Mario J. Viera
Aunque no es una ciencia,
la política tiene componentes que la equiparan a una actividad científica; la
política, lo político no es material para aficionados. La política, en
contrario de lo definido por Carl von Clausewitz, es la realización de la guerra
por otros medios, y toda guerra se estructura sobre tesis científicas para la
confección de su estrategia. El objetivo final de la guerra es la aniquilación
y anulación del enemigo por medio de campañas tácticas y estratégicas. La política
tiene por fin la victoria sobre los oponentes con aplicación de una bien
estudiada campaña política y con la definición de objetivos precisos. En política
como en la práctica de la guerra es determinante una adecuada e inteligente estrategia,
A. Chandler define: “Estrategia es la
determinación de los objetivos a largo plazo y la elección de las acciones y la
asignación de los recursos necesarios para conseguirlos”.
Cualquiera que lea este artículo
se preguntará ¿a qué se debe esta divagación sobre la política comparada con la
guerra? Muy sencillo, contestaré, porque es precisamente el asunto medular del
tema a tratar, esto es, el viaje de Obama a Cuba y el controvertido tema de la
legitimación del régimen castrista que podría ser suscitado, tanto por la
reanudación de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba,
decidida por la administración Obama, como por la visita de este a la isla. La
tesis que planteo ya la dejé explícita antes, cuando dije que la política no es
asunto de aficionados, de esos que solo ven el dedo y no ven el sol que se
intenta tapar con el dedo.
Mucho se dijo, se gritó y
se vociferó que Barack Obama, al restablecer las relaciones con la Cuba de los
Castro, primero estaba legitimando su gobierno, vía reconocimiento diplomático,
y segundo, supuestamente, se declaraba como aliado de los Castro. Dentro de la
doctrina Obama de relajamiento de tensiones, el ramo de olivo que ha enviado a
Cuba es consensual con esa doctrina. El gobierno de Cuba, independiente de que
sea un gobierno usurpado, es un hecho, una realidad, un ente con existencia de
más de medio siglo y Obama ha reconocido esa condición factual y ha actuado,
consecuentemente con su doctrina: el relajamiento de las tensiones en las
relaciones internacionales de Estados Unidos.
La legitimidad de un
gobierno la concede su propio pueblo al aceptarle como tal, bien por el
sufragio o bien por acatamiento implícito. Cuando la gran mayoría de la población
aclamaba al gobierno revolucionario y le demostraba su apoyo, de hecho, lo
estaba legitimando. Cuando un significativo número de votos populares aprobaban
el Proyecto de la Constitución Socialista en 1976, con aquel voto estaba
legitimando el poder. Se pudiera alegar que aquellos votos fueron obtenidos por
engaño o por presión, pero esto no cambia el resultado: Los electores, al
someterse, le estaban confiriendo legitimidad al gobierno. Cuando por convicción
o por necesidad o por temor la población aceptaba la membresía en cualquiera de
las organizaciones satélites del gobierno, estaba legitimando al gobierno. Es más,
hasta gran parte de los grupos opositores, no los insurreccionales, sino los de
la oposición pacífica solicitaban la inscripción de su organización en el
registro de organizaciones del Estado, de hecho, legitimaban al gobierno. Cuando
se presentó ante la Asamblea Nacional del Poder Popular más de diez mil firmas
en apoyo del Proyecto Varela en concordancia con las normas de la Constitución
de 1976, se estaba legitimando al gobierno, se le reconocía la capacidad de
decidir sobre un proyecto de Ley.
El 3 de noviembre de 1958,
la dictadura batistiana celebró unas elecciones que amañadamente le concedió la
victoria a la alianza de partidos aliados al gobierno, la Coalición Progresista
Nacional, el Presidente Republicano Dwight D. Eisenhower declaró ilegítimos
aquellos resultados declarándole a Batista que su gobierno no reconocería al
gobierno que surgiera de aquellas elecciones. Ya desde 1956, Eisenhower había
decretado el embargo de armas contra la dictadura batistiana. El 7 de enero de
1959 el gobierno de Eisenhower reconoce al Gobierno Revolucionario, con lo que
le reconoce como gobierno legítimo en Cuba. Prácticamente dos años después, el 3
de enero de 1961 Estados Unidos rompía las relaciones diplomáticas con el
gobierno instaurado en la isla.
Lo que propició la ruptura
diplomática por parte de la administración Eisenhower, no fue, de ninguna
manera, un rechazo al carácter dictatorial que cada vez se hacía más notorio en
el gobierno de Fidel Castro, puesto que esa administración mantenía magníficas
relaciones diplomáticas con las dictaduras de Trujillo, de Stroessner y de Somoza.
Washington reaccionaba ante las medidas del gobierno de Castro que afectaba a
los intereses económicos de Estados Unidos en la isla y al acercamiento de Cuba
hacia la esfera de la Unión Soviética y ya cuando la CIA estaba asesorando a la
que sería expedición de Bahía de Cochinos.
El 31 de enero de 1962, en
la Octava Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA,
celebrada en Punta del Este, Uruguay, y bajo la fuerte presión del gobierno del
Presidente Demócrata John F. Kennedy que exigía la expulsión de Cuba del organismo
regional tras haber sido declarado el carácter marxista-leninista de la
revolución se decidió expulsar al Gobierno cubano de la OEA como “incompatible con los principios y propósitos
del Sistema Interamericano”.
En 1964 salvo con la
excepción de México y a propuesta del gobierno de Venezuela todos los gobiernos
latinoamericanos interrumpieron sus relaciones diplomáticas con el gobierno
castrista. En noviembre de 1963, el gobierno de Rómulo Betancourt, según el
periódico El Universal, “presentó a la
OEA pruebas contra Castro y Cuba, al descubrir cuatro toneladas de armas
extranjeras en la costa noroeste de Venezuela. La OEA procedió a investigar y
en julio de 1964 declaró a Cuba "culpable de agresión e intervención en
asuntos venezolanos”.
Esta situación de
aislamiento de Cuba comenzó a variar cuando Castro, bajo la presión del Secretario
General del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), Leonid I, Brézhnev,
renunció a continuar con su política de exportación de la revolución que
chocaba con la línea trazada por el PCUS de “Coexistencia pacífica”. Lo que Clara
Gil Fernández explicita diciendo: “Mayor
resonancia supuso que los soviéticos influyeran en Fidel Castro para que limitara
su ayuda a la extrema izquierda iberoamericana”.
Desde entonces, todos los
gobiernos latinoamericanos han reanudado sus relaciones diplomáticas con el régimen
castrista, todos los países africanos, prácticamente todos los países asiáticos
y todos los países de Europa sostienen relaciones diplomáticas con el gobierno
de Cuba. Por muy usurpador que este gobierno sea está legitimado
internacionalmente y en ese sentido el único país que estaba aislado era
Estados Unidos.
¿Es Obama aliado del
castrismo? Así solo lo pueden ver los que no tienen la más mínima idea de lo
que es política. Obama declararía que la política que durante más de medio
siglo había seguido Estados Unidos basada en la confrontación y en el
aislamiento de Cuba no había conseguido su propósito y que había que probar una
nueva política. ¿Cuál era ese propósito? Eufemísticamente hablando sería
reintegrar a Cuba al sistema democrático, pero expresado de manera cruda, el
objetivo perseguido era el derrocamiento del castrismo; así Obama propone otro
camino, ya que el primero no ha alcanzado sus propósitos, otro que pudiera ser
viable para alcanzar el mismo propósito. Y lo dice frente a los funcionarios
castristas: “Lo que Estados Unidos estaba
haciendo no estaba funcionando. Tenemos que tener el valor de reconocer esa
verdad” No estaba funcionando para derrocar al castrismo.
Sin embargo, hay un detalle
que los que gritan, gesticulan y vociferan no han querido ver en esta visita de
Obama a Cuba. Obama ha hecho lo que ningún alto mandatario de América Latina de
visita en Cuba hiciera, reunirse con los representantes de diferentes sectores
de la oposición cubana. El estableció un diálogo con ellos tratándoles como legítimos
interlocutores y escuchando sus opiniones y hasta sus críticas. Con esto Obama
establecería un importante precedente. Ahora, ante el mundo la oposición cubana
quedaba legitimada. Así lo dijo Juan Antonio Blanco en “Dos días que
conmovieron a Cuba”: “Como muestra
palpable de que no estaba dispuesto a hacer concesiones en este campo, Obama
impuso su voluntad de reunirse con disidentes y opositores que él mismo
escogiera y les reiteró su admiración, reconocimiento y apoyo. Escuchó las
críticas y sugerencias sobre su nueva política hacia Cuba, respondió, uno a
uno, a las inquietudes de cada interlocutor y reiteró en privado el compromiso
que ya había hecho público con las libertades y derechos humanos en la Isla”.
Así lo ve Carlos Alberto
Montaner, cuando en el artículo que tituló “A
La Habana ha llegado un presidente cargado de …”, dijo: “Los demócratas de la oposición interna han
resultado los más beneficiados. Eran trece personas de diversos grupos, como
corresponde a cualquier pueblo que aspira a que se respeten las diferencias de
opinión. Obama se reunió con ellos durante casi dos horas, los escuchó, los
apoyó, y luego dedicó la parte medular de su discurso a reclamarle a Raúl
Castro el respeto por los derechos humanos y la necesidad de pluralidad que
requiere una sociedad afectada durante tantos años por la esclerosis del
pensamiento único. El momento en que se dirige al general y le dice que “no
tema las voces de los cubanos que quieran expresarse libremente” es y será por
mucho tiempo un hito en la lucha contra la dictadura”.
El plan de Obama está claramente
expuesto y esto lo han comprendido los gerifaltes del castrismo; ellos se
percatan que Obama persigue objetivos a largo plazo y ha sabido elegir los
medios, en primer lugar, el mismo pueblo de Cuba, sus jóvenes y la oposición
pacífica, y al mismo tiempo hablando directamente a los cubanos ha sabido
explotar la situación real del país para avanzar en sus propósitos.
Es la definición de
estrategia de A. Chandler, que antes citara, pero aplicada a la política: “Estrategia es la determinación de los
objetivos a largo plazo y la elección de las acciones y la asignación de los
recursos necesarios para conseguirlos”. O como afirmara Sun Tzu en el Arte
de la Guerra: “El general (el strategos)
debe estar seguro de poder explotar la
situación en su provecho, según lo exijan las circunstancias. No está vinculado
a procedimientos determinados”.
Obama está planteando una
nueva estrategia y aplicando nuevas tácticas. Ahora toda la oposición cubana
tanto interna como en el exilio debe prepararse para reacomodar sus medios empleando
para ello, la inteligencia, la astucia, la disciplina y el coraje.
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