miércoles, 8 de junio de 2016

Una biografía crítica del germano-americano Donald Trump


Mario J. Viera

El extravagante político y empresario estadounidense Donald Trump nació el 14 de junio de 1946 en Queens, New York, hijo del descendiente de alemanes Frederick Christ ''Fred'' Trump y de la inmigrante escocesa Mary Anne MacLeod. Su abuelo paterno de nombre Friedrich Drumpf o Trumpf quien al cabo de cinco años en Estados Unidos anglicanizó su nombre como Frederick y modificó también su apellido para hacerle coincidir con la carta de triunfo en un partido de naipes, Trump; luego se mudaría para el pueblo maderero de Seattle. Con el ahorro de unos cientos de dólares adquirió mesas y sillas y compró el Poodle Dog, un pequeño restaurant al que le cambió el nombre por el de Dairy Restaurant, ubicado en una zona roja del pueblo donde había una variedad de tabernas, casinos y burdeles. Su última movida fue al Yukón en plena fiebre del oro. Más tarde se residenció en New York. En octubre de 1905 nacía el padre de Donald. Durante mucho tiempo este señor por conveniencias ocultó su procedencia alemana afirmado que sus padres eran nacidos en Suecia. Según su sobrino John Walter, este ocultamiento de su verdadero origen se debió a que “tenía muchos inquilinos judíos y no era nada Bueno ser alemán en aquellos días” tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, hay alegaciones que le presentan como partidario del fascismo. Se alega que en 1927 Frederick Christ Trump fue arrestado por participar en una marcha fascista organizada por el Ku Klux Klan en New York, algo que Donald Trump ha negado enfáticamente, aunque había nacido 19 años después de la alegada detención: “Él nunca fue arrestado ─ insiste Donald Trump ─ Él no tenía nada que ver con aquello. Nunca tuvo lugar. Él nunca fue arrestado, nunca fue convicto, ni siquiera nunca se le hicieron cargos. Esto es completamente falso, una historia ridícula”.

De acuerdo con Joseph D. Lyons (“Who was Donald Trump’s father?”, Bustle, 26 de octubre de 2015) Fred Trump y su madre comenzaron a construir viviendas unifamiliares en Queens, que vendían por menos de $ 5 000 y se conocían por su elevada calidad. Pero, tal como su hijo Donald, Fred no estuvo inmune a los escándalos, señala este autor, la organización de Trump fue acusada por la Comisión de Derechos Civiles de Estados Unidos por no rentar a negros. En los expedientes de la corte los porteros declararon que se les había dicho desalentar a inquilinos negros que viniera a ver los departamentos que eran para excursionista o diciéndoles que no quedaban vacantes. Las solicitudes que se enviaban a la oficina de Trump se codificaban por raza. La organización Trump finalmente llegarían a un acuerdo de que las vacantes se anunciaran en los periódicos de las minorías y a promover las minorías dentro de la organización.

En 1959 el padre de Donald lo envía a una rígida escuela militar, la New York Military Academy, con la intención de corregir, lo que años más tarde él denominaría, su “rebeldía” de adolescente. Sobre su estancia en aquella escuela militar, en realidad un tipo de boot camp para hijos díscolos de familias acomodadas, diría Trump: “Fue duro, aunque recibí una gran educación en varios sentidos. Eran tipos acostumbrados a lidiar con mal criados como yo” y consideró que en aquella escuela había recibido “más entrenamiento militar que muchos de los chicos que entran en el ejército”. Ciertamente era dura la escuela, así lo reconoce el coronel Theodore Dobias quien fuera mentor de Donald Trump durante el tiempo en que este estaba en aquella escuela militar: “Bueno, él estuvo en una escuela militar por cinco años. Eso era como estar en el ejército, créame. Esto es seis en punto en la mañana, 10:30 en la noche. Cinco días de escuela. De 8 hasta las 3:30…  Estudio a las 7:30 hasta las 10:30. Y créame era así. Había 400 chicos y eso era lo que hacíamos”. Dobias le comunicaría a Michael D’Antonio quien buscaba información para una biografía de Trump, que él denominaba a Trump “un manipulador, aún entonces” y agregaría diciendo “Incluso entonces, él deseaba ser el número uno. Deseaba ser notado. Deseaba ser reconocido. Y a él le gustaban los cumplidos”.

Estados Unidos se había involucrado en el conflicto de Viet Nam. Durante aquel tiempo existía la conscripción obligatoria para las fuerzas armadas de Estados Unidos; pero Donald Trump era “un hijo dichoso” y logró en 1968 librarse de la guerra de Vietnam. Entre los años de 1964 a 1966, Trump asistió a la Universidad de Fordham en el Bronx; pero él no se sentía a gusto en Fordham. Gwenda Blair declaró al New York Daily News que buscando informaciones para una biografía del magnate había conversado con estudiantes de la Fordham: “Mi impresión al hablar con otros estudiantes (de Fordham) fue que él estaba haciendo tiempo hasta que resolvió su próximo paso. Parecía que estuviera averiguando como salirse, pero nunca pareció que sería un graduado de Fordham”. De hecho, esta estancia en Fordham le valió a Trump un aplazamiento por estudios para su incorporación en el Servicio Militar.

Luego de su estadía en la que despreciaba Universidad de Fordham en el Bronx, matriculó en la Wharton School of Business de la Universidad de Pennsylvania, una de las pocas universidades entonces que ofrecía el estudio de bienes raíces, graduándose finalmente en 1968 con el grado de bachelor's degree (licenciatura) en Economía, un grado inferior al de Master y que se alcanza en cuatro años de estudios. Nuevamente esta condición de estudiante le posibilitó nuevos aplazamientos para su incorporación al Servicio Militar. Por otra parte, contaba con un número muy alto en el sorteo para el reclutamiento de acuerdo con su mes y día de nacimiento, junio 14 que representaba un escalafón de 356 y aunque en 1966 había sido considerado apto para el servicio y en 1968 fuera brevemente clasificado como apto por una oficina local de reclutamiento más tarde sería medicamente declarado no apto por una condición en sus pies que Trump diría se trataba de espolones en ambos pies. ¿Un tipo con suerte?

En junio de 1999 muere Fred Trump, luego de sufrir seis años con Alzheimer dejando tras de si una fortuna neta estimada entre $250 millones y $300 millones. Un impulso que recibiría la carrera de edificador de hoteles y casinos de Donald Trump y que le ha reportado una fortuna estimada por Forbes en $2.7 billones y un sueldo anual de $60 millones anuales. Para muchos es la representación del hombre hecho a sí mismo; pero en opinión de Brian Miller y Mike Lapham (“The Self-Made Myth: The Truth About How Government Helps Individuals and Businesses Succeed”, Berrett-Koehler, 2012) “su éxito habría no sido en absoluto posible sin su padre, el público en general y el gobierno de Estados Unidos”. Estos autores señalan que es fundamental tener en cuenta que el éxito del padre de Donald Trump fue posibilitado y protegido por programas de financiamiento gubernamentales, lo que le garantizó una ventaja inicial a Donald Trump. En 1934 durante las dificultades generadas por la Gran Depresión, el financiamiento de la Administración Federal de Viviendas (FHA) ayudó a Fred Trump a revivir sus negocios y comenzar a construir casas en Brooklyn que se vendían a $6 000.    

En 1974 Donald Trump asume la presidencia de la organización paterna, ampliándola mediante comprando edificios, campos de golf, hoteles, casinos y otras instalaciones recreativas colocándoles bajo su firma. En 1990 Trump cayó en bancarrota. Siguiendo a Brian Miller y Mike Lapham, la compañía de Trump pudo sobrevivir por un pacto de rescate acordado en agosto de ese año por 70 bancos que le permitieron diferir una deuda de cerca de un billón de dólares, así como tomar una segunda y tercera hipoteca en casi todas sus propiedades. Si no hubiera sido por el esfuerzo colectivo de todos los bancos y partes participantes en el acuerdo de 1990, los negocios de Trump hubieran quebrado definitivamente. Desde el momento de su nacimiento, aseguran los autores citados, ya Trump estaba destinado al triunfo. La gran herencia que le legara su padre, unida a las contribuciones y la protección de la sociedad y del gobierno de Estados Unidos lo elevaron a la lista 400 de Forbes casi inevitablemente. No obstante, Trump ha fallado en reconocer este fenómeno y continúa expresando su creencia de que todo lo hizo por sí mismo. Por su parte Forbes destaca los negocios fracasados del magnate: “Casinos que quebraron cuatro veces, una aerolínea de lujo que nunca prosperó y hasta un resort sin terminar en México son algunos de los fracasos en los negocios del multimillonario que quiere ser presidente de Estados Unidos”.

Actualmente la Trump Organization administra una serie de propiedades ubicadas en diversos países, como Panamá, Brasil, el Caribe y en diferentes zonas de Estados Unidos y la Trump Entertainment ha expandido el número de sus casinos. Trump posee también un equipo de fútbol en Nueva Jersey y patrocina combates de boxeo, además de una carrera ciclista denominada Tour de Trump. Su conglomerado empresarial incluye campos de golf y reputadas compañías como Trump Enterprises Incorporation, The Trump Corporation, Trump Development, Wembley Realty, Park South y Land Corp. de California. Hoy, ocupa el lugar número 405 en la lista de la revista Forbes de los más ricos del mundo, con una fortuna de US$4.000 millones (Biografía y Vidas) En realidad tal y como lo califica Ana Swanson (The myth and the reality of Donald Trump's business empire. The Washington Post. 2/29/2016), sus “decisiones de negocios a lo largo de los años muestran que Trump es una mezcla de fanfarronería y arrogancia (braggadocio), de fracasos comerciales y de éxito real”. Citando al New York Times Swanson señala que los bancos de Wall Street siguen siendo reacios con Trump debido a las previas quiebras y su naturaleza contenciosa; así mismo tomado como fuente a la Comisión Federal de Elecciones, 15 compañías asociadas con Trump deben más de $270 millones a los bancos. Trump respondiendo a estas críticas dice no hacer uso de Wall Street porque no necesita el dinero ─ él es suficientemente rico para hacer su propio financiamiento.

Swanson, además resalta las palabras de Michael D’Antonio ─ autor del libro Never Enough (Nunca es suficiente) una biografía de Trump ─ cuando dice refiriéndose a Trump: “Pienso que él es muy bueno en bienes raíces, no creo que sea muy bueno en otras cosas. Trató de manejar una línea aérea y en eso falló. Intentó con los casinos y cuatro veces falló. Esto no es evidencia de brillantez a la hora de operar un negocio complejo”. Sin embargo, Trump se anuncia como una esperanza para los tantos que sueñan con una vida sin aprietos: "Lo bello de mí es que soy muy rico". La riqueza como ideal de perfección humana.

Sin embargo, Trump no solo invierte en bienes raíces, sino que lo hace en política; así en un informe del 2011 del Center for Responsive Politics se dice que en dos décadas electorales había contribuido para las campañas de candidatos tanto demócrata como republicanos. En los años de 1980 apoyó financieramente a Ronald Reagan y en las elecciones de 2012 dio su apoyo a Mitt Romney. En 1988, en el 2004 y finalmente en el 2012 insinuó presentar su candidatura para la presidencia, y en 2006 y 2014 para gobernador de New York, no obstante, ninguna de estas intenciones llegó a materializar. En 2000 Trump sería candidato para la presidencia por el Partido de la Reforma (Reform Party), un partido ultraconservador fundado por el magnate Ross Perot.

En 2004 Trump inicia, lo que sería el más exitoso empeño para promocionar su persona, el reality show, The Apprentice transmitido por la cadena NBC. “La primera temporada de The Apprentice se lanzó en enero de 2004. Los participantes competían entre sí para ganar un premio de 250,000 dólares y la oportunidad de dirigir una de las empresas de Trump” (Forbes, 23 de junio de 2015). El programa, pronto obtuvo una gran audiencia por encima de los 20 millones de televidentes. Para Forbes, “Este programa le dio más notoriedad a Donald Trump como personaje público y lo posicionó como un personaje influyente. En 2013 estaba en el lugar 30 de la lista Forbes de las 100 celebridades más poderosas del mundo”. De acuerdo con informaciones aparecidas en el New York Times este programa televisivo es considerado como una jugada de Trump buscando fortalecer su imagen pública ante el proceso que se seguía en la renegociación de las deudas de sus empresas. La popularidad alcanzada por el reality show resultó ser un trampolín útil para lograr, lo no creíble, alcanzar la nominación como candidato para la presidencia por el partido Republicano batiendo a todos sus competidores, la gran mayoría de ello con una alta experiencia política muy por encima de la poca que posee Trump. Refiriéndose a la popularidad que The Apprentice le concediera a Donald Trump, el presidente Barack Obama expresó: “Atravesamos momentos difíciles y realmente (la presidencia) es una función seria. No es un programa de reality show”.

Desde la década de los 80, Trump ha invertido principalmente en el cuarto sector de la economía, sobre todo en hoteles y casinos, incluyendo el certamen de Miss Universo que adquirió a mediados de la década del 90 aprovechando la pérdida de patrocinadores del concurso y la falta de interés de algunos países de participar en el certamen. Excepcionalmente, Trump invirtió en el sector primario de la economía al adquirir por compra 314 ha de viñedos en Charlottesville, Virginia, conjuntamente con una lujosa mansión. Forbes relata esta operación diciendo: “¿Cómo lo hizo? Es una historia un tanto complicada: la mansión Albermale y los viñedos pertenecieron a John Kluge, el hombre más rico de Estados Unidos en 1990, con una fortuna de 5,200 mdd. Ese mismo año, John Kluge y su esposa, Patricia, se divorcian y ella gana la mansión y el terreno, que estaba valuado en 100 mdd. Entre 2007 y 2011, Patricia obtuvo casi 70 mdd en préstamos para expandir la producción de vino. Los vinos fueron exitosos, pero la administración fracasó. Para pagar a sus acreedores hipotecó la mansión y cayó en impago. Bank of America embargó la propiedad. Donald Trump entró en escena y llegó a un acuerdo con el hijo de John Kluge para comprar un terreno de 87 hectáreas aledaño a la mansión por 500,000 dólares.  En 2012, Trump, junto con su hijo, Eric, completó la compra de la mansión y los viñedos por 14.6 mdd. En mayo de 2015 abrió Trump Albermale Estate, un hotel con un costo de 399 dólares la noche”.

En su campaña por la nominación republicana, Donald Trump alardea en contra de los otros candidatos a los que luego eliminaría del contexto: "Creo que la única diferencia entre los otros candidatos y yo es que soy más honesto y mis mujeres son más bonitas". Sí, podría fanfarronear sobre la belleza solo física de las tres que fueron sus legítimas esposas; pero también debió corregir diciendo: “mis mujeres son más bonitas y… más conflictivas”. Su primera esposa, Ivana Marie Trump cuyo nombre de soltera era Zelníčková una inmigrante nacida en Checoslovaquia que para abandonar el país sometida al comunismo se había casado anteriormente con un instructor austriaco, George Syrovatka con residencia en Canadá de quien se divorciaría en 1977. Ivana era una mujer de una edad próxima a la de Trump. Experta en el deporte de esquí y con gran capacidad para la gestión empresarial, lo que demostró dando impulso a las empresas de Trump donde había participado. En Montreal había trabajado como modelo para algunas de las principales compañías de pieles de Canadá. Luego de su divorcio viajo a New York para promover los Juegos Olímpicos de Montreal, y en aquella ciudad de Estados Unidos conoció a Donald Trump. El 7 de abril de 1977 Ivana y Donald contrajeron matrimonio. La felicidad duraría poco, hacia fines de ese mismo año, circularon rumore de que Trump mantenía una aventura con Marla Maples, una beldad que había ganado un concurso de belleza. Ivana en 1991 le pediría el divorcio. Fue este el peor negocio de Donald Trump.

La checa Ivana no estaba dispuesta a solo decirle adiós. Exigió la mitad de todos los bienes del empresario. La lucha de Trump para disminuir a la esposa traicionada fue en vano. Todo un escándalo recogido por la prensa. No había concluido aquella batalla legal cuando muere el padre de Ivana. Allí, en el funeral, Ivana y Trump acordaron continuar de manera amigable el proceso de divorcio. Donald Trump se rendía. Una buena tajada financiera obtuvo la hábil mujer: $25 millones en efectivo, la mansión familiar en Connecticut y una gruesa suma de dinero anual como pensión alimenticia, $5 millones.

En diciembre 1993 Trump se casaría con la antigua amante, pero tomando precauciones para impedir que otra vez sucediera lo que había experimentado con el divorcio de Ivana. La lección de aquel divorcio, dice Carlos Manuel Sánchez, “es que si a Trump le plantan cara recula” (La señora “trampa”. XL Semanal. 3 de abril de 2016). Marla Maples, 17 años menor que Donald Trump, no tuvo un matrimonio feliz; en 1997 ella y el magnate se separarían y finalmente se divorciarían dos años después. Trump así declararía a los medios: “Después de una larga relación y un matrimonio de tres años y medio, hemos decidido separarnos, como amigos”.

Por aquel entonces aparecería en la vida de Trump una bella modelo, mucho menor que él de nombre Melania Knauss (nacida Melanija Knavs). Ocurrió en 1998 en una fiesta en Manhattan. La eslovena impresionó de inmediato al empresario. Le solicitó su número de teléfono, pero ella no se lo dio pues Donald, esa noche, estaba acompañado con otra mujer. Al siguiente año ya estaban comprometidos. Su compromiso amoroso con Trump se daría a conocer públicamente en 2004 durante una transmisión en el reality show "The Apprentice" que conducía Trump; finalmente se casarían en enero de 2005. Aunque es evidente que sus mujeres han sido verdaderas caza fortunas Donald Trump fanfarronea diciendo: “Tengo claro lo que quiero y hago lo que sea para conseguirlo. Las mujeres encuentran que mi poder es tan excitante como mi dinero”.

Estas frases de Donald Trump definen claramente su personalidad, querer triunfar sobre otros y para ello, hacer “lo que sea para conseguirlo” y, sobre todo, más que dinero ─ aunque el dinero lo facilita ─ el poder. Disfruta del escándalo cual una figura de la farándula porque las gacetillas dan fama y esto lo aprendió de su primer divorcio cuando se llenaban páginas enteras de periódicos comentando el proceso. La exaltación de los lujos que le concede el dinero y el poder y se da el gusto de regalarle a su esposa un anillo valorado en un millón de dólares. El poder que le permite parecer “diferente” y hablar con desfachatez sin importarle para nada lo que sus palabras puedan ser ofensivas y ser criticado por ello, y le dice a la revista Esquire: “Ya sabes, en realidad no importa lo que digan de ti, mientras tengas a tu lado un joven y hermoso trasero".

Creyéndose un verdadero triunfador hecho a sí mismo, no le sobra tiempo para escribir libros que aconsejan a los incautos a como ser ricos; así tiene entre otros los siguientes títulos: “The art of the deal”, “How to get rich”, “Why we want you to be rich”, y “Think big and kick ass in busines”. En “How to get rich” se vanagloria a sí mismo, “los autores billonarios poseedores de rascacielos en Manhattan y con una exitosa serie de televisión prime-time, son los más raros de todos” como es él y a quien acudir en busca de consejos. En todos sus libros da consejos para llegar a ser ricos, recomienda, por ejemplo, “Si vas a pensar, piensa en grande, como lo hicieron los grandes dictadores de todos los tiempos”; esto es, pensar en el poder; Sin embargo, dentro del conjunto de sus ilustrativas opiniones, omite que la primera condición para el éxito es contar con una herencia de varios millones de dólares, como fue su caso.

En ocasiones, Trump es implacable con todo lo que a su juicio pueda tomarse como un crimen guiándose solo por las apariencias, como ocurrió en 1989 en la muy publicitada causa de los “cinco de Central Park”. Trump se levantó como el adalid de la justicia. Cuatro jóvenes negros y un hispano habían sido acusados de un violento asalto sexual contra una mujer blanca, Trisha Meili, en el Parque Central de New York. La policía necesitaba culpables y empleó métodos de fuerza sobre los cinco tratando de hacerles confesar el crimen que no habían cometido. Todavía no se había celebrado el juicio contra los cinco, cuando Trump, actuando solo por apariencias pagó 85.000 dólares para contratar espacios publicitarios en cuatro periódicos neoyorquinos, incluido The New York Times. Un titular encabezaba aquello espacios contratados: “Devuelvan la pena de muerte, devuelvan la policía", Trump en aquellos espacios pidió "odiar a estos ladrones y asesinos. Deberían sufrir y si matan deben ser ejecutados. Su caso tiene que servir de ejemplo para disuadir a todos aquellos que quieran cometer un delito o un acto violento”. Aquel llamado de odio preocupaba seriamente a aquellos cinco. Uno de ellos, Yusef Salaam declararía años más tarde: “Estábamos aterrados. Nuestras familias estaban aterradas. Todos los que nos querían estaban aterrados. Era como si alguien nos apuntara directamente a la espalda. Si hubiésemos sido blancos, Donald Trump no habría publicado este anuncio”.  Este era el resultado de los ataques de Donald Trump. D’Antonio señalaría con respecto a Trump: “Tiende a presentar al otro como alguien diferente o ajeno. Creo que sabía lo que hacía cuando se posicionó en contra de los chicos, sabía que se estaba poniendo del lado de la ley y del orden público, especialmente de la ley y del orden público de los blancos. No creo que conscientemente quisiera incitar el odio racial pero su impulso siempre es provocar y crear polémica en vez de ayudar a las personas a razonar y a actuar con prudencia”.

El abogado Michael Warren, que actuó como defensor en la causa de los cinco refiriéndose a la condena dictada contra los acusados expresó: “(Trump) Envenenó la opinión de muchos neoyorquinos que, como es normal y comprensible, sentían empatía hacia la víctima. El lenguaje incendiario de los anuncios también pudo alterar la percepción de los miembros del jurado, que tenían que ser imparciales y justos, así como la de sus familiares”.

En 2002 se conoció al verdadero violador de Trisha Meili y antes de las Navidades de ese año el Tribunal Supremo exoneraría a los cinco, luego de pasar 7 años en prisión. Trump no se disculparía. En el New York Daily News, se refirió al acuerdo tomado por la ciudad de New York de compensar a los cinco con una indemnización de 41 millones de dólares, diciendo: “Este acuerdo no significa que sean inocentes, lo que sí demuestra es una gran incompetencia a todos los niveles”. Sobre esta posición intransigente de Trump, declararía D’Antonio: “Su falta de sensibilidad y su incapacidad para analizar las cosas desde una perspectiva realista a veces resulta desconcertante. No creo que tenga el menor interés por intentar comprender cómo los demás perciben la realidad o cómo la perciben los tribunales. Hay pocos casos de injusticia tan flagrantes como este y él es incapaz de comprenderlo”.

Aspirando a más, Donald Trump presentaría su candidatura para la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Republicano el 16 de junio de 2015. Nadie entonces le consideraría como un precandidato con posibilidades para alcanzar alguna posición relevante en la competencia por la nominación. Entonces se produjo el torbellino que le impulsaría en sus aspiraciones empleando un mensaje carente de todo lo que es considerado como lenguaje “políticamente correcto”. El ganaría las principales coberturas de los medios informativos y de manera gratuita, por sus expresiones fuertes y en ocasiones groseras. Unos le miraban como quien mira a un payaso que solo hace reír con sus desplantes; pero aquel modo rudo de expresarse, aquella manera desfachatada y provocadora de su retórica pronto le fue logrando adeptos. En él algo nuevo, diferente se adivinaba. Era todo lo contrario de la política del establishment y un verdadero diletante en la política. Él era todo lo que se pudiera calificar como la antipolítica. Su lema, nada original de Make America Great Again ─ Ronald Reagan había utilizado un lema semejante: Let’s Make America Great Again ─ lanzado como una orden dada por un superior, ha captado la aprobación de los sectores chovinistas de Estados Unidos, “Haz que Estados Unidos sea Grande de nuevo”.

En sus gestos Trump mimetiza los de Benito Mussolini y como bien dice Robert O. Paxton, es un demagogo perfectamente preparado para la explosión de las comunicaciones del siglo XXI.  


Se ufana del apoyo que recibe: “Dicen que tengo a la gente más leal, ¿han visto? Podría pararme en la Quinta Avenida y disparar a alguien y no perdería ningún votante. Es increíble” y esto es cierto, sus seguidores son fieles a él, al ídolo de oro, del esplendor y de la arrogancia. Ahora es el candidato del Partido Republicano y ha vencido en su avance demoledor hasta el poderoso movimiento conservado del Tea Party. Gane o no la presidencia, Trump marcará un antes y un después para el Partido Republicano. Su historia aún no ha concluido.

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