Artículo previamente
publicado en Cubanet en octubre de 2011
Mario
J. Viera
En política se habla de posiciones, bien de izquierda, bien de
derecha. Ambos costados se definen de acuerdo a la aceptación de determinados
patrones o de estereotipos. La derecha ataca convulsivamente a la izquierda; la
izquierda se revuelve furiosa contra la derecha. Tal parece que en política se
avanza como el cangrejo, de lado. Se habla también de centro. Los centros no
tienen movimiento, al menos en geometría. Punto fijo a partir del cual se
desarrolla el movimiento rotatorio.
Aún más, se habla de centro derecha y de centro izquierda. Esto es
algo mucho más difícil de definir. Es como si se hablara de un desplazamiento
del equilibrio; como si el ombligo de una persona se ubicara hacia la derecha y
el de otra, a la izquierda.
Todavía más. Se mencionan también los extremos, de extremo
derecha, de extremo izquierda. Si vamos al diccionario de la Real Academia
encontramos dos acepciones de las 14 que definen la palabra extremo que me
parece se ajustan más al significado de este concepto político:
Número 2. Adj. Dicho de una cosa: Que está en su grado más intenso, elevado o activo.
Número 6. m. Excesivo, sumo, exagerado.
Es decir, hay gente de derecha que exageran sus principios de la
manera más intensa y elevada, lo mismo puede decirse de la gente de izquierda.
Me imagino a ambos con expresión agria del rostro, apretados los labios y los
puños tratando de imponer su verdad exagerada, particular, intolerante. Se dice
que los extremos son, el fascismo para la derecha; el comunismo, en todas sus
variantes, para la izquierda. ¿O no?, que pudiera haber extremistas que no sean
fascistas o comunistas ¡Todo puede ser!
Pero hay mucho más. ¿Qué decir de los moderados? “Derecha
moderada”, “Izquierda moderada” ¡Dios, qué complicación! Consultemos de nuevo
el diccionario de la Real Academia.
Moderado: 2. adj. Que guarda el medio entre los extremos.
3. adj. Que
no es extremista.
De acuerdo con esta definición, digamos como ejemplo, el de la
derecha moderada está situado a mitad de camino entre la derecha propiamente
dicha y la extrema derecha; lo mismo para el de la izquierda moderada. Es decir
son algo más allá y algo más acá.
Permítame el lector hacerme una autovaloración, para luego entrar
en tema.
Realmente no sé si soy de derecha o de izquierda; si estoy en el ombligo o a un lado de él.
Realmente no sé si soy de derecha o de izquierda; si estoy en el ombligo o a un lado de él.
Me considero pro vida y por tanto enemigo del aborto. ¡Soy de
derecha! Estoy de acuerdo con los experimentos con células madres. ¡Soy de
izquierda!
No comparto gran parte de la teoría de Darwin. ¡Soy de derecha!
No comparto la tesis bíblica de la creación del mundo. ¡Soy de
izquierda!
Soy partidario cien por ciento de la economía de mercado. ¡Soy de
derecha!
Rechazo ardientemente las tesis del laissez faire y del
neoliberalismo. ¡Soy de izquierda!
Soy católico. ¡Definitivamente soy de derecha!
Soy anticlerical. ¡No queda dudas, soy de izquierda!
Considero estúpidas las tesis económicas de Karl Marx, Bakunin y
compañía. ¡Soy de derecha!
Considero estúpidas las tesis de la Escuela de Chicago. ¡Soy de izquierda!
Estoy plenamente de acuerdo con los términos de la Segunda
Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos. Posiblemente sea de derecha.
Creo que se debe regular el uso de las armas en contra de los
intereses de la National Rifle Association. Quizá sea de izquierda.
Tal vez, definitivamente sea de centro. Sin embargo, no quiero
catalogarme como uno que está en el justo medio de la derecha o de la
izquierda; sin decidirme ni por una u otra tendencia o decidiéndome por un
eclecticismo particular que muy bien podría ser contradictorio con el
eclecticismo de otros en cuanto a qué considerar adecuado y que no.
Creo que cada cual tiene el derecho a pensar como le dé la gana.
Ser todo lo conservador o liberal que se quiera. Ser del Tea Party o profesar las
opiniones de la izquierda bananera de América Latina. Sin embargo, rechazo que
un político electo para un cargo público pretenda imponer a toda la sociedad
sus criterios derechistas o izquierdistas. Que un político religioso electo
para un cargo público quiera imponer sus conceptos fundamentalistas a toda una
nación o que uno ateo quiera imponer su criterio anti religioso a toda la
población.
Cuando de los intereses particulares de cada sector de la sociedad
se trata no cabe ni derecha ni izquierda. La sociedad no tiene costados. Toda
sociedad políticamente estructurada tiene capas, coexisten en su seno clases
altas, clases medias y clases laborales. Es inmoral pretender imponer los
patrones que beneficien sólo a uno o dos sectores de la comunidad. Ni permitir
la rapacidad y egoísmo de un sector, ni conceder las demandas exageradas de
otro. Ni poder de la oligarquía, ni el demagógico poder del proletariado.
Las sociedades, y los
políticos debieran ser consecuentes con este postulado, no tienen costados, solo
tienen frente y espaldas y se ha de caminar siempre hacia adelante, aunque unas
veces tomando atajos por la derecha y otras por la izquierda, pero nunca
caminar hacia atrás porque quien camina de espaldas puede muy bien tropezar y
caer.
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