La
vicepresidenta y ministra de Exteriores de Panamá, Isabel de Saint Malo de
Alvarado, se reúne con el ministro cubano de Relaciones Exteriores, Bruno
Rodríguez. Foto: EFE
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Mario J. Viera
Que Rafael Correa exigiera que el general que usurpa el gobierno de Cuba participara en el foro interamericano, no tuvo nada de sorprendente, pues, aunque Correa ejerce la presidencia de su país legítimamente, él es, definitivamente, cachorro de la misma camada castrista. Que los países que integran el bloque ALBA decidieran no participar en la Cumbre de las Américas celebrada en abril de 2012, nada tiene de extraño, porque al fin y al cabo se trata de un club de gobernantes proclives a la dictadura; pero que un presidente electo democráticamente se vincule a la petición albista de darle asiento en la Cumbres de la Américas al usurpador del gobierno de Cuba, es ya una completa incongruencia.
Incongruencia por muchas razones, una de
ellas es que Juan Carlos Varela, presidente de Panamá, fue electo por el
partido arnulfista, el Partido Panameñista, un partido que siempre mantuvo una
actitud antimilitarista y anticomunista. Incongruente porque en entrevista
concedida a EFE durante su visita a España, el 8 de septiembre afirmó que “la estabilidad de un gobierno la garantiza
principalmente el compromiso de sus dirigentes de mantener una política pública
en beneficio de la población y que los recursos del Estado se usen en beneficio
de todos”, cuando en Cuba la política pública de castrismo es un completo
desastre dirigida a mantenerse en el poder empleando cuantiosos recursos en
beneficio exclusivo de una elite de militares y del poder de un partido
político que domina y controla como único legalizado todas las esferas del
Estado y de la Nación; porque declaró en su discurso de toma de posesión que su
propósito era “luchar por la justicia
social, siempre basado en el amor al prójimo”, en tanto que el gobierno
usurpador de Cuba su “amor al prójimo” lo expresa mediante la represión a
cualquier opinión opositora, mediante los vergonzosos actos de repudio,
mediante el acoso constante a los representantes de la resistencia pacífica y
civilista.
Como también es incongruente con sus
declaraciones, su disposición a darle foro al general usurpador del Gobierno de
Cuba, que mantiene una camarilla de politicastros y militares siempre colocados
por encima de la ley en tanto se mantengan fieles a Fidel y Raúl Castro.
Partiendo de un latinoamericanismo mal
formulado declaró en España: “América es
un solo continente, incluye a Cuba y hay que ser respetuoso con eso”. Cuba
forma parte de América, Cuba es de América Latina; pero en Cuba no existe un
gobierno legítimo con derecho a representarle en un foro de debate comprometido
“con la integración hemisférica y la
responsabilidad nacional y colectiva, a fin de mejorar el bienestar económico y
la seguridad” de los pueblos de América. El gobierno usurpador de Cuba no
cumple con tales parámetros.
Para justificar su intención de extender
la invitación a Raúl Castro, general y usurpador, para su participación en la
Cumbre de las Américas a celebrarse en Panamá en abril de 2015, Juan Carlos
Varela declaró a EFE: “Tenemos que buscar
lo que nos une y dejar por unos días cualquier división política para afrontar
retos coordinados”. Premisa falsa que la convierte en falacia. No se trata
de diferencias políticas en el caso de Cuba sino de diferencias de principios;
en Cuba no existe un gobierno legítimo sino un gobierno usurpador impuesto por
la fuerza militar y los órganos de
represión política. Diferencias políticas, que, quizá merezcan obviarse, son
las existentes entre gobiernos latinoamericanos de derecha y gobiernos de
izquierda, entre gobiernos sujetos al estado de derecho y gobiernos como los
integrantes de ALBA; diferencias políticas entre Juan Carlos Valera, por
ejemplo, y Rafael Correa, o entre Juan Manuel Santos y Nicolás Maduro.
Otra incongruencia en la posición
panameña de invitar a Raúl Castro a la Cumbre de Panamá, la ofreció la
vicepresidenta y canciller de Panamá, Isabel de Saint Malo de Alvarado durante
su visita oficial a la isla cuando declaró que el objetivo de su visita a Cuba
era “afianzar las históricas relaciones
de amistad entre Cuba y Panamá”. ¿Cuáles son esas históricas relaciones de
amistad entre el castrismo (no Cuba) y Panamá?
Dejando a un lado el affaire del barco norcoreano
“Chong Chon Gang”, las históricas relaciones de amistad del castrismo con
Panamá fueron los estrechos lazos que les unió con el régimen militar de Omar
Torrijos ─ calificado por Raúl Castro como “entrañable amigo del pueblo de Cuba
y del compañero Fidel” ─, participante en el golpe de estado del 11 de octubre
de 1968 que derrocó al presidente legítimo de Panamá, Arnulfo Arias Madrid,
fundador del partido en el que milita el actual presidente panameño, o su
estrecha colaboración con la dictadura militar del general Manuel Antonio
Noriega.
Aunque este de Panamá, a todas luces se
muestra como un presidente despistado, podría mejorar su cara política si al
mismo tiempo que invita al usurpador cubano, invitara a los actores sociales de
Cuba a participar en la Cumbre Social que se celebra previo al de la Cumbre de
las Américas. Pero no conformarse con invitar a las organizaciones títeres del
castrismo como son la oficialista Central de Trabajadores de Cuba, la
Federación de Mujeres de Cuba, la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños
y otras de semejante composición, sino invitar también a los actores sociales
de la perseguida e ilegalizada oposición cubana, como pudieran ser,
representantes de las Damas de Blanco, activistas como Elizardo Sánchez Santa
Cruz, Jorge Luis García Pérez “Antúnez”, Guillermo (El Coco) Fariñas Hernández
y Oscar Elías Biscet, conjuntamente con integrantes del periodismo
independiente.
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