Andrés
Oppenheimer. EL NUEVO HERALD
La
promesa del presidente Barack Obama de firmar decretos ejecutivos para reformar
el sistema de inmigración y detener la avalancha de niños centroamericanos a
Estados Unidos es una buena noticia. Pero me temo que no ayudará mucho porque
no ataca el problema de fondo, que es el hecho de que un 60% de los niños de
Centroamérica no terminan la escuela secundaria, y están en las calles.
Obama
anunció que, dada la negativa de los republicanos en la Cámara de
Representantes a aprobar la reforma inmigratoria que ya fue aprobada por el
Senado el año pasado, actuará de manera unilateral en las próximas semanas para
tratar de resolver la crisis migratoria.
Obama
fue impulsado a actuar luego de la crisis humanitaria disparada por los casi 50,000
niños centroamericanos que han cruzado la frontera sin sus padres, y sin
documentos inmigratorios, desde el 1 de octubre. Casi todos ellos huyen de El
Salvador, Guatemala y Honduras, por la violencia de las bandas del narcotráfico
y por la desesperanza económica existente en sus países.
Pero
el plan de Obama de detener la oleada de niños centroamericanos se centra casi
exclusivamente en medidas policíacas, como la creación de nuevos centros de
detención y controles en la frontera.
En
una carta al Congreso del 30 de junio, Obama pidió “un incremento de seguridad
en la frontera” y “una agresiva estrategia de disuasión”. La administración
Obama ha dicho que destinará $161,500 millones este año a la Iniciativa de
Seguridad Regional Centroamericana, para financiar los desafíos más urgentes de
seguridad y gobernabilidad de la región.
¿Pero
lograrán este tipo de medidas frenar el flujo de niños centroamericanos? Lo
dudo mucho. Con suerte, contribuirán marginalmente a reducir las estadísticas a
corto plazo.
La
razón de fondo por la que tantos niños no acompañados de El Salvador, Guatemala
y Honduras están cruzando la frontera de Estados Unidos es que abandonan la
escuela y están viviendo en las calles, con pocas alternativas fuera de unirse
a las pandillas del narcotráfico o convertirse en sus víctimas.
Recientemente
me topé con una escalofriante estadística del Banco Interamericano de
Desarrollo (BID): solo el 27% de los jóvenes de Guatemala, 40% de los de
Honduras y 41% de los de El Salvador terminan la escuela secundaria.
Sí,
leyeron bien: más del 60% de los adolescentes centroamericanos no van a la
escuela, y están viviendo en la calle en algunos de los países con índices más
elevado de homicidios del mundo.
No
resulta sorprendente, entonces, que los padres de muchos de esos niños y niñas
centroamericanos, temerosos de verlas violadas o asesinados por las pandillas,
los insten a huir al exterior. Y no solo a Estados Unidos: se están yendo a
otros países.
Según
la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados, aunque
el número de migrantes — incluidos los niños — de El Salvador, Guatemala y
Honduras que han pedido asilo en Estados Unidos ha subido un 757% desde el
2008, el número de migrantes de esos tres países que han pedido asilo en otras
naciones de la región, como México y Panamá, ha subido un 712%.
Además
de la violencia del narcotráfico, los niños centroamericanos no tienen
perspectivas económicas. Las economías de sus países están congeladas en el
tiempo, viviendo de un puñado de exportaciones agrícolas y de las remesas
familiares provenientes de Estados Unidos.
En
parte, por un absurdo nacionalismo que impide una integración centroamericana
que permita que estas diminutas economías puedan complementarse y ser más
competitivas, y por el pésimo nivel educativo que les impide elaborar productos
más sofisticados, el futuro económico de Centroamérica es sombrío.
Gador
Manzano, una especialista en educación del BID, me señaló que los estudios en
el estado de Jalisco, México, y en otras partes del mundo han demostrado que
cuanto más tiempo permanecen los niños en la escuela, es menos probable que
emigren.
“Ir más años a la escuela no garantiza que
los niños centroamericanos no vayan a emigrar, pero disminuye las posibilidades”,
me dijo Manzano. “Cuanto más años pasan
en la escuela, tanto más probable es que se pongan de novios, o encuentren un
trabajo, o echen más raíces en su país”.
Mi
opinión: El plan de Obama de abrir nuevos centros de detención en la frontera,
deportar más niños centroamericanos inmigrantes y darle más ayuda a los
ejércitos y las policías centroamericanas puede contribuir a mitigar la última
crisis migratoria, pero no demasiado.
En
vez de centrarse casi exclusivamente en fortalecer la Iniciativa de Seguridad
Regional Centroamericana y otros planes de ese tipo, Obama debería lanzar una
Iniciativa de Educación Regional Centroamericana para ayudar a que los niños de
esos países pasen más tiempo en la escuela, y menos en las calles. Sin un plan
para mejorar la educación, los niños seguirán escapando de la realidad de sus
países.
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