Mario
J. Viera
Mientras
que los representantes de Occidente en la Cumbre ─ España. Italia, Grecia,
Canadá, Alemania, Francia Inglaterra. Noruega, y Brasil único representante por
América Latina ─ se manifestaban, en general, en el reconocimiento del derecho
de Israel a su defensa, pero dentro del derecho internacional, y, a la vez que
condenaban las acciones terroristas de Hamás y a favor de una cuantiosa ayuda
humanitaria, se mostraron partidarios a favor del establecimiento de los dos
Estados, los representantes del mundo musulmán se centraron más en la condena a
los actos de guerra de Israel y se mostraban preocupados por una posible
expansión del conflicto en todo el Medio Oriente, sin expresar ninguna condena
explícita o implícita a Hamás.
Claro
está que dentro de estas dos posiciones no podría alcanzarse un consenso para
una declaración conjunta. Al fin de cuentas, parece ser que Israel sigue siendo
el malo, el rufián de la película árabe. Las principales propuestas de ambas
partes se dirigían a un alto al fuego humanitario y la asistencia o auxilio
humano a los habitantes de Gaza. ¿Qué más? Sí, lo que había propuesto el
presidente egipcio, que lo más importante para la reunión sería el “llegar a
una hoja de ruta con el objetivo de acabar con la crisis humanitaria y empezar
a activar el flujo de ayuda a la franja de Gaza”, ¡Claro está que, en una
Cumbre con tantos representantes de alto nivel, lo más importante sería llegar
a una hoja de ruta para la solución de todo el conflicto y para asegurar una
paz permanente en Medio Oriente!
Ahora
bien, la propuesta que más se enfatizó en la Cumbre fue la de un alto
humanitario al fuego; proposición esta, humanista, hermosa, brillante; sin
embargo, cabe una duda ¿a quién proponerle el alto al fuego? ¿A quienes lo
iniciaron o a quienes lo respondieron con fuego? ¿A Israel? ¿A Hamás? Ninguna
organización terrorista se conmueve ante tan patéticos reclamos humanitarios.
Eso lo dejó bien en claro Al Qaeda y lo dejó también en claro el Dáesh (ISIS).
Hamás nunca se decidiría por un alto al fuego y mucho menos ahora; su propósito
es destruir el Estado israelí; por lo tanto, el esfuerzo solo conduce a un
callejón sin salida.
Lo
único que le toca emprender a Israel es destruir físicamente a Hamás y a Yihad
Islámica Palestina; pero con eso solo no basta, se requiere también erosionar
su influencia dentro del mundo islámico y mucho más en la Palestina. Tarea bien
difícil. Se requiere un poderoso esfuerzo político y diplomático israelí
dirigido hacia los musulmanes comenzando por la Autoridad Nacional Palestina
suprimiendo los ilegales asentamientos de colonias de judíos en los territorios
ocupados de la Cisjordania; pero esto requiere una voluntad política que no
existe en el ánimo de Benjamin Netanyahu; facilitando el suministro de ayuda
humanitaria para el pueblo gazatí a través de la puerta de Rafah en la península
del Sinaí. Restarle fuerza moral a Hamás y a Yihad Islámica, buscando para ello
acuerdos con Jordania, Egipto y Turquía. Israel debe demostrar que toma muy en
serio la protección de la vida de los civiles de Gaza y que no pretende hacer
con los gazatíes lo que en la antigüedad hiciera Nabucodonosor con el pueblo
judío.
Israel debe demostrar estar dispuesto a cumplir todas las resoluciones de las Naciones Unidas en cuanto al conflicto de Cisjordania. Iraníes y palestino deben dejar de mirarse unos a otros con desconfianza, como enemigos, sino como agentes iguales en búsqueda de una solución pacífica para siempre. Cuando esto ocurra, cuando se establezcan los límites territoriales de dos Estados independientes, Hamás o cualquier otra organización extremista será vista por los palestinos como un verdadero factor desestabilizante del bienestar y el sosiego de su nación. Cuando esto se consiga Irán quedará aislado.
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