“El
pueblo que no ama la verdad es el esclavo natural de todos los malvados”.
Nicolás Maquiavelo
El papel de la oposición
El
régimen castrista no está dispuesto a abrirse hacia una vía que conduzca a la transición
democrática. Todo su empeño es mantener el statu quo de poder, de aquí que se
mueva hacia un nuevo plano de confrontación. Desesperado porque prevé un estado
de crisis permanente que pudiera conducir a una insurrección, tiende puente de
plata a los Estados Unidos con el restablecimiento de las relaciones
diplomáticas y siempre, en el trasfondo, con sus miras puestas en el flujo
financiero que pudiera provenir de Estados Unidos posibilitándole un replanteo
del sistema y de su poder; pero sin renunciar ni siquiera a una onza de ese
poder.
El
castrismo, por medio de los proyectos raulistas, intenta poner en práctica el
concepto dialéctico de la negación de la negación, apartándose del modelo de legalidad
que Weber definía como “carismática” ─ periodo de Dominio de Fidel Castro ─, la
negación, para llegar a una nueva negación, una nueva identidad: el
totalitarismo abierto al mercado o periodo de totalitarismo pragmático.
Ante
la disyuntiva del ser o no ser ─ la continuidad del totalitarismo desde un
nivel de mayor eficiencia o la transición hacia la democracia ─ la oposición
cubana podría y debería convertirse en el factor impulsor del cambio.
Pero
para ser factor de cambio, la oposición debe romper, en primer lugar, con su
mentalidad de Ghetto, es decir, abrirse hacia la sociedad, salir de los límites
de una organización aislada del resto de los otros grupos y actuar con
verdadero sentido de activismo político. Y al igual que el régimen castrista se
niega a sí mismo para entrar en una nueva organización de poder, la oposición
debe negarse a sí misma ─ en el sentido hegeliano del devenir ─ para alcanzar
una nueva negación; es decir pasar de una forma rudimentaria de actuación hacia
otra forma organizativa y de actuación superior.
La
oposición debe ganar autoridad ante la sociedad inspirando confianza y respeto.
Sin embargo, la confianza y el respeto se ganan solo por la persuasión, un
recurso que no ha sido del dominio opositor. Cuando se gana autoridad se puede
inducir a las personas a tener un comportamiento determinado, a mover grupos
hacia el cumplimiento de determinados fines.
El
objetivo de cualquier organización política es alcanzar el poder y este
objetivo debe estar presente en la proyección y en la actuación de la
oposición. Alcanzar el poder para transformar el Estado totalitario en un
Estado de Derecho, plural y democrático, y saltar de un ordenamiento jurídico
de legitimación de la dictadura castrista hacia un ordenamiento jurídico que
sustente la democracia. En política no caben eufemismos para edulcorar sus
objetivos, tal como lo expresa Max Weber:
“Quien hace política aspira al poder; al
poder como medio para la consecución de otros fines (idealistas o egoístas) o al
“poder por el poder”, para gozar el sentimiento de prestigio que él confiere”.
En
la conciencia social de Cuba, el régimen castrista ha dejado de ser reconocido
como poder legítimo y ya solo le queda, como accionar de su legitimidad y de la
eficacia de su
ordenamiento estatal, la coacción, es decir, la fuerza del poder para ejercitar
la violencia y la represión. De este modo, tiene el poder, aunque no la
autoridad, para imponer el acatamiento de sus leyes y punir, castigar, al
infractor. Así el balance de acatamiento se encuentra en dos polos, el rechazo
al gobierno y el temor a la represión; y este temor, que es generalizado,
induce al quietismo, a la inacción del rechazo.
En
estas condiciones presentes, el papel fundamental de la oposición es convertir la
persuasión en un arma de lucha para inducir en la población la confianza en sus
propias fuerzas y así hacer vencer el miedo. Algunos grupos opositores han
pretendido convencer con actos cuasi heroicos, retando públicamente al régimen,
con demostraciones públicas y conatos de desfiles de protesta. Pero estos actos
de valentía, que rápidamente son reprimidos por el aparato policiaco, solo
sirven para generar más temor en la población al constatar la violencia con que
el régimen ahoga las protestas.
Estrategia política
Más
que valor, que se requiere ciertamente, más que audacia, que también es
necesaria, en la labor de la oposición, se requiere, inteligencia. Es la
imperiosa necesidad de confeccionar una estrategia de acción, no necesariamente
violenta, que le permita a la oposición, al decir de Sun Tzu, tener la
seguridad de poder obtener provecho de la situación según lo exijan las
circunstancias sin estar vinculada a procedimientos determinados, sino a los
que el momento especifico imponga. Debe conocerse las capacidades con que se
cuenta, los puntos fuertes del gobierno y sus puntos débiles; apreciar quienes
pudieran ser aliados, conocer
perfectamente el terreno donde se actúe y evitar un enfrentamiento directo con
las fuerzas represivas. Un criterio muy importante que se debe tener en cuenta
es el dado por Sun Tzu en El Arte de la
Guerra, pero válido también en el activismo político:
“Si conoces a los demás y te
conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro; si no conoces a los
demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra; si no
conoces a los demás ni te conoces a ti mismo, correrás peligro en cada batalla”.
Conocimiento
es la palabra clave. Conocer las aptitudes de cada uno de los miembros de la
organización opositora, saber quiénes son los más hábiles y dedicados; quiénes
son los que poseen esa cualidad que se conoce como “don de gentes”. Y detectar con astucia, sin caer en lo paranoico, a
los provocadores que puedan estar infiltrados en la organización, para bloquear
y anular su labor de zapa.
No
hay que perder de vista que el castrismo es un sistema policiaco en primera
instancia, un sistema de “gobernantes gendarmes”, para emplear el término que
usara Juan José Arévalo al definir a los gobiernos latinoamericanos de los años
40, “instalados en el poder ─ al
igual que los Castro ─ para mantener
intactas las leyes que perpetúan los sistemas de explotación”, como hoy es
el caso del sistema comunista, un sistema de explotación y despojo. Esta
condición de Estado policiaco le confiere a la vez, su fuerza y su
vulnerabilidad; vulnerabilidad, porque en la medida que incremente la
represión, así pierde en el favor, en la estimación popular y es más
susceptible a ser abatido por un fuerte movimiento opositor porque cierto es lo
que se dice, que “los Poderosos quieren
oprimir, el pueblo sólo quiere no ser oprimido”.
Si,
conocimiento: “Hacerte invencible
significa conocerte a ti mismo; aguardar para descubrir la vulnerabilidad del
adversario significa conocer a los demás”.
Activismo político
La
oposición debe estar capacitada para el activismo político, priorizar el
activismo dentro de la población, dentro de las masas, para hacerse conocida,
real, vigente y no continuar siendo un ente etéreo en la imaginación popular.
Los líderes de la oposición son más conocidos en el exterior, en los círculos
del exilio y por la Seguridad del Estado y apenas son una referencia dentro de
la población interna.
El
exilio, por su parte debiera comportarse como la retaguardia segura de la
oposición interna, dándole apoyo, tanto moral como económico, sin intentar
dirigirla o controlarla según sus intereses grupales.
El
activismo es lo totalmente opuesto al quietismo. En el activismo cabe efectuar
manifestaciones o demostraciones organizadas, tales como marchas de
simpatizantes, obtención de firmas a favor de la causa, denuncias de
violaciones de derechos humanos; pero no solo eso, sino también el accionar,
actuando sobre las conciencias, moverse dentro de los espacios legales o dentro
de la ilegalidad (en una dictadura) por medio del proselitismo y haciendo
propaganda a favor de la causa que se defiende para alcanzar consensos en temas
esenciales para la sociedad y agrupar en torno al movimiento opositor a un gran
número de adherentes. El activismo debe ser público y, al mismo tiempo,
secreto.
El
activismo es la acción dirigida a la persuasión para ganar apoyo y confianza
dentro del pueblo y luego, cuando se posean fuerzas, el activismo puede asumir
la forma de la agitación política. Todo esto se puede lograr con el
conocimiento de la psicología de las multitudes y aprovechar las preocupaciones
y las sensibilidades de las masas agitando consignas movilizadoras de impacto para
impulsarlas a la acción.
La
palabra de orden, no obstante, es no precipitarse sino que lo primero sea
organizarse y prepararse y luego actuar. Mientras tanto el activismo podrá
ejercitarse haciendo uso del limitado espacio democrático que ofrecen las
asambleas de rendición de cuentas de los delegados de circunscripciones para
ser oídas las propuestas opositoras, planteadas inteligentemente, y sin el
propósito de boicotear el acto. En estas asambleas los activistas deben ser
capaces de conocer las inquietudes de la población del lugar y exigir se den
respuestas adecuadas a esas inquietudes y soluciones a los problemas concretos
del lugar, convirtiéndose de este modo en los voceros del pueblo. No se debe
perder cualquier oportunidad de debate y denuncia públicos y mucho menos por
consideraciones ideológicas, ni por creer que participando en esas asambleas se
esté legitimando al Poder.
El
activismo político de persuasión de la oposición debe dirigirse también hacia
los círculos intelectuales; para ello debe preparar activistas idóneos con contactos
con los intelectuales con capacidad para hacer captaciones. En todo proceso de
transición política, la intelectualidad juega un papel de primer orden.
Conquistar el apoyo de un número considerable de intelectuales ─ pintores,
músicos, escritores, tanto como abogados, médicos y otros profesionales ─ es de
vital importancia política.
Vías
de penetración
La
base de sustentación del régimen castrista prácticamente es inexistente, si
aparentemente cuenta con cierto respaldo, es la costumbre inveterada del
fingimiento presente en el seno de las masas populares; es la vida en la
apariencia, de la que hablara Václav Havel. Ni siquiera en los núcleos del
Partido existe una militancia monolítica. Existe desencanto dentro de las bases
partidista, ya no abundan esos furibundos comunistas de los años anteriores a
la perestroika soviética. Ahora solo quedan los oportunistas de siempre, los
resignados, los defraudados que continúan con la militancia como resguardo y
garantía de empleo. Estos son aliados potenciales de la oposición y pueden ser
de mucha utilidad en la labor de crear conciencia.
Los
antes bastión de la revolución y fuente imprescindible de vigilancia sobre la
población y de delación, Comités de Defensa de la Revolución (CDR), han perdido
la pasión “revolucionaria” y muchos de sus dirigentes de cuadra solo lo son
como coartada existencial; ya no son los ojos y oídos del Ministerio del
Interior en toda su extensión. Hacia esta organización se deberá dirigir el
plan de captación de la oposición, y penetrar dentro de sus filas.
Se
debe pensar en contar con activistas encubiertos dentro de los centros de
trabajo que sagazmente capten adhesiones para el movimiento opositor y hacer,
como los comunistas cuando se encuentran en la oposición, penetrar las
secciones sindicales. Tal como lo expresara Juan José Arévalo, “el sindicato es uno de los más preciosos
instrumentos para pedir, para exigir, para recuperar lo que a uno le están
robando los estrategas del gran negocio social y político” y la oposición
debe rescatar los sindicatos para que dejen de ser “la polea de transmisión” de
las directivas del Partido Comunista y cumplan con el papel que les
corresponde: la defensa de los intereses de los trabajadores, tales como la
exigencia por mejoras de salario y de condiciones de trabajo.
Todo
esto debe ser un trabajo sistemático conducido sin precipitaciones por
activistas experimentados.
Prepararse ante la reacción de la dictadura
El
régimen absolutista de los Castro y compañía no está dispuesto a cruzarse de
brazos ante un poderoso e inteligente trabajo de activismo opositor y,
respondiendo a su naturaleza intolerante, desatará una fuerte represión. La
historia del sistema así lo evidencia.
El
apoyo dado al Proyecto Varela con la recogida de más de diez mil firmas, fue la
causa eficiente para que se declarara la violenta respuesta gubernamental en el
proceso conocido como La Primavera Negra, no por la importancia que en sí mismo
tuviera el Proyecto Varela, de escaso valor político, sino por la constatación
del amplio rechazo popular al régimen que representaron esas más de diez mil
firmas, lo que impulsó a Fidel Castro a desatar la represión dentro de los
términos de la draconiana Ley 88. Fue el temor a la capacidad de movilización
que un sector de la oposición pudo mostrar y lo que este activismo podría
significar en el futuro.
Sin
embargo dentro de la coyuntura política actual, el régimen no tiene las manos
completamente libres para empeñarse en una represión masiva. Es mucho lo que
puede perder, sus renovadas relaciones con los Estados Unidos pueden
enturbiarse ante una respuesta desmesurada que dé al activismo opositor. Sus
aspiraciones a favor del levantamiento del embargo podrían truncarse
definitivamente. No obstante la oposición tiene que estar preparada para
resistir una reacción violenta por parte del gobierno. Ellos no dudarán en
renunciar a sus proyectos de renovación si ventean un movimiento que amenace a
su hegemonía de poder; ya antes lo han hecho y no hay que dudar que lo vuelvan
a hacer.
Conclusión
Sí,
la oposición cubana puede ser un motor impulsor que origine los cambios
necesarios para mover al gobierno en la dirección de una transición hacia la
transición; sí y solo esto será posible cuando sepa organizarse y emprenda un
acertado trabajo de activismo político hacia el interior del país.
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