“Esto es un intento de Golpe de Estado orquestado por el ex presidente Lucio Gutiérrez. Esto es parte de una conspiración". De este modo el Presidente del Ecuador Rafael Correa calificó el pronunciamiento que en horas de la mañana del día 30 de septiembre ejecutaran varios cientos de policías en el Regimiento No. 1 de Quito.
De inmediato, el presidente de Venezuela Hugo Chávez se refirió en idéntico calificativo al desorden que ha estremecido a la sociedad ecuatoriana. Chávez afirmó: "Están tratando de tumbar al Presidente Correa. Alerta los pueblos de la Alianza Bolivariana! Alerta los pueblos de UNASUR ¡Viva Correa!!"
Evo Morales no podía quedarse atrás y acusó al gobierno de los Estados Unidos como instigador de la algarada: “Este es un intento de golpe directo al ALBA y al Unasur ─ declaró ─ porque quieren acabar con los gobiernos anti neoliberales y antiimperialistas, por eso al gobierno de Estados Unidos no le interesa la integración”.
El Ministro de de Relaciones Exteriores declaró, según dijo por instrucciones del general Raúl Castro: “Cuba condena y manifiesta su más enérgico rechazo al golpe de Estado que se está desarrollando en Ecuador”, en su opinión, dirigido por “la oligarquía y grupos conspiradores”, al mismo tiempo que transmitió un emplazamiento al gobierno de Barack Obama para que expresara su condena, “sino sería cómplice”.
La cancillería de Guatemala expresó en un comunicado oficial su preocupación por las acciones "que atentaron contra la vida del presidente Rafael Correa".
Fernando Lugo, presidente de Paraguay se sumó a la idea de que la insubordinación policiaca y parte de las fuerzas armadas se trataba de un intento de golpe de estado, afirmó en una nota: "Paraguay expresa su más enérgico rechazo ante la sublevación de sectores armados de la República hermana y amiga de Ecuador, condena a los golpistas y manifiesta su solidaridad con el presidente Rafael Correa".
En el mismo sentido se pronunció el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, al condenar lo que él denominó “los intentos de cambiar el orden constitucional”.
Estados Unidos se expresó por boca de su Secretaria de Estado Hillary Clinton: "Urgimos a todos los ecuatorianos ─ exhortó Clinton ─ a que se unan y trabajen en el marco de las instituciones democráticas para alcanzar un restablecimiento rápido y pacífico del orden", afirmando además que los Estados Unidos “deplora la violencia y el caos, y expresamos nuestro pleno apoyo al presidente Rafael Correa y las instituciones de gobierno democrático en ese país” y luego, en la reunión de emergencia celebrada por la OEA, Estados Unidos fijó su posición. La representante del gobierno americano, Carmen Lomellin, dijo: “Estados Unidos condena cualquier intento de violar el proceso democrático y el orden constitucional en Ecuador”.
Tras abandonar el Hospital de la Policía donde se mantenía retenido, luego de una operación militar de “rescate”, Correa volvió a la idea de que la protesta armada de la policía se trataba de un intento de golpe de estado en su contra: La culpa de esto ─ dijo ─ lo tienen los conspiradores de siempre, quienes emprenden campañas de desinformación para conseguir lo que no pueden conseguir a través de las urnas''
El ex presidente de Ecuador, Lucio Gutiérrez, exiliado en Brasil rechazó la acusación que le hiciera Correa de estar detrás de la sublevación de la policía, al mismo tiempo que le responsabilizó por la crisis y el caos que se había producido en el país etiquetando a su gobierno como “Gobierno abusivo, corrupto, prepotente de Rafael Correa” a la vez que denunció que el actual mandatario de Ecuador había sido uno de los promotores del golpe de Estado que le derrocara el 20 de abril de 2005, un movimiento de masas que en su momento Gutiérrez había denominado como la “rebelión de los forajidos”.
Pero es necesario preguntarse ¿la rebelión de los policías ecuatorianos es, en realidad un conato de golpe de Estado? Dada las características del pronunciamiento nada parece indicar que se trate de tal cosa, salvo el que haya sido orquestado por elementos de los cuerpos armados.
Debemos considerar algunos indicios. En primer lugar las fuerzas policiales insubordinadas no hicieron nada para ocupar el Congreso, o asaltar el palacio presidencial; no se desplegaron alrededor de puntos estratégicos de la capital. Solo tomaron por la fuerza el principal cuartel policiaco de Quito y algunos otros en el interior del país. Por otra parte la policía no cuenta con los medios tácticos para intentar un golpe de estado. No posee ni aviones de combate, ni cuerpos blindados motorizados, sin los cuales estaría condenada a un fracaso estrepitoso. Esto, lo sabe cualquier ecuatoriano donde tantos cuartelazos y golpes de estado se han producido y lo sabe muy bien la policía ecuatoriana.
Desde el inicio de la insubordinación los complotados no hicieron ninguna exigencia de carácter político; sus reclamaciones fueron de tipo gremial. La demanda planteada se dirigía en contra de la Ley de Servicios Públicos aprobada el pasado 11 de agosto con 108 votos a favor, principalmente de legisladores del gobernante movimiento Alianza País, dos en contra y nueve abstenciones para remplazar a la Ley Orgánica de Servicio Civil y carrera administrativa. El proyecto de Ley preveía el pago por bonos extra laborales para los policías lo que se rechaza en la demanda que reclama el pago en efectivo, no en bonos. Algunos se quejaban de que tenían que laborar hasta 15 horas diarias sin recibir pago por horas extras. Igualmente se oponían a la extensión de cinco a siete años del tiempo que es necesario esperar para obtener ascensos.
Se evidencia además que se trata de una demanda de sector el hecho de presentarse en el lugar el comandante de la Policía Nacional, Freddy Martínez buscando calmar a los insubordinados y garantizando que los derechos de los policías “no se van a perder, no los vamos a perder”. Se fortalece esta evidencia en lo declarado por el General Ernesto González, jefe del Comando de las fuerzas armadas, cuando solicitó que los policías depusieran la protesta: “Es mi pedido muy formal a los compañeros de la Policía Nacional, que depongan su actitud y que tengan la seguridad y la confianza en el mando policial y militar de que la situación va a ser solventada, y sobre todo, se garantizarán sus derechos”
Correa que en su característica pose provocadora fue a discutir con los insubordinados recibió insultos y hasta le arrojaron agua según él mismo ha manifestado. No lo balearon si el propósito del descontento hubiera sido el de deponerle de la presidencia; como tampoco le balearon cuando se dirigió a los policías desde una ventana del hospital, zafándose la corbata e intentando abrirse la camisa, con gesto indignado y conminándoles a cometer magnicidio: “Señores si quieren matar al presidente, aquí está, mátenlo si les da la gana, mátenlo si tienen poder, mátenlo si tienen valor en vez de estar en la muchedumbre cobardemente escondidos”. Esta hombrada de Correa, que para algunos observadores es solo el reflejo de su sanguíneo carácter fue alabada por Hugo Chávez: “Acabo de hablar con el Compañero Presidente Rafael Correa. Puro Coraje, pura dignidad!!” Algo, esto último que le faltó cuando fuera derrocado por breve tiempo.
De modo implícito Correa reconocía que la insubordinación tenía un trasfondo gremial al exclamar furioso: “Son unos ingratos, bandidos, nadie ha apoyado tanto a la policía como este gobierno”.
Luego de la destitución en Honduras del Presidente Zelaya, Correa había expresado que el próximo presidente del socialismo del Siglo XXI que sufriría un golpe de estado sería él. El reflejo paranoico de la mente de todos los gobernantes autoritarios. Ahora, con la indisciplinada acción de la policía ecuatoriana reclamando el respeto de sus derechos laborales, Correa intenta sacarle partido en su beneficio y buscar una restructuración de las instituciones armadas para colocar en sus mandos y líneas a personal decididamente partidarios de su liderazgo.
En Ecuador no ha habido ningún pronunciamiento armado dirigido a derrocar a su gobierno.
Mario J. Viera
Mario J. Viera
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