Mario J. Viera
El continente americano,
geográficamente hablando, está formado por dos grandes placas triangulares de
tierra unidas entre sí por una estrecha franja subcontinental, conformándose de
este modo los territorios de América del Norte, América Central y América del
Sur y, por supuesto, hay que incluir, la Isla de Groenlandia, las Antillas
Mayores y el arco de las Antillas menores. Esto lo sabe cualquiera pero lo
traigo a propósito para de alguna manera introducir el propósito de este
artículo.
América, tiene otra gran división
aparte de la geográfica, su estructura idiomática: la América de habla inglesa
y la América de habla romance ─ español, portugués y francés ─. Así surge
Latinoamérica en contraposición a la América anglosajona, pues se integra con
todos los territorios que se extienden al sur del Rio Grande, aunque en esos
territorios hay algunos países de otras lenguas, como Guyana, y Belice de habla
inglesa y Surinam de idioma neerlandés u holandés, así como gran número de
pequeños estados del Caribe donde predomina el inglés como lengua nacional.
Una solución a este conflicto quizá
sea el empleo del sustantivo de Hispanoamérica; pero entonces, ¿dónde se ubican
los brasileños? Quizá lo mejor es denominar a toda la América Latina como
Iberoamérica que incluye a todos los países descendientes de la Península
Ibérica… ¡Sin solución! Ahí entonces se discrimina a Haití pues es de origen
franco-africano.
Bien, aceptemos como común el nombre
de Latinoamérica y solo considerar como tales a los hispano-franco-portugués
parlantes. Si esto es así, no podemos generalizar como regiones
latinoamericanas solo a los territorios de lenguas romances situados al sur del
Rio Grande. En la América del Norte, en Canadá, país anglo, existe la provincia
francófona del Quebec y como tal latina y americana; sin embargo, los
quebequenses no se incluyen como latinoamericanos, no forman parte de
Latinoamérica, al menos entre los medios y entre los temas diplomáticos.
En la opinión de muchos, los
latinoamericanos son presentados como un conglomerado homogéneo, con intereses
comunes, con conflictos comunes, con historia común. Se menciona constantemente
a Latinoamérica y sus contradicciones con la América del Norte, con olvido de
que México es parte de la América del Norte y de que los supuestos conflictos,
políticos y económicos de la región nada tienen que ver con Canadá y solo con
Estados Unidos. Por consiguiente, Latinoamérica es la contraparte de Estados
Unidos. Si se habla de latinos en Estados Unidos, de entrada se piensa en
latino-americanos, sin que en esta representación mental se incluya a los
latino-europeos. Por antonomasia parece ser que latinos son solamente los de
América.
Nunca se habla de Latinoeuropa, cuando
en el continente europeo existen nueve estados latinos: Andorra, España,
Francia, Italia, Moldavia, Mónaco, Portugal, Rumanía y San Marino, y además
regiones de Valonia y Suiza donde se hablan idiomas originados del latín
vulgar. ¿Por qué esa insistencia en mantener el gentilicio de latinoamericano,
sin que esté recogido en ningún idioma el gentilicio de latinoeuropeo?
Latinoamérica no es un conjunto
étnico-cultural homogéneo, sino un conglomerado de naciones con características
étnicas, culturales, e idiomáticas muy diferenciadas entre ellas. De hecho, hay
más diferencias entre un argentino y un mexicano que las existentes entre un
alemán y un francés, como mayores son las diferencias existentes entre un
chileno y un boliviano o entre un uruguayo y un paraguayo. En nada, salvo en
que son humanos, se asemejan un cubano y un guatemalteco o un dominicano y un
nicaragüense. Hay más semejanzas entre un español y un portugués que las que
pueda haber entre un brasileño y cualquier otro latinoamericano.
Hablar de comunidad de intereses para
toda la América Latina es realmente una falacia, sino de donde los conflictos y
contradicciones que son constantes entre
muchos de sus países. Solo como muestra mencionaré el conflicto existente entre
Nicaragua y Colombia sobre el archipiélago de San Andrés y Santa Catalina; el
conflicto limítrofe de la Isla Portillos en la zona del río San Juan, entre
Nicaragua y Costa Rica y el conflicto territorial entre Bolivia y Chile; además
de los conflictos armados que se han producido entre países latinoamericanos
como la Guerra del Chaco protagonizada por Bolivia y Paraguay durante los años
de 1932 a 1935. La guerra de 1932-1933 entre Colombia y Perú y, muy
recientemente la guerra del Cenepa en 1995 que enfrentó a Perú y Ecuador.
En Centroamérica se produjo la llamada
Guerra del fútbol que enfrentó a Honduras y El Salvador desde el 14 al 18 de
julio de 1969. Anteriormente, en 1909 se había producido el enfrentamiento
armado entre Guatemala y El Salvador, conocido como guerra del totoposte.
Étnica, cultural e idiomáticamente hay
enormes diferencias entre unos y otros países de la América Latina. En este
sentido, se pueden encontrar más diferencias entre Ecuador y Perú que entre
Italia y España. Tanto Bolivia, como Perú son naciones con gran diversidad
étnica y el uso de varios idiomas oficiales además del español, como la lengua
aimara y quechua principalmente. México, incluso posee una variada composición
étnica e idiomática aunque la mayoría de su población solo habla el español; no
obstante hay grupos de originales que solo hablan su lengua nativa.
No existe una historia común para toda
la América Latina, salvo en la tradición del caudillismo, golpes de estado y
dictaduras militares.
Un tema de conflicto que muy a menudo
es presentado ─ principalmente por los sectores de la izquierda latinoamericana
y muy especialmente por esa izquierda populista, estridente y vociferante que
es la izquierda bananera ─ es el supuestamente existente entre los países
latinoamericanos y los Estados Unidos; un conflicto que se argumenta en la
Biblia de la izquierda bananera, “Las venas abiertas de América Latina” del
escritor uruguayo Eduardo Galeano y obra que ha alimentado ideológicamente a
los próceres del llamado Socialismo del Siglo XXI.
Al considerar que la América Latina es
el natural patio trasero de los Estados Unidos ─ noción geopolítica de las
esferas de influencia ─ se presenta una posición un tanto bivalente: la de la
atención que el coloso del norte le presta a Latinoamérica; si Estados Unidos
se inclina en favor de sus intereses globales dejando a un lado los conflictos
latinoamericanos, las críticas hacia su “despreocupación” se plantean en muchos
foros; en cambio, si los Estados Unidos se vuelve hacia los países del sur involucrándose
en sus problemas y estrechando más sus relaciones, la crítica es aún más acre y
se le acusa de intereses imperialistas.
Tal es la diversidad y diferencias
entre los estados latinoamericanos que nunca ha podido cuajar ninguno de los
planes de integración política y económica. Fracasó el proyecto bolivariano de
la Gran Colombia, como fracasaron los intentos de integración de los estados
centroamericanos. El último intento ha sido el informe proyecto de la Comunidad
de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) heredero de los espurios Grupo
de Río y la CALC, la Cumbre de América Latina y del Caribe.
Este organismo surgió de la Cumbre de
la unidad de América Latina y el Caribe, el 23 de febrero de 2010 y constituido
oficialmente en la Cumbre de Caracas celebrada el 2 y el 3 de diciembre de
2011, con la participación de 33 jefes de gobierno de la región y sin que haya
sido ratificado en referendo por los electores de los países involucrados. El
futuro previsible de la CELAC será el de un foro de debate y turismo político
sin mayor influencia en los destinos de cada estado integrante. Su intención es
solo de carácter de confrontación política con los Estados Unidos y Canadá y de
oposición a la Organización de Estados Americanos.
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