Francisco
Rivero Valera. EL UNIVERSAL
"De lo que tengo miedo es de tu miedo" dijo W.
Shakespeare.
Y es que el miedo esclaviza y congela el comportamiento
de la persona. Y muchas veces la lleva a negociar lo más sagrado, que son sus
principios, con tal de garantizar su supervivencia. Y transforma al individuo
en un ser humano sumiso, oprimido y tiranizado. Con pérdida total de su
libertad. Como un zombi pues.
El miedo es una reacción instintiva y desagradable de los
seres vivos contra todo lo que sea una amenaza real o virtual a su
supervivencia. Pero, también puede ser provocado intencionalmente y ser llevado
a su máxima expresión: el terror.
El miedo se pega como la gripe. Y se contagia rápidamente
entre la gente por pérdida de los atributos humanos de cada persona al ser
despojada de sus datos de civilización: identidad, derecho a la intimidad, sentido
de lo razonable y seguridad jurídica.
N. Rivera. Y en manos de dictadores es peligroso: se
transforma en un instrumento de dominación política.
Cuando sentimos miedo, perdemos la libertad, esencia
existencial del ser humano. En palabras de Montesquieu
sería: "libertad es
ausencia de miedo". Y viceversa.
El miedo es manipulable, pero no invencible.
Como recurso de manipulación, el miedo es utilizado con
frecuencia por los dictadores como instrumento estratégico para lograr el
control absoluto de un país. Y manejar como marionetas a cada uno de sus
habitantes al instalar un movimiento destructivo de la individualidad, capaz de
actuar como narcótico moral a través del terror totalitario y, al final, si es
necesario, justificar el genocidio como fin político extremo. Arent.
Lo utilizó Hitler, Mussolini, Eichmann y sus secuaces,
Muhammad Gaddafi, Mugabe y otros personajes no tan honorables de la historia
negra de la humanidad, a través de un proceso común que comienza con el control
absoluto de todos los aspectos económicos, políticos, y sociales del
país, continúa con la represión y privación de la libertad individual, y
termina en el genocidio, si es necesario. Y el objetivo: lograr la
sumisión de las masas.
Y sin ir muy lejos, podemos ver que esa manipulación del
miedo como instrumento de dominación política también se está utilizando en la
Venezuela de hoy. Al descalificar e insultar públicamente a personas e
instituciones. Al expropiar empresas productivas. Al hacer mutis de las causas reales
de la delincuencia y de la corrupción. Ante la inseguridad jurídica. La
impunidad. La inflación. Con el control absoluto de todos los poderes del
estado. Y, en los últimos meses, con la represión y criminalización de la
protesta, creando terror con el uso de las armas, privación de libertad de
cientos de civiles y muerte de 42 compatriotas.
Pero el miedo no es invencible.
Se puede derrotar afrontando las causas que lo producen.
Exigiendo la aceptación incondicional de los derechos humanos. Reorientando su
motivación individual hacia la consecución del factor de cambio. Y, con
perseverancia y fe, obtener el respeto como reacción afectiva y espontánea del
ser humano que genera aceptación incondicional de los derechos de todo ser vivo
a ser diferente. Sinónimo de atención, tolerancia y pluralidad. Y según Benito
Juárez: "el ingrediente
más importante de la paz".
Sin embargo, cuando las masas vencen el miedo, se vuelven
incontrolables. Y los resultados: impredecibles.
Faltaría ver en nuestro país, si el contenido de las
pancartas de las protestas, "nos
han quitado hasta el miedo" es real. De ser así, el camino que
viene ya tiene un horizonte visible, libre e iluminado.
Que así sea.
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