Mario J. Viera
Fue aquel 17 de diciembre.
Acababa de escuchar la decisión del Presidente Barack Obama de restablecer
relaciones diplomáticas con el régimen de Castro. Aquello me sacó de paso, sentí,
como muchos del exilio, que había recibido un fuerte bofetón, quizá hasta
traicionado… “¡Coño ─ exclamé ─, si esto es así, votaré por cualquier peste
republicana!” Quizá votaría por Jeb Bush si fuera el nominado por el Partido
Republicano como candidato para las elecciones del 2016 y si no fuera así, me
abstendría de votar. El berrinche me duró un cierto tiempo… Luego un gran amigo
mío me dio sus opiniones al respecto y me decía que se trataba de un nuevo
comienzo y que ahora había que remodelar toda la estrategia opositora. Y me
demostró que se estaba ofreciendo una magnífica oportunidad para, desde ese momento,
combatir a la dictadura en su punto más débil, el accionar democrático. Otro
amigo desde la distancia decía que se estaba preparando el camino hacia una
transición en Cuba; no estaba muy de acuerdo con su opinión porque los tiranos
no son los más indicados para facilitar transiciones. El amigo desde la
distancia me replicó diciéndome que sería una posibilidad remota, pero una
posibilidad que fundaba en su experiencia en otras transiciones hacia la
democracia que él había estudiado profundamente.
Pensé, recapacité. El
embargo, al que siempre apoyé, ciertamente no había conseguido generar cambios
en Cuba y era un tema con el que toda la comunidad internacional discrepaba con
Estados Unidos. En el tema del embargo Estados Unidos estaba aislado. Me di
cuenta, analizando las tendencias presentes en la política del partido
republicano, que no precisamente son las de los congresistas cubano-americanos,
que el embargo serían los propios republicanos los que lo levantarían. Muchos
son los intereses corporativos colocados a la sombra del republicanismo. No
levantarían el embargo durante la administración Obama, por supuesto, pero una
vez salido este de la Oficina Oval, ya no habría más rechazo.
Una mirada tranquila echada
sobre toda la historia de la política exterior de los Estados Unidos pone, muy
en claro, que Estados Unidos solo es
firme en sus intereses nacionales y en lo tocante a su seguridad nacional. Estados
Unidos fomenta alianzas con los elementos que le convienen a sus intereses. No
tiene amigos, tiene aliados y el exilio cubano no es ya un aliado útil para
asegurar los intereses nacionales. Cuba, empobrecida hasta la médula, sin el
apoyo de una potencia extracontinental, no representa peligro alguno para los
intereses de Estados Unidos. Más peligro hay en la Venezuela de Chávez-Maduro.
El régimen castrista es el modelo inspirador de los chavistas y había que
anular su influencia, destruyendo su mito del David enfrentado al Goliat
gringo. Obama no lanzará los marines sobre Cuba, nunca, después de los acuerdos
Kennedy-Jruschov, tuvo Estados Unidos la intención de hacerlo, ni siquiera
permitiría ataques armados del exilio cubano contra las posiciones castristas y
todas las administraciones demócratas y republicanas que se sucedieron se
mantuvieron firmes en aquella posición y castraban las energías bélicas del
exilio cubano, al que solo le quedó el recurso del pataleo y de la retórica,
ardiente pero retórica al fin. ¿Qué se había conseguido? ¡Nada! Castro
transfirió su poder a Raúl Castro y se fue para su residencia en el Punto Cero
a esperar tranquilamente una muerte plácida en su propio lecho de convaleciente.
Raúl hizo una pantomima de “reformas” que nada reformaron y reanudó alianzas
con la China comunista y con el oso ruso de Putin. Cuba seguía envuelta en la
Guerra Fría y el mundo no encontraba interlocutor ideal y representativo de
toda la oposición cubana y de todo el exilio, porque son muchas las
organizaciones que lo forman y todas reclaman la máxima representatividad. ¿A quién
apoyaría la opinión pública internacional en el caso cubano? ¡A nadie! Solo
alguna que otra declaración dada, así como de cortesía, o alguna condena retórica
por los actos represivos de la Primavera Negra de Cuba o por el fusilamiento de tres infelices que trataron de robar
una lancha para emigrar hacia Estados Unidos.
En Cuba se sucedieron tímidos
esfuerzos para movilizar a los cubanos. Apareció el cándido Proyecto Varela que
aspiraba a cambiar la ley a partir de la ley y con el concurso de la Asamblea
Nacional del Poder Popular, intento fallido que solo originó una reforma a la
constitución comunista declarando inconmovible el socialismo marxista y el
despliegue de una fuerte represión dirigida principalmente contra los
activistas que habían logrado conseguir más de diez mil firmas de electores en
apoyo del Proyecto Varela. Ya antes se había producido un intento serio de
unidad de todos los grupos opositores agrupados bajo el paragua de Concilio
Cubano. Bastó solo con la detención de sus dos principales impulsores para que
la cúpula de Concilio Cubano decidiera entrar en un “compás de espera, hasta un
momento más propicio” y como daño colateral se produjo el derribo de dos
avionetas de Hermanos al Rescate que pretendía dar apoyo a la realización del
encuentro de Concilio. Nada trascendental sucedió en respuesta a tal criminal
acción de la Fuerza Aérea de Cuba, salvo la ratificación de la Ley Helms-Burton
[The Cuban Liberty and Democratic
Solidarity (Libertad) Act] por el Presidente Bill Clinton que recibió en
respuesta la promulgación de la Ley 88 (de Protección de la Independencia
Nacional y la Economía de Cuba) por parte del régimen de Fidel Castro en un acto
de acción y reacción.
En tanto, el pueblo cubano
seguía a la espera, frustrado, sin esperanzas. La oposición seguía actuando al
margen del pueblo como si fuera una figura fantasmal que nadie ve, que nadie
palpa. ¿Qué podría hacerse entonces, si nada había cambiado en Cuba, si nada
cambiaba en Estados Unidos, si todo se mantenía estancado en un conflicto
permanente y sin soluciones? La Iliada nos remite a una situación parecida de
no cambio. Por años los aqueos estuvieron sitiando y atacando a los troyanos y
los troyanos respondían con sus ataques a los aqueos, y siempre Ilión se mantenía
firme, nada presagiaba que sus muros pudieran ser demolidos. Mucho eran los daños
que ambos combatientes se habían producido entre sí.
Como nada cambiaba, los
aqueos ya estaban a punto de abandonar la empresa contra Troya, cuando apareció
el astuto Ulises que dijo: “Esperen yo tengo la solución”, y ordenó construir
un gran caballo de madera en cuyo vientre se escondería un grupo de aqueos bajo
el mando de Ulises y alejaron las naves de las costas de Ilión. Los troyanos
satisfechos con su aparente victoria llevaron al interior de sus muros al
colosal caballo de madera. El resultado se conoce, Troya caería…
Quizá Obama ella leído la
Iliada y se haya inspirado en su lectura, tal vez no; pero ha reaccionado como
Ulises y colocado en la playa castrista un aparente conciliador caballo de
Troya.
En su discurso dirigido
principalmente al pueblo de Cuba Obama expuso: “Lo que Estados Unidos estaba haciendo no estaba funcionando. Tenemos
que tener el valor de reconocer esa verdad” y agregó: “No debemos temer al cambio, debemos
abrazarlo”. Si una táctica no funciona, si en la práctica ha demostrado
que no da resultados positivos, el estratega sabe que hay que modificarla y
cambiar los métodos con vistas al cumplimiento del plan estratégico general. Y
se dirige al pueblo de cuba y a la juventud cubana: “Quiero que el pueblo cubano ─
especialmente los jóvenes ─ entienda
por qué creo que ustedes deben ver el futuro con esperanza. Y no es la falsa
promesa que insiste en que las cosas son mejores de lo que realmente son, o el
optimismo ciego que dice que todos sus problemas podrán desaparecer mañana. Es una esperanza que tiene sus raíces en el
futuro que ustedes pueden elegir, y pueden conformar, y pueden construir para
su país”. Y advierte a los cubanos, no al gobierno usurpador, al pueblo
diciendo: “Pero incluso si se levantara
el embargo mañana, los cubanos no se darían cuenta de su potencial sin una continuidad de los cambios aquí en
Cuba”. De eso se trata, de que la juventud y todo el pueblo cubano se
decida por los cambios: “Estados Unidos no tiene ni la capacidad, ni la intención
de imponer un cambio en Cuba. Cualquier cambio que venga dependerá del pueblo
cubano”.
Cuando meditaba en estas
cosas, comprendí que los Estados Unidos no le estaba dando apoyo a la tiranía
castrista, que no se dirigía al fortalecimiento de la dictadura, sino todo lo
contrario; Estados Unidos está tendiendo un ramo de olivos, no a Raúl Castro,
lo extiende al pueblo de Cuba y a la juventud cubana. Comprendí que no debía
quedar atrapado por la historia, que había que dar un paso hacia delante y
romper los marcos ya obsoletos y darle un vuelco a la historia, y también
comprendí que siempre hay que hacer cambios y nuevos cambios, pero nunca
estancarnos y no dejarnos atrapar por las mareas de la historia como dijera Obama:
“Las
mareas de la historia pueden dejar a las personas atrapadas en situaciones de
conflicto, y exilio, y pobreza”.
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