Mario
J. Viera
Ya
está en los medios la noticia, en Bejucal, en la noche de ayer, lunes, hubo
una manifestación de protesta, y ensordecedores cacerolazos llegaron “hasta la
sede del Partido Comunista de Cuba (PCC)” en ese municipio, que siempre
formó parte de la provincia de La Habana, pero ahora integrado a una provincia
artificial de nombre Mayabeque. Allí se escuchó el reclamo popular de total
rechazo a los burócratas del gobierno del PCC: “¡Qué se vayan!” y “¡Libertad!”,
coreaban.
En
Caibarién, ciudad de la que fue provincia de Las Villas, algo similar ocurrió;
¡más protestas! Se suspendió el servicio eléctrico, pero la multitud se
mantenía firme, y allí se gritó la misma consigna que en otras latitudes se ha
expresado con fuerza: “El pueblo unido, jamás será vencido”. Una gran verdad,
perentoria y precisa se encierra en esta consigna, la que establece como
condición sine qua non la unidad; la unidad de todo el pueblo. Sin la unidad de
acción todo esfuerzo resulta baldío.
Unidad
significa voluntad de acción conjunta y liderazgo. En un grupo, en una multitud
que, de manera espontánea o concertados entre sí, sale a las calles a proclamar
un reclamo o a expresar un rechazo, ciertamente existe voluntad de acción
conjunta y existe liderazgo, pero
de manera difusa; por tanto, ese acto luego se acalla, se disuelve; porque
falta un principio básico, organización; falta la elaboración de un proyecto
impulsado por una organización que defina objetivos y métodos de acción, que
conduzca y guíe la voluntad de acción con un propósito definido y contumaz,
capaz de desafiar prohibiciones, redadas y represiones. Se trata de la unidad
firme, constante, bajo un principio de disciplina consciente. De este modo, la
consigna puede replantearse de la siguiente manera: “El pueblo (organizado) y
unido, jamás será vencido”. He aquí donde la disidencia cubana ha fallado, en
su incapacidad o descuido de no encontrar el método adecuado para incorporar a
los descontentos en una organización de acción siguiendo todo un plan de objetivos
estratégicos y pragmáticos.
Mientras
esta condición de organización-voluntad de acción-estrategia, no se cumpla, el
pueblo sí, puede ser vencido. Una guerra se gana con voluntad de vencer, con adiestramiento
de las fuerzas humanas y con una acertada estrategia, todo, dentro de una
organización militar que dirija el conflicto. Sirve esto mismo para toda lucha
de carácter político. Organización, objetivos, planes estratégicos. tácticas
operativas y movilización de las masas, he aquí la fórmula para que la acción
popular resulte efectiva.
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