El que ahora es un tema político más que
manoseado en los Estados Unidos es, a no dudarlo, la reforma migratoria. Sí, se
ha convertido en un estira y encoje entre los republicanos y los demócratas en
la defensa de sus particulares opiniones. Todos, sin excepción, se declaran
partidarios de la reforma; pero cada uno con sus muy propios matices, y, por
tanto, sin llegar a un acuerdo definitivo. De este modo, la tan cacareada
reforma migratoria parece que finalmente
terminará en el limbo de la legalidad. Allí donde mueren las esperanzas y
existe el clamor y el crujir de dientes.
Sin embargo el asunto (la “inmigración
ilegal”, “no ilegal”, sino, mejor usar el eufemismo “indocumentada” que, en
definitiva y simplemente es furtiva o, según el término gubernamental, illegal alien) se va más allá de los
debates y confrontaciones entre las cámaras alta y baja del Congreso y entre el
Congreso y la Casa Blanca, para convertirse en debate nacional o cuasi nacional
y casi casi en un conflicto étnico de enfrentamiento entre hispanos y anglos,
como al menos así algunos activistas pro reforma migratoria parecen insinuarle.
Cuando por boca de organizaciones, como Fraternidad
Americana, Consejo Nacional de la Raza,
Mujeres Pro reforma Migratoria y muchas otras de semejante carácter, se habla
de inmigración furtiva, se piensa solo en la inmigración ilegal proveniente de
Hispanoamérica. Nada se dice y nadie piensa en inmigrantes indocumentados e
ilegales de Europa, de Asia y de África, solo se piensa en “hispanos”; y cuando
se habla de hispanos, al menos por el clamor de las organizaciones mencionadas,
se está pensando en mexicanos.
Ciertamente la mayor comunidad de
inmigrantes furtivos hacia los Estados Unidos proviene de México, de ahí que
los republicanos exigen que antes de hablar de reforma hay que “asegurar” la frontera
sur.
¿Cuántos millones de mexicanos se
encuentran viviendo en las sombras dentro del Gabacho, como ellos
despectivamente denominan al país a donde, a riesgo de sus propias vidas,
viajando en el tren terrible llamado “La Bestia”, cruzando a nado el Rio Bravo,
atravesando los desiertos de Nuevo México y Arizona, desangrándose en manos de
la delincuencia organizada de coyotes y polleros, intentan emigrar?
Ciertamente son muchos. Se calcula (Pew Hispanic Center) que en 2012 el 52 %
de inmigrantes furtivos en Estados Unidos provenían de México. En 1996 se
calculaba en aproximadamente 2 700 000 los inmigrantes ilegales o
indocumentados mexicanos presentes en Estados Unidos.
Según esta misma organización en marzo
de 2006 la “población no autorizada” era de 11.5 a 12 millones. En este informe
de 2006, se establecía una población de inmigrantes ilegales provenientes de
México en 6,2 millones o el 56% de todos los inmigrantes ilegales en Estados
Unidos.
Procedentes de la América Latina,
principalmente de Centro América, los inmigrantes ilegales alcanzaron una cifra
de alrededor de 2,5 millones, para constituir el 22% de todos los inmigrantes
ilegales.
De acuerdo con datos oficiales del
Gobierno de los Estados Unidos en el 2009, el 62 % de los inmigrantes ilegales
en Estados Unidos procedía de México para un total aproximado de 6 millones 650
mil. Procedentes de Centro América se contabilizó aproximadamente en 1 millón
42 mil, para un 12% del total de inmigrantes indocumentados.
Según el Departamento de Seguridad
Nacional en el 2012 se hicieron ciudadanas de Estados Unidos 757,434 personas.
Provenientes de América Latina y España un total de 298,326, lo que significa
que un 39.38 por ciento de los naturalizados eran de origen hispano. De ellos
102,181 mexicanos alcanzaron la ciudadanía estadounidenses; es decir el 34.25%.
Los cinco países que más ciudadanos hispanos aportaron al tejido estadounidense
en 2012 son México (102,181 naturalizados), Republica Dominicana (33,351), Cuba
(31,244), Colombia (23,972) y El Salvador (16,685).
La comunidad hispana en Estados Unidos
es numerosa, se calcula que asciende a 50.5 millones de residentes (13% del
total), con fuerte presencia en estados como Nuevo México (46.3%), California
(37.6%), Texas (37.6%), Arizona (29,6%), Nevada (26,5%), Florida (22.5%),
Colorado (20.7%). Sin embargo la comunidad hispana es políticamente débil, pues
gran parte de sus miembros no se naturalizan como ciudadanos de Estados Unidos
debido a las barreras idiomáticas y a los altos costos que representa
económicamente el proceso de naturalización.
En los últimos comicios presidenciales
solo el 24% (12.2 millones) de todos los hispanos ejercieron el derecho al
voto; o si se compara con el total de hispanos con derecho al voto que, de
acuerdo con el Centro Pew Hispano, es superior a los 21.7 millones, su
participación fue del 56.2%.
En general y según considera la
Asociación Nacional de Funcionarios Latinos Designados y Electos hay un gran
problema de participación política en la comunidad latina. Ya sea por falta de
leyes que promuevan el acceso al voto de las minorías o por falta de interés de
los hispanos por salir a votar. Realmente esta última razón es la determinante
en la participación del voto hispano, poco interés en ejercer el derecho al
voto. Aquí radica la principal debilidad de toda la comunidad hispana.
¿Y el tema migratorio? Quizá los más
interesados sean, precisamente, aquellos que no pueden ejercer el voto, los
propios indocumentados o inmigrantes furtivos y principalmente aquellos de origen
mexicano. Entre los votantes hispanos el tema de la inmigración no tiene un peso
significativo dentro de sus prioridades electorales. Efectivamente en un sondeo
realizado por Fox News Latino con vistas a las elecciones de 2012 se estableció
que el 48% de los posibles votantes latinos consideró la economía como el
asunto más importante que definiría su voto, mientras que sólo el 6% aseguraron
que votaría en función del asunto migratorio. La inmigración se colocó en el
quinto lugar de prioridades, detrás de preocupaciones como la economía (14%),
la educación (11%), y los asuntos sociales (8%), mientras que la seguridad
nacional y la defensa fueron mencionadas en sexto lugar, con un 5%.
Estas prioridades no difieren
significativamente con los resultados de una encuesta realizada en abril de
2014 por el Public Religion Research
Institute y The Brookings Institution,
según los datos obtenidos, las prioridades en orden de importancia fueron: 1)
empleos, 2) atención médica y déficit presupuestario, 3) valores morales, 4)
inmigración y 5) cambio climático.
Resulta patético escuchar las
alegaciones de algunas organizaciones “pro inmigrantes” ilegales
(principalmente de mexicanos). Unos dicen que esos inmigrantes han llegado para
fortalecer la economía americana; otros dicen que aquellos que se oponen a una
reforma integral de inmigración o aquellos que no son lo suficiente cálidos a
favor de la misma están en contra de “nuestra comunidad”; muchos alegan que
Estados Unidos es tierra de inmigrantes y hasta denominan al presidente Barack
Obama como “deportador en jefe”.
Vemos muchas manifestaciones reclamando,
más bien, exigiendo que se legalicen los indocumentados ─ los inmigrantes
furtivos ─, y lo reclaman alegando que es su derecho, su derecho humano. Así se
desfila en fechas significativas del comunismo como es la del Primero de Mayo o
se presentan filmes como “Un día sin mexicanos”, o se organizan boicots en
algunos estados. Todo un movimiento de reclamo en tierra extranjera.
Estados Unidos, ciertamente, es un país
de inmigrantes, como lo han sido en sus inicios todos los países del
continente. Estados Unidos es la meta ambicionada para todos los desesperados
del mundo que sufren la agonía de sus economías. La miseria presente en muchas
regiones de América Latina, en pueblos empobrecidos, sin adecuada asistencia
médica, sin presencia de escuelas, con altos índices de desempleo y con empleos
con paupérrimos salarios, unido a la violencia, al crecimiento de la
delincuencia organizada junto a una escandalosa corrupción administrativa,
impone a los más necesitados huir de sus países en busca de una considerable
mejoría en sus condiciones de vida, y huyen ¿hacia dónde?, hacia los Estados
Unidos, país con el que no sienten particular simpatía en la generalidad de los
que en él buscan refugio.
Por supuesto a gobiernos como el de
México, El Salvador, Honduras y Guatemala, la emigración masiva de sus países
les conviene, les quita presión social, le reportan un buen ingreso de divisas
provenientes de las remesas familiares de sus migrantes. En estos países
existen cuatro industrias megamillonarias: el narcotráfico, los secuestros, el
contrabando humano y las remesas desde el exterior. Realmente cuando en un país
sus ciudadanos emigran masiva es porque existe en ese país un grave problema de
gobernabilidad.
Llegan a arañar la tierra, a conseguirse
un dólar a como sea, a reunir un poco para enviarlo a sus familias dejadas
atrás en sus tierras y sin el menor esfuerzo para identificarse con los
patrones de conducta, creencias y hábitos de la sociedad donde, de modo
solapado, se han insertado. La gran mayoría de los que aquí llegan poseen bajos
índices académicos y sin dominio del inglés obligándose a emplearse en trabajos
de bajas calificaciones.
Estados Unidos es un país de leyes. Esto
se repite hasta hacerse una frase trillada, pero es verdad, y el Ejecutivo de
este país, como se supone para el Ejecutivo de cualquier otro país, está
obligado, en primer lugar, a cumplir las leyes; en segundo lugar, a hacerlas cumplir.
Entre otras leyes que un presidente de Estados Unidos está obligado a hacer
cumplir, están las de inmigración que ordenan deportar a los que de modo ilegal
han entrado al país.
De acuerdo con cifras divulgadas por la
BBC (26 de marzo de 2014), en 2013 fueron deportadas 368.644 personas. Unos
133.000 deportados fueron aprehendidos en el interior del territorio
estadounidense en tanto que 235.000 fueron detenciones en la frontera con
México. Más de la mitad de los deportados, el 59% o un total de 216.810 estaban
condenados por un delito (crimen)
anterior. La mayor parte de los deportados en ese año fueron los mexicanos con
un total de 241. 493; guatemaltecos 47.769 y hondureños 37.049.
México no es Cuba, ni mucho menos Corea
del Norte, donde se reprimen las manifestaciones de protestas, donde no existe
prensa independiente del Estado, donde están ilegalizados los partidos de
oposición y solo domina un poderoso Partido-Estado, que reprime con prisión y
golpizas cualquier manifestación disidente.
Si con el mismo entusiasmo que los
mexicanos exigen un derecho que no les corresponde en los Estados Unidos, en el
Gabacho, exigieran en su país mejores condiciones de vida, mejores salarios,
más oportunidades de prosperidad, eliminación de la corrupción en todas las
estancias gubernamentales y judiciales, lucha efectiva contra la delincuencia
organizada y la violencia, haciendo uso de las protestas masivas, agrupándose
dentro de organizaciones que se creen para impulsar estos reclamos,
exigiéndoles a los políticos locales con el ejercicio del voto, impulsando
fuertes campañas a favor de las demandas sociales; exigiendo que desaparezcan
las condiciones socio-económicas que incentivan a la emigración, quizá, tal
vez, los mexicanos no se vean forzados a escapar de su país huyendo de la
miseria, ni tener que entrar de rondón en el gabacho para vivir en un mundo de
sombras y, entonces sí y solo así podrán proclamar su chovinismo gritando: “¡Viva
México!”, “¡Como México no hay dos!” y puedan lanzar su eterna consigna de “¡Sí
se puede!”.
No olviden que en México no está
instaurado un régimen totalitario, aunque la democracia allí, todavía le falta
mucho para ser una verdadera democracia. Allí pueden luchar sin necesidad de
hacer reclamos en el Gabacho, en Gringolandia.
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