Oswaldo Páez-Pumar. EL UNIVERSAL
Desde que el usurpador Maduro asumió
la presidencia existe en el país un estado de incertidumbre que sobrepasa el
nivel normal que se deriva de la imposibilidad de conocer el futuro. La
carta-denuncia de Giordani ha generado dentro del PSUV un estado similar y ha
provocado en el usurpador una declaración insólita con la cual pretende tapar
su propia ineptitud. "Todo lo que se decide lo decido yo".
El mismo dicho en boca del difunto
sería el resultado lógico de estar rodeado de una serie de adulantes que vieron
en eso que se ha dado en llamar su "carisma" el camino para medrar y
enriquecerse siempre y cuando dijeran amén a todo cuanto expresara Chávez.
Rodeado por ese ambiente es fácil para cualquiera caer en la tentación de
creerse el centro del mundo y de estar llamado a cambiarlo para modelarlo de
acuerdo con la limitada visión que tiene todo aquel que cree que la evolución
del universo y del hombre en la historia es una simple preparación que
aguardaba por su llegada. Eso creía Chávez.
Con el usurpador la situación es
diferente el mismo se confiesa hijo de Chávez y seguidor de las instrucciones
que aquel le comunica a través de un pajarito, lo que pone de manifiesto que
"lo que se decide no lo decide él", a lo sumo es un intérprete; y a
la hora de interpretar como nadie cree en "pajaritos preñados" la
interpretación de lo que cree y ordena el difunto oráculo es libre.
Estamos por lo tanto en presencia de
un usurpador que cree que decide cuando justamente lo que no hay son
decisiones, sino un país paralizado que percibe cada vez con más claridad la
incapacidad del usurpador y quienes le rodean para hacerle frente a la tarea de
toma de decisiones, en una encrucijada donde los autores no pueden reconocer la
realidad de destrucción a la que han llevado el país y los enchufados reconocen
el agotamiento del proyecto y la imposibilidad de continuar la vía trazada por Chávez.
Esa es la paralización.
Quien la sufre en mayor grado es el
usurpador. No sabe adónde dirigir sus pasos. Chávez que sabía adónde quería ir
trajo en su ayuda a un burro "el onagro trisoleado", porque los
burros van donde el arriero los conduce. Castro que pastorea al usurpador le
envió un borrego, seguramente con su cencerro.
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