Mario
J. Viera
Hubo
un 11 de julio, matizado por grandes manifestaciones populares de reclamos
espontáneas. Todo el exilio miamense saltaba de alegría y contento, otros
estaban exponiendo el pellejo por lo que la mayoría bulliciosa de Miami no
hicieron en Cuba. Sin embargo, la alegría era emotiva, se veía el principio del
fin de la dictadura; aunque se perdía de vista que las acciones espontáneas
nada por ellas mismas consiguen; porque son eso precisamente. Chispazos
espontáneos sin objetivos precisos, sin organización. El régimen no se
conmocionó, reaccionó llevando a prisión a centenares de los manifestantes, es
que la dictadura controla el sistema judicial, los jueces y fiscales obedecen
sumisamente los mandatos de los jerarcas del gobierno usurpador como
representantes del poder del Partido Comunista.
Hubo
luego un intento ideal, imaginario, mal concebido, de una marcha cívica, a
celebrar el 15 de noviembre, sin calcular que el régimen del PCC tiene las
manos libres para impedir cualquier otra manifestación de desfiles o de marchas
de protestas convocadas públicamente. El chasco de la plataforma digital Archipiélago
generó prácticamente su desaparición como opción que no llegó a cuajar como
organización de movimiento político. La pretendida aspirado Marcha Cívica, con
independencia de haberse convocado públicamente, de hecho, se dejaba a la
espontaneidad, dado que no existía un centro de dirección y control in situ. Un
proyecto civilista de reclamo a un sistema totalmente reacio al civilismo.
Antes
hubo un esfuerzo contestatario basado en la celebración de performances
contestatarios, impulsado por una minúscula organización integrada
principalmente por artistas populares marginales. En ese contexto, una nueva
manifestación, básicamente espontánea reunió ante las puertas del Ministerio de
Cultura una sentada de alrededor de 300 artistas e intelectuales, en su mayoría
jóvenes. Pretendían un llamado al diálogo con un gobierno que solo habla en
primera persona para promover reformas cívicas. La iniciativa del 27 de
noviembre del 2020 pudo generar la creación de un movimiento político que quedó
frustrado tras el fracaso de Archipiélago.
En
todo este tiempo funcionaba, con base en el oriente de la isla, una
organización, que aseguraba contar con miles de seguidores, la Unión Patriótica
Cubana (UNPACU); algo así como una coalición de pequeñas organizaciones
disidentes que apenas tienen representatividad, y toda esa coalición nucleada
en torno a la dirección de un nuevo máximo líder.
UNPACU
contaba con el apoyo de las organizaciones ultraderechistas del exilio miamense
UNPACU
hacía denuncias, hacía declaraciones, hacía labor de caridad cristiana;
declaraba su apoyo moral al Movimiento San Isidro, al Movimiento 27 de
Noviembre y a la plataforma de Archipiélago; pero todo eso no basta para hacer
la oposición política al gobierno del PCC. Después del 15 de noviembre de 2021,
UNPACU quedaba muda. Su máximo dirigente había sido detenido y puesto en
prisión y no contaba con un liderazgo alternativo y mucho menos un liderazgo
horizontal que supliera la ausencia del principal dirigente de la organización.
También
muy vinculada a las estructuras de UNPACU se formalizó una nueva organización
denominada Consejo para la Transición Democrática en Cuba, encargada de hacer
propuestas muy sesudas de reformas económicas, de mercado libre y de
compensaciones por las confiscaciones que el denominado Gobierno Revolucionario
llevó a cabo durante los primeros años de la década de los 60. Un conjunto de
propuestas sin capacidad para movilizar a las masas populares; y hasta ha
aparecido otra novísima organización empeñada en promover reformas civilistas
sin recurrir a la desobediencia civil y a la no cooperación, D Frente.
Sin
embargo, parece ser que, lo que queda de disidencia interna en Cuba, carece del
suficiente olfato político para captar donde se producirán las explosiones de
descontento, como las últimas que se ha estado presentando en algunas regiones
del país. Es el pueblo actuando sin buscar a la oposición, cuando debiera ser
la oposición buscando al pueblo.
Esta búsqueda constante de diálogos cívicos, de propuestas de reformas sin presionar al régimen, es inacción, es dejarle manos libres a la dictadura, al mismo demonio.
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