Nicolás Pérez Díaz-Argüelles
Las experiencias
personales valen más que las de expertos, politólogos y cien libros escritos
por sesudos académicos. Hoy narro lo que viví. Me acusarán de que las
comparaciones siempre adolecen de fallos de origen, pero me arriesgo a
conjeturar sobre un pasado cubano con un fuerte deja vu hoy en el caso
de Venezuela.
En Latinoamérica,
hay una ley grabada en piedra. La hora de los mameyes a las dictaduras les
llega cuando derraman cobarde e impunemente la sangre de su juventud porque
ellos son almas puras y reservas morales de los pueblos. El miércoles 12 de
febrero hubo tres estudiantes asesinados en Venezuela y docenas resultaron
heridos, algunos siguen presos y son brutalmente torturados.
Una advertencia a
Nicolás y a Diosdado. Cabello, sé que mi teoría por sui generis no
es compartida por ustedes, pero en mi criterio el régimen de Batista no se fue
a los infiernos el 26 de julio de 1953 con el ataque al cuartel Moncada
liderado por un canalla rodeado de idealistas, sino el 15 de enero de 1953,
cuando asesinaron al estudiante Rubén Batista Rubio.
La actual masacre
de la juventud venezolana no es un secreto a sotto voce, lo denuncian
todos los diarios del mundo. No es posible tapar el sol con un dedo y decir los
líderes latinoamericanos que nada sabían; atención, hipócritas miembros de la
CELAC; atención, gobiernos cobardes y rastreros de América Latina, les llegó la
hora de la definición, escojan situarse junto a sistemas que apoyan en medio de
crisis económicas, desabastecimientos y envilecimiento de un sistema judicial
kafkiano, la rectificación, el diálogo y la concertación para resolver la
crisis, u opten por imitar a una dictadura disfrazada de democracia que hoy es
la viva imagen de la de Fulgencio Batista y Zaldívar.
La similitud
entre ambos desgobiernos son alucinantes. El fraude del sargento de tres
galones que cinco estrellas se colocó en su charretera es exacta a la sucesión
de Chávez por un Maduro enloquecido de odio al yanqui. La mano que le ha
tendido Henrique Capriles al actual presidente venezolano con gran amor por su
país y por la paz no ha sido distinta que la que le tendió a Batista Don Cosme
de la Torriente para resolver el conflicto de Cuba civilizadamente. Pero ni hubo
arreglo ayer ni hay arreglo hoy. El empecinamiento de ciertos dictadores es
triste porque ignoran la Ley del Péndulo magistralmente descrita por Carlos
Marx en el 18 Brumario de Luis Bonaparte. La intransigencia y el extremismo del
régimen de Batista desembocaron en una brutal dictadura de izquierda que lleva
pateando desde hace medio siglo el trasero del pueblo de Cuba, y la del régimen
de Maduro, ya sin un punto de retorno, puede desembocar en un golpe de Estado
militar brutal, y quien desde Miami no oye aún ruido de sables desde el Fuerte
Tiuna tiene una sordera crónica. Y aunque esto no es de hoy para mañana, la
crecida de los ríos se produce inesperadamente por fuertes lluvias, y hoy la
gobernabilidad de Caracas diluvia.
¿Mi humilde
criterio? Los golpistas caraqueños están agazapados evitando las corrientes de
opinión en América Latina contra la institucionalidad y no se la van a jugar a
una carta marcada, no van a adelantar ni un minuto su protagonismo, hasta que
la piragua del chavismo haga profusas aguas, se hunda, y entonces darán un
trastazo peligroso e inaceptable.
¿Quién tiene en
sus mano evitar la catástrofe? El estudiantado. Ellos tienen que llevar su
lucha por medios pacíficos evitando la violencia, tiene que ser pacientes,
tienen que tener la grandeza del líder estudiantil cubano José Antonio
Echeverría para lograr sumar a la clase obrera, a la intelectualidad y a todo
el pueblo venezolano frente a una dictadura perversa. Y dejar bien claro que la
solución a la crisis venezolana es una transición política, no un golpe de
Estado.
El 13 de marzo
José Antonio era más respetado en Cuba que Fidel Castro y los políticos
tradicionales, hoy los estudiantes venezolanos son más respetados que el MUD y
toda la oposición antichavista porque ponen el muerto cuando allí todos con una
admirable tradición democrática quieren seguir haciendo política pero nadie
está dispuesto a ya morir por sus ideas.
No le exijo al
venezolano más mártires aunque en ocasiones la sangre es la que señala el
camino de la libertad. También traicionaría mi legado histórico si no dijera
que estoy orgulloso de que en las marchas hayan estado presentes en primera
fila Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma.
Mi esperanza es
que en Venezuela se creen líderes estudiantiles excepcionales como el cubano
José Antonio que selló con su martirologio la unidad de todo un pueblo.
Si un solo
estudiante venezolano leyera este artículo, uno solo, pensaría que no he
perdido el tiempo emborronando cuartillas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario