Mario J. Viera
El
extravagante político y empresario estadounidense Donald Trump nació el 14 de
junio de 1946 en Queens, New York, hijo del descendiente de alemanes Frederick
Christ ''Fred'' Trump y de la inmigrante escocesa Mary Anne MacLeod. Su abuelo
paterno de nombre Friedrich Drumpf o Trumpf quien al cabo de cinco años en
Estados Unidos anglicanizó su nombre como Frederick y modificó también su
apellido para hacerle coincidir con la carta de triunfo en un partido de
naipes, Trump; luego se mudaría para el pueblo maderero de Seattle. Con el
ahorro de unos cientos de dólares adquirió mesas y sillas y compró el Poodle
Dog, un pequeño restaurant al que le cambió el nombre por el de Dairy Restaurant, ubicado en una zona
roja del pueblo donde había una variedad de tabernas, casinos y burdeles. Su
última movida fue al Yukón en plena fiebre del oro. Más tarde se residenció en
New York. En octubre de 1905 nacía el padre de Donald. Durante mucho tiempo este
señor por conveniencias ocultó su procedencia alemana afirmado que sus padres
eran nacidos en Suecia. Según su sobrino John Walter, este ocultamiento de su
verdadero origen se debió a que “tenía
muchos inquilinos judíos y no era nada Bueno ser alemán en aquellos días”
tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial.
Sin
embargo, hay alegaciones que le presentan como partidario del fascismo. Se
alega que en 1927 Frederick Christ Trump fue arrestado por participar en una
marcha fascista organizada por el Ku Klux Klan en New York, algo que Donald
Trump ha negado enfáticamente, aunque había nacido 19 años después de la
alegada detención: “Él nunca fue
arrestado ─ insiste Donald Trump ─ Él
no tenía nada que ver con aquello. Nunca tuvo lugar. Él nunca fue arrestado,
nunca fue convicto, ni siquiera nunca se le hicieron cargos. Esto es
completamente falso, una historia ridícula”.
De
acuerdo con Joseph D. Lyons (“Who was
Donald Trump’s father?”, Bustle, 26 de octubre de 2015) Fred Trump y su
madre comenzaron a construir viviendas unifamiliares en Queens, que vendían por
menos de $ 5 000 y se conocían por su elevada calidad. Pero, tal como su hijo
Donald, Fred no estuvo inmune a los escándalos, señala este autor, la
organización de Trump fue acusada por la Comisión de Derechos Civiles de
Estados Unidos por no rentar a negros. En los expedientes de la corte los
porteros declararon que se les había dicho desalentar a inquilinos negros que
viniera a ver los departamentos que eran para excursionista o diciéndoles que
no quedaban vacantes. Las solicitudes que se enviaban a la oficina de Trump se
codificaban por raza. La organización Trump finalmente llegarían a un acuerdo
de que las vacantes se anunciaran en los periódicos de las minorías y a
promover las minorías dentro de la organización.
En
1959 el padre de Donald lo envía a una rígida escuela militar, la New York Military Academy, con la
intención de corregir, lo que años más tarde él denominaría, su “rebeldía” de
adolescente. Sobre su estancia en aquella escuela militar, en realidad un tipo
de boot camp para hijos díscolos de familias acomodadas, diría Trump: “Fue duro, aunque recibí una gran educación
en varios sentidos. Eran tipos acostumbrados a lidiar con mal criados como yo”
y consideró que en aquella escuela había recibido “más entrenamiento militar que muchos de los chicos que entran en el ejército”.
Ciertamente era dura la escuela, así lo reconoce el coronel Theodore Dobias
quien fuera mentor de Donald Trump durante el tiempo en que este estaba en
aquella escuela militar: “Bueno, él
estuvo en una escuela militar por cinco años. Eso era como estar en el ejército,
créame. Esto es seis en punto en la mañana, 10:30 en la noche. Cinco días de
escuela. De 8 hasta las 3:30… Estudio a las 7:30
hasta las 10:30. Y
créame era así. Había 400 chicos y eso era lo que hacíamos”.
Dobias le comunicaría a Michael D’Antonio quien buscaba información para una
biografía de Trump, que él denominaba a Trump “un manipulador, aún entonces” y
agregaría diciendo “Incluso entonces, él
deseaba ser el número uno. Deseaba ser notado. Deseaba ser reconocido. Y a él
le gustaban los cumplidos”.
Estados
Unidos se había involucrado en el conflicto de Viet Nam. Durante aquel tiempo
existía la conscripción obligatoria para las fuerzas armadas de Estados Unidos;
pero Donald Trump era “un hijo dichoso” y logró en 1968 librarse de la guerra
de Vietnam. Entre los años de 1964 a 1966, Trump asistió a la Universidad de
Fordham en el Bronx; pero él no se sentía a gusto en Fordham. Gwenda Blair
declaró al New York Daily News que buscando informaciones para una biografía
del magnate había conversado con estudiantes de la Fordham: “Mi impresión al hablar con otros estudiantes
(de Fordham) fue que él estaba
haciendo tiempo hasta que resolvió su próximo paso. Parecía que estuviera
averiguando como salirse, pero nunca pareció que sería un graduado de Fordham”.
De hecho, esta estancia en Fordham le valió a Trump un aplazamiento por
estudios para su incorporación en el Servicio Militar.
Luego
de su estadía en la que despreciaba Universidad de Fordham en el Bronx,
matriculó en la Wharton School of Business de la Universidad de Pennsylvania,
una de las pocas universidades entonces que ofrecía el estudio de bienes raíces,
graduándose finalmente en 1968 con el grado de bachelor's degree (licenciatura) en Economía, un grado inferior al
de Master y que se alcanza en cuatro años de estudios. Nuevamente esta condición
de estudiante le posibilitó nuevos aplazamientos para su incorporación al
Servicio Militar. Por otra parte, contaba con un número muy alto en el sorteo
para el reclutamiento de acuerdo con su mes y día de nacimiento, junio 14 que
representaba un escalafón de 356 y aunque en 1966 había sido considerado apto para
el servicio y en 1968 fuera brevemente clasificado como apto por una oficina
local de reclutamiento más tarde sería medicamente declarado no apto por una
condición en sus pies que Trump diría se trataba de espolones en ambos pies. ¿Un
tipo con suerte?
En
junio de 1999 muere Fred Trump, luego de sufrir seis años con Alzheimer dejando
tras de si una fortuna neta estimada entre $250 millones y $300 millones. Un
impulso que recibiría la carrera de edificador de hoteles y casinos de Donald
Trump y que le ha reportado una fortuna estimada por Forbes en $2.7 billones y
un sueldo anual de $60 millones anuales. Para muchos es la representación del
hombre hecho a sí mismo; pero en opinión de Brian Miller y Mike Lapham (“The Self-Made Myth: The Truth About How
Government Helps Individuals and Businesses Succeed”, Berrett-Koehler, 2012)
“su éxito habría no sido en absoluto
posible sin su padre, el público en general y el gobierno de Estados Unidos”.
Estos autores señalan que es fundamental tener en cuenta que el éxito del padre
de Donald Trump fue posibilitado y protegido por programas de financiamiento
gubernamentales, lo que le garantizó una ventaja inicial a Donald Trump. En
1934 durante las dificultades generadas por la Gran Depresión, el
financiamiento de la Administración Federal de Viviendas (FHA) ayudó a Fred
Trump a revivir sus negocios y comenzar a construir casas en Brooklyn que se
vendían a $6 000.
En
1974 Donald Trump asume la presidencia de la organización paterna, ampliándola
mediante comprando edificios, campos de golf, hoteles, casinos y otras
instalaciones recreativas colocándoles bajo su firma. En 1990 Trump cayó en
bancarrota. Siguiendo a Brian Miller y Mike Lapham, la compañía de Trump pudo
sobrevivir por un pacto de rescate acordado en agosto de ese año por 70 bancos
que le permitieron diferir una deuda de cerca de un billón de dólares, así como
tomar una segunda y tercera hipoteca en casi todas sus propiedades. Si no
hubiera sido por el esfuerzo colectivo de todos los bancos y partes
participantes en el acuerdo de 1990, los negocios de Trump hubieran quebrado
definitivamente. Desde el momento de su nacimiento, aseguran los autores
citados, ya Trump estaba destinado al triunfo. La gran herencia que le legara
su padre, unida a las contribuciones y la protección de la sociedad y del
gobierno de Estados Unidos lo elevaron a la lista 400 de Forbes casi
inevitablemente. No obstante, Trump ha fallado en reconocer este fenómeno y
continúa expresando su creencia de que todo lo hizo por sí mismo. Por su parte
Forbes destaca los negocios fracasados del magnate: “Casinos que quebraron cuatro veces, una aerolínea de lujo que nunca
prosperó y hasta un resort sin terminar en México son algunos de los fracasos
en los negocios del multimillonario que quiere ser presidente de Estados Unidos”.
Actualmente
la Trump Organization administra una serie de propiedades ubicadas en diversos
países, como Panamá, Brasil, el Caribe y en diferentes zonas de Estados Unidos
y la Trump Entertainment ha expandido el número de sus casinos. Trump posee
también un equipo de fútbol en Nueva Jersey y patrocina combates de boxeo,
además de una carrera ciclista denominada Tour de Trump. Su conglomerado
empresarial incluye campos de golf y reputadas compañías como Trump Enterprises
Incorporation, The Trump Corporation, Trump Development, Wembley Realty, Park
South y Land Corp. de California. Hoy, ocupa el lugar número 405 en la lista de
la revista Forbes de los más ricos del mundo, con una fortuna de US$4.000 millones
(Biografía y Vidas) En realidad tal y como lo califica Ana Swanson (The myth and the reality of Donald Trump's
business empire. The Washington Post. 2/29/2016), sus “decisiones de negocios a lo largo de los años muestran que Trump es una
mezcla de fanfarronería y arrogancia (braggadocio), de fracasos comerciales y de éxito real”. Citando al New York
Times Swanson señala que los bancos de Wall Street siguen siendo reacios con
Trump debido a las previas quiebras y su naturaleza contenciosa; así mismo tomado
como fuente a la Comisión Federal de Elecciones, 15 compañías asociadas con
Trump deben más de $270 millones a los bancos. Trump respondiendo a estas
críticas dice no hacer uso de Wall Street porque no necesita el dinero ─ él es
suficientemente rico para hacer su propio financiamiento.
Swanson,
además resalta las palabras de Michael D’Antonio ─ autor del libro Never Enough (Nunca es suficiente) una biografía de Trump ─ cuando dice
refiriéndose a Trump: “Pienso que él es
muy bueno en bienes raíces, no creo que sea muy bueno en otras cosas. Trató de
manejar una línea aérea y en eso falló. Intentó con los casinos y cuatro veces
falló. Esto no es evidencia de brillantez a la hora de operar un negocio
complejo”. Sin embargo, Trump se anuncia como una esperanza para los tantos
que sueñan con una vida sin aprietos: "Lo
bello de mí es que soy muy rico". La riqueza como ideal de perfección
humana.
Sin
embargo, Trump no solo invierte en bienes raíces, sino que lo hace en política;
así en un informe del 2011 del Center for
Responsive Politics se dice que en dos décadas electorales había
contribuido para las campañas de candidatos tanto demócrata como republicanos.
En los años de 1980 apoyó financieramente a Ronald Reagan y en las elecciones
de 2012 dio su apoyo a Mitt Romney. En 1988, en el 2004 y finalmente en el 2012
insinuó presentar su candidatura para la presidencia, y en 2006 y 2014 para
gobernador de New York, no obstante, ninguna de estas intenciones llegó a
materializar. En 2000 Trump sería candidato para la presidencia por el Partido
de la Reforma (Reform Party), un partido ultraconservador fundado por el
magnate Ross Perot.
En
2004 Trump inicia, lo que sería el más exitoso empeño para promocionar su
persona, el reality show, The Apprentice
transmitido por la cadena NBC. “La
primera temporada de The Apprentice se lanzó en enero de 2004. Los
participantes competían entre sí para ganar un premio de 250,000 dólares y la
oportunidad de dirigir una de las empresas de Trump” (Forbes, 23 de junio de
2015). El programa, pronto obtuvo una gran audiencia por encima de los 20
millones de televidentes. Para Forbes, “Este
programa le dio más notoriedad a Donald Trump como personaje público y lo
posicionó como un personaje influyente. En 2013 estaba en el lugar 30 de la
lista Forbes de las 100 celebridades más poderosas del mundo”. De acuerdo
con informaciones aparecidas en el New York Times este programa televisivo es
considerado como una jugada de Trump buscando fortalecer su imagen pública ante
el proceso que se seguía en la renegociación de las deudas de sus empresas. La
popularidad alcanzada por el reality show resultó ser un trampolín útil para
lograr, lo no creíble, alcanzar la nominación como candidato para la
presidencia por el partido Republicano batiendo a todos sus competidores, la
gran mayoría de ello con una alta experiencia política muy por encima de la
poca que posee Trump. Refiriéndose a la popularidad que The Apprentice le concediera a Donald Trump, el presidente Barack
Obama expresó: “Atravesamos momentos
difíciles y realmente (la presidencia)
es una función seria. No es un programa de reality show”.
Desde
la década de los 80, Trump ha invertido principalmente en el cuarto sector de
la economía, sobre todo en hoteles y casinos, incluyendo el certamen de Miss
Universo que adquirió a mediados de la década del 90 aprovechando la pérdida de
patrocinadores del concurso y la falta de interés de algunos países de
participar en el certamen. Excepcionalmente, Trump invirtió en el sector
primario de la economía al adquirir por compra 314 ha de viñedos en
Charlottesville, Virginia, conjuntamente con una lujosa mansión. Forbes relata
esta operación diciendo: “¿Cómo lo hizo?
Es una historia un tanto complicada: la mansión Albermale y los viñedos
pertenecieron a John Kluge, el hombre más rico de Estados Unidos en 1990, con
una fortuna de 5,200 mdd. Ese mismo año, John Kluge y su esposa, Patricia, se
divorcian y ella gana la mansión y el terreno, que estaba valuado en 100 mdd. Entre
2007 y 2011, Patricia obtuvo casi 70 mdd en préstamos para expandir la
producción de vino. Los vinos fueron exitosos, pero la administración fracasó.
Para pagar a sus acreedores hipotecó la mansión y cayó en impago. Bank of
America embargó la propiedad. Donald Trump entró en escena y llegó a un acuerdo
con el hijo de John Kluge para comprar un terreno de 87 hectáreas aledaño a la
mansión por 500,000 dólares. En 2012,
Trump, junto con su hijo, Eric, completó la compra de la mansión y los viñedos
por 14.6 mdd. En mayo de 2015 abrió Trump Albermale Estate, un hotel con un
costo de 399 dólares la noche”.
En
su campaña por la nominación republicana, Donald Trump alardea en contra de los
otros candidatos a los que luego eliminaría del contexto: "Creo que la única diferencia entre los otros
candidatos y yo es que soy más honesto y mis mujeres son más bonitas".
Sí, podría fanfarronear sobre la belleza solo física de las tres que fueron sus
legítimas esposas; pero también debió corregir diciendo: “mis mujeres son más bonitas y… más conflictivas”. Su primera
esposa, Ivana Marie Trump cuyo nombre de soltera era Zelníčková una inmigrante
nacida en Checoslovaquia que para abandonar el país sometida al comunismo se
había casado anteriormente con un instructor austriaco, George Syrovatka con
residencia en Canadá de quien se divorciaría en 1977. Ivana era una mujer de
una edad próxima a la de Trump. Experta en el deporte de esquí y con gran
capacidad para la gestión empresarial, lo que demostró dando impulso a las
empresas de Trump donde había participado. En Montreal había trabajado como
modelo para algunas de las principales compañías de pieles de Canadá. Luego de
su divorcio viajo a New York para promover los Juegos Olímpicos de Montreal, y
en aquella ciudad de Estados Unidos conoció a Donald Trump. El 7 de abril de
1977 Ivana y Donald contrajeron matrimonio. La felicidad duraría poco, hacia
fines de ese mismo año, circularon rumore de que Trump mantenía una aventura
con Marla Maples, una beldad que había ganado un concurso de belleza. Ivana en
1991 le pediría el divorcio. Fue este el peor negocio de Donald Trump.
La
checa Ivana no estaba dispuesta a solo decirle adiós. Exigió la mitad de todos
los bienes del empresario. La lucha de Trump para disminuir a la esposa
traicionada fue en vano. Todo un escándalo recogido por la prensa. No había
concluido aquella batalla legal cuando muere el padre de Ivana. Allí, en el
funeral, Ivana y Trump acordaron continuar de manera amigable el proceso de
divorcio. Donald Trump se rendía. Una buena tajada financiera obtuvo la hábil
mujer: $25 millones en efectivo, la mansión familiar en Connecticut y una gruesa
suma de dinero anual como pensión alimenticia, $5 millones.
En
diciembre 1993 Trump se casaría con la antigua amante, pero tomando
precauciones para impedir que otra vez sucediera lo que había experimentado con
el divorcio de Ivana. La lección de aquel divorcio, dice Carlos Manuel Sánchez,
“es que si a Trump le plantan cara recula” (La
señora “trampa”. XL Semanal. 3 de abril de 2016). Marla Maples, 17 años
menor que Donald Trump, no tuvo un matrimonio feliz; en 1997 ella y el magnate
se separarían y finalmente se divorciarían dos años después. Trump así
declararía a los medios: “Después de una larga relación y un matrimonio de tres
años y medio, hemos decidido separarnos, como amigos”.
Por
aquel entonces aparecería en la vida de Trump una bella modelo, mucho menor que
él de nombre Melania Knauss (nacida Melanija Knavs). Ocurrió en 1998 en una
fiesta en Manhattan. La eslovena impresionó de inmediato al empresario. Le
solicitó su número de teléfono, pero ella no se lo dio pues Donald, esa noche,
estaba acompañado con otra mujer. Al siguiente año ya estaban comprometidos. Su
compromiso amoroso con Trump se daría a conocer públicamente en 2004 durante
una transmisión en el reality show "The Apprentice" que conducía
Trump; finalmente se casarían en enero de 2005. Aunque es evidente que sus
mujeres han sido verdaderas caza fortunas Donald Trump fanfarronea diciendo: “Tengo claro lo que quiero y hago lo que sea
para conseguirlo. Las mujeres encuentran que mi poder es tan excitante como mi
dinero”.
Estas
frases de Donald Trump definen claramente su personalidad, querer triunfar
sobre otros y para ello, hacer “lo que sea para conseguirlo” y, sobre todo, más
que dinero ─ aunque el dinero lo facilita ─ el poder. Disfruta del escándalo
cual una figura de la farándula porque las gacetillas dan fama y esto lo
aprendió de su primer divorcio cuando se llenaban páginas enteras de periódicos
comentando el proceso. La exaltación de los lujos que le concede el dinero y el
poder y se da el gusto de regalarle a su esposa un anillo valorado en un millón
de dólares. El poder que le permite parecer “diferente” y hablar con
desfachatez sin importarle para nada lo que sus palabras puedan ser ofensivas y
ser criticado por ello, y le dice a la revista Esquire: “Ya sabes, en realidad no importa lo que digan de ti, mientras tengas a
tu lado un joven y hermoso trasero".
Creyéndose
un verdadero triunfador hecho a sí mismo, no le sobra tiempo para escribir
libros que aconsejan a los incautos a como ser ricos; así tiene entre otros los
siguientes títulos: “The art of the deal”,
“How to get rich”, “Why we want you to be rich”, y “Think
big and kick ass in busines”. En “How to get rich” se vanagloria a sí mismo, “los autores billonarios poseedores de
rascacielos en Manhattan y con una exitosa serie de televisión prime-time, son
los más raros de todos” como es él y a quien acudir en busca de consejos. En
todos sus libros da consejos para llegar a ser ricos, recomienda, por ejemplo,
“Si vas a pensar, piensa en grande, como
lo hicieron los grandes dictadores de todos los tiempos”; esto es, pensar
en el poder; Sin embargo, dentro del conjunto de sus ilustrativas opiniones,
omite que la primera condición para el éxito es contar con una herencia de
varios millones de dólares, como fue su caso.
En
ocasiones, Trump es implacable con todo lo que a su juicio pueda tomarse como
un crimen guiándose solo por las apariencias, como ocurrió en 1989 en la muy
publicitada causa de los “cinco de Central Park”. Trump se levantó como el
adalid de la justicia. Cuatro jóvenes negros y un hispano habían sido acusados
de un violento asalto sexual contra una mujer blanca, Trisha Meili, en el
Parque Central de New York. La policía necesitaba culpables y empleó métodos de
fuerza sobre los cinco tratando de hacerles confesar el crimen que no habían
cometido. Todavía no se había celebrado el juicio contra los cinco, cuando
Trump, actuando solo por apariencias pagó 85.000 dólares para contratar espacios
publicitarios en cuatro periódicos neoyorquinos, incluido The New York Times.
Un titular encabezaba aquello espacios contratados: “Devuelvan la pena de
muerte, devuelvan la policía", Trump en aquellos espacios pidió "odiar a estos ladrones y asesinos. Deberían
sufrir y si matan deben ser ejecutados. Su caso tiene que servir de ejemplo
para disuadir a todos aquellos que quieran cometer un delito o un acto violento”.
Aquel llamado de odio preocupaba seriamente a aquellos cinco. Uno de ellos,
Yusef Salaam declararía años más tarde: “Estábamos
aterrados. Nuestras familias estaban aterradas. Todos los que nos querían
estaban aterrados. Era como si alguien nos apuntara directamente a la espalda.
Si hubiésemos sido blancos, Donald Trump
no habría publicado este anuncio”. Este era el resultado de los ataques de Donald
Trump. D’Antonio señalaría con respecto a Trump: “Tiende a presentar al otro como alguien diferente o ajeno. Creo que
sabía lo que hacía cuando se posicionó en contra de los chicos, sabía que se
estaba poniendo del lado de la ley y del orden público, especialmente de la ley
y del orden público de los blancos. No creo que conscientemente quisiera
incitar el odio racial pero su impulso siempre es provocar y crear polémica en
vez de ayudar a las personas a razonar y a actuar con prudencia”.
El
abogado Michael Warren, que actuó como defensor en la causa de los cinco
refiriéndose a la condena dictada contra los acusados expresó: “(Trump) Envenenó la opinión de muchos neoyorquinos
que, como es normal y comprensible, sentían empatía hacia la víctima. El
lenguaje incendiario de los anuncios también pudo alterar la percepción de los
miembros del jurado, que tenían que ser imparciales y justos, así como la de
sus familiares”.
En
2002 se conoció al verdadero violador de Trisha Meili y antes de las Navidades
de ese año el Tribunal Supremo exoneraría a los cinco, luego de pasar 7 años en
prisión. Trump no se disculparía. En el New York Daily News, se refirió al
acuerdo tomado por la ciudad de New York de compensar a los cinco con una
indemnización de 41 millones de dólares, diciendo: “Este acuerdo no significa que sean inocentes, lo que sí demuestra es
una gran incompetencia a todos los niveles”. Sobre esta posición
intransigente de Trump, declararía D’Antonio: “Su falta de sensibilidad y su incapacidad para analizar las cosas desde
una perspectiva realista a veces resulta desconcertante. No creo que tenga el
menor interés por intentar comprender cómo los demás perciben la realidad o
cómo la perciben los tribunales. Hay pocos casos de injusticia tan flagrantes
como este y él es incapaz de comprenderlo”.
Aspirando
a más, Donald Trump presentaría su candidatura para la presidencia de los
Estados Unidos por el Partido Republicano el 16 de junio de 2015. Nadie
entonces le consideraría como un precandidato con posibilidades para alcanzar
alguna posición relevante en la competencia por la nominación. Entonces se
produjo el torbellino que le impulsaría en sus aspiraciones empleando un
mensaje carente de todo lo que es considerado como lenguaje “políticamente
correcto”. El ganaría las principales coberturas de los medios informativos y
de manera gratuita, por sus expresiones fuertes y en ocasiones groseras. Unos
le miraban como quien mira a un payaso que solo hace reír con sus desplantes;
pero aquel modo rudo de expresarse, aquella manera desfachatada y provocadora de
su retórica pronto le fue logrando adeptos. En él algo nuevo, diferente se
adivinaba. Era todo lo contrario de la política del establishment y un
verdadero diletante en la política. Él era todo lo que se pudiera calificar
como la antipolítica. Su lema, nada original de Make America Great Again ─ Ronald Reagan había utilizado un lema
semejante: Let’s Make America Great Again
─ lanzado como una orden dada por un superior, ha captado la aprobación de
los sectores chovinistas de Estados Unidos, “Haz que Estados Unidos sea Grande
de nuevo”.
En
sus gestos Trump mimetiza los de Benito Mussolini y como bien dice Robert O.
Paxton, es un demagogo perfectamente preparado para la explosión de las
comunicaciones del siglo XXI.
Se
ufana del apoyo que recibe: “Dicen que tengo a la gente más leal, ¿han visto?
Podría pararme en la Quinta Avenida y disparar a alguien y no perdería ningún
votante. Es increíble” y esto es cierto, sus seguidores son fieles a él, al
ídolo de oro, del esplendor y de la arrogancia. Ahora es el candidato del
Partido Republicano y ha vencido en su avance demoledor hasta el poderoso
movimiento conservado del Tea Party. Gane o no la presidencia, Trump marcará un
antes y un después para el Partido Republicano. Su historia aún no ha concluido.
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