Mario
J. Viera
Amanecía,
las calles del pueblo estaban tranquilas, La gente salía a realizar sus
ocupaciones habituales; las tiendas se abrían a la asistencia de los
consumidores. Sí, todo estaba tranquilo, pero Wilhelm y su amigo Rudolf
estaba esa mañana expectantes; allí cerca de la plaza central del pueblo.
Unos
carros policiacos se aceraban. Las fuerzas del orden se preparaban para algo.
Vestidos en trajes de antimotines, bastones en mano y las armas listas para
actuar. Se apostaron delante del edificio de la alcaldía.
Por
una de las calles que daban acceso a la plaza se escuchó un griterío de voces.
Entonces apareció una multitud portando carteles y gritando “Wir wollen
Freiheit”, es decir: “Queremos libertad”. Los dos amigos se unieron al
clamoroso grupo que pretendía ocupar la plaza del pueblo.
Las
fuerzas del orden se lanzaron sobre el grupo, dando bastonazos y culatazos con
sus fusiles. Y llegaron más efectivo que rodearon a los protestantes. Los que
caían sobre el suelo fueron pateados por loa agentes antimotines, detuvieron a
muchos y una gran parte del grupo que exigía libertad huyó en busca de
protección y entre ellos estaban los dos amigos.
Desaliento
generalizado. Algunos decían que los órganos de la dictadura eran imbatibles,
que había que renunciar a todo intento de protestas. Pero Wilhelm no aceptaba
la derrota. Había que emplear otros métodos.
Wilhelm
y Rudolf sabían que las fuerzas de la dictadura formaban un bloque monolítico;
ellos conocían que el gobierno era represivo y contaba con muchos informantes;
sabían que los órganos represivos identificaban a los líderes de la oposición y
no se detenía en acosarles, en aislarles y llevarlos a prisión. Desaparecían
los líderes y las protestas sin conducción languidecían. Además, los dos amigos
conocían que dentro de la población crecía el descontento y que el gobierno
había perdió el apoyo de las multitudes.
Y
Wilhelm consideró, si hay una enorme cantidad de gente que detesta a sus
tiranos, ¿cómo no va a ser posible, que no podamos derrocar a la dictadura?
Ninguna organización opositora lograba consolidarse, porque las fuerzas
represivas o las penetraban o las destruían. ¡Tenemos que buscar a los
descontentos, tenemos que unirlos, tenemos que organizarlos! Consideraron los
dos amigos.
Para
captar a los descontentos había que tener en cuenta la necesidad de actuar en
condición de bajo nivel; incluso, Rudolf opinó que no solo de bajo nivel tenía
que actuarse, sino de subterráneo nivel. Y así lo hicieron.
Estudiaron
todo lo que se había escrito sobre la resistencia sin recurrir a la violencia y
la gente que captaban la organizaban en células independientes de no más de
diez miembros. Cada mimbro de la célula inicial captaría a nuevos seguidores
para constituir nuevas células. Guardaban silencio, no pronunciaban quejas,
solo se entrenaban y se organizaban. Sus reuniones serían como una de amigos
que supuestamente se reunían para algún festejo o como si estudiaran la Biblia;
pero en realidad irían y elaborando un plan estratégico de lucha, elaborando
octavillas que luego, como de manera anónima, distribuían en plazas y poblados;
y en el interín iban preparándose y entrenándose, para el momento propicio. Si
alguna célula caía otra ocupaba su lugar.
Entonces,
cuando Wilhelm y Rudolf vieron que se contaba con cientos de células, iniciaron
la resistencia y se tomaron las calles y se organizaban desfiles de protesta
con miles de trabajadores, con miles de gente común, con jóvenes de todas las
condiciones, con los intelectuales y con artistas. Entonces el grito de “Wir
wollen Freiheit”, no pudo ser acallado.
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