrió, que prometía el respeto irrestricto de los derechos humanos, la restauración de la Constitución del 40, el adecentamiento de la administración pública, el mejoramiento social de los trabajadores y el reparto de tierras a los campesinos, y cuya inspiración se fundara en los principios del humanismo democrático y liberal.

Tampoco soy un revolucionario. ¡Dios me libre de ello! Porque no creo que para mejorar a la humanidad y transformar al mundo haya que despanzar a la mitad de los seres humanos o conmocionar los pilares del globo.

No me creo Mesías, que es el ideal personal de cada revolucionario que se siente con capacidad para amoldar a los hombres a un patrón preconcebido, idílico e irreal.

Me niego a aceptar al comunismo, porque niega la libertad y no alimenta al hambriento. Como me niego a aceptar al neoliberalismo, porque concediendo la extrema libertad deja en desamparo a los más débiles y a los más necesitados.

Creo fervientemente en la democracia, ésa que me reconoce las cuatro libertades básicas del ser humano: ir a donde quiera, leer lo que quiera, escribir lo que quiera, y creer en lo que quiera. Que me confiere el derecho a decir "no" cuando entiendo que se debe decir "no". Que me asegura la dignidad, que no me permite humillarme ante la voluntad de un gobierno al que me crea obligado, cuando en realidad son los gobernantes los que están obligados conmigo y con mis conciudadanos.


Por todas estas razones soy periodista independiente, y como soy periodista independiente, y como no me siento con madera de héroe, no soy cabeza de nadie ni líder de nadie ni supremo de nadie, sino de mí mismo, porque, aunque a los materialistas no les guste, tengo la seguridad de mi propia existencia cuando me percato de que soy capaz de pensar: con mi propio cerebro.

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