Mario
J. Viera
La
respuesta de Israel contra la agresión de Hamás ha sido contundente, si por
contundente debemos entender, violenta, furiosa, sin importar para nada vida de
civiles, de personas comunes, que nada tienen que ver con las milicias
terroristas de la franja de Gaza. Pedirles a los civiles que habitan en la
densamente poblada ciudad de Gaza desplazarse hacia el sur de la franja para
después lanzar sobre ese territorio un poderoso bombardeo no solo es paradójico,
sino también inhumano. No es, bajo ninguna manera, acabar con la maldad.
Contra
Hamás Israel ha desencadenado la represalia; ha bloqueado todo suministro de
agua, electricidad, combustibles y alimentos a Gaza, y ahora solo ha permitido
que se suministre agua, pero solo ha sido, como informa EFE, menos del 4% del
agua que consumía la población de Gaza antes del inicio de la guerra que Hamás
inició. En la puerta de Rafah, espera un convoy de ayuda humanitaria por la
autorización israelí. Los hospitales en Gaza han colapsado por la falta de
electricidad y combustible, la situación de los gazatíes es desesperante.
Pero
Hamás cree, así lo piensa que, con su temerario y criminal ataque a Israel pretende
unificar a todos los palestinos en una guerra sagrada contra el Estado de
Israel a fin de hacerle desaparecer como nación. Hamás. como lo asegura Peter
Bergen quien fuera oficial de inteligencia en Israel, pretende “controlar
todo el sistema palestino, lo que significa la Autoridad Palestina y la OLP.
Hamas percibe a la Autoridad Palestina como colaboradora de Israel y quiere
socavarla. Quieren colapsar la Autoridad Palestina y, por tanto, Hamas es la
amenaza más grave para la supervivencia de la Autoridad Palestina”.
Sí,
la represalia de Israel contra Hamás ha de ser todo lo fuerte que sea necesaria
y hasta recurrir a sus fuerzas para entrar dentro de Gaza a fin de destruir
para siempre a los caudillos terroristas; pero nunca condenar a toda la
población de Gaza a la triste suerte de la Jericó bíblica, pues como bien
dijera el expresidente de Uruguay, José Mujica, “ahí hay vida humana, no son
perros”.
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