I
Siempre en grandes sectores de la sociedad americana han predominado las adhesiones al conservadurismo. Ha sido la base ideológica de la gazmoñería hipócrita predominante sobre todo en el Sur de los Estados Unidos. Sin embargo el conservadurismo, aunque presente en los marcos del Partido Republicano, nunca había asumido un movimiento organizado y con objetivos políticos y de poder definidos.
Como corriente de opinión el conservadurismo tiene su origen en los trabajos de Edmund Burke (1729 – 1797) y más concretamente en su obra Reflexiones sobre la Revolución francesa de la cual era un encendido oponente. Criticando la violencia jacobina cuando considera “todo parece fuera de la naturaleza en aquel extraño caos, donde se mezclan ligereza y ferocidad, revuelta confusión de delitos y locuras” ataca entonces los derechos del ciudadano que la revolución proclamara: “Estoy tan lejos de negar en teoría los verdaderos derechos del hombre, como de retenerlos en la práctica (si tuviera poder para darlos o retenerlos) Al negar estas falsas pretensiones de derecho no quiero atacar los que son realmente derechos, los cuales serían totalmente destruidos por los falsos… El gobierno no se crea en virtud de derechos naturales, que pueden existir y existen, totalmente independientes de él y con mucha mayor claridad y en grado mucho mayor de perfección abstracta; pero su perfección abstracta es su defecto práctico… las restricciones puestas al hombre del mismo modo que sus libertades han de ser consideradas como sus derechos. Pero como las libertades y las restricciones varían con los tiempos y las circunstancias y admiten infinitas modificaciones, no pueden establecerse mediante una regla abstracta; y no hay nada tan estúpido como discutirlas basándose en ese principio”.
Frente a los cambios que generó el fin del Ancien régime se decide teoricamente a favor de la observancia de las tradiciones que, en su opinión, “deja libre la posibilidad de nuevas adquisiciones, pero proporciona la segura garantía de cada adquisición”.
En Estados Unidos los trabajos de Russell Kirk (1918 – 1994) han influido en la elaboración del pensamiento ultraconservador de este país. La religión y el orden son los pilares de su filosofía. Considera que la sociedad exige la existencia del orden y las clases que refuerzan las diferencias naturales. Toda la civilización tiene, según Kirk, su origen en la religión. Al mismo tiempo, se ha señalado que Kirk fue un defensor inequívoco del nacionalismo. Su filosofía es la filosofía exclusivista del WASP (White, Anglo Saxon, Protestant).
El alarido de los neo ultra conservadores del momento es el de “religión, familia y nacionalismo”, que parece ser inspirado en el estandarte de los carlistas de “Dios, Patria y Fueros” de la España del Siglo XIX. Representa el temor a los cambios y al progreso que los ultraconservadores consideran peligrosos para sus intereses y para sus prejuicios. Es la exaltación de la derecha política llevada hasta el grado más alto y al reaccionarismo galopante e intransigente.
La cara visible del ultra conservadurismo reaccionario es hoy, en los Estados Unidos, el Tea Party, esa aparente amorfa organización que dice pretender el rescate de las supuestas bases conservadoras sobre las que se levantaron los pilares institucionales de este país. Su vocero más representativo es Sarah Palin que se ha convertido en una especie de Don Quijote con faldas arrojándose, lanza en ristre a “desfacer entuertos”. La cara oculta del Tea Party es la de los multimillonarios hermanos David y Charles Koch y el magnate de las comunicaciones y dueño de la cadena Fox, Keith Rupert Murdock. Los intereses del Tea Party no son otros que los intereses egoístas de estos acaudalados y de los sectores más reaccionarios de la población que defienden la supremacía blanca, y el chovinismo nacionalista. “Detrás de este tipo de organizaciones o movimientos de ciudadanos ─ ha declarado David Axelrod, el principal asesor del presidente Obama desde el 20 de noviembre del 2008 ─ se encuentra un puñado de millonarios”.
Durante la concentración del Tea Party en Washington (28 de agosto de 2010) el reportero del diario español El País, David Alandete, recogiendo opiniones de los participantes en el evento, citó las palabras de fuerte carácter supremacista de una anciana de 67 años que declaró: “¡Este es un país de mayoría blanca! ¡Un país de familias! ¿Por qué me tienen que venir a mí a imponer los derechos y las obligaciones de una minoría? Los musulmanes son minoría. Los gays también. Como tal, deben conformarse con lo que tienen, no imponernos sus ideas a la fuerza”. Esta es pues la filosofía del Tea Party que impulsan los hermanos Koch, Murdock, el antiguo alcohólico convertido al mormonismo, comentarista de la Cadena Fox, Glen Beck y Sarah Palin. Por este camino pronto se llegará a clamar: “¡No a los negros, latinos y otros representantes de razas inferiores! ¡No a los católicos y judíos! ¡Mueran los gays!”
¡Sarah Palin, la voz más alta del Tea Party! Una desconocida antes de la descabellada maniobra política del centro derechista Joh McCain al proponerla como compañera de fórmula durante su fallida campaña presidencial de 2008. Ante la posibilidad de que Hillary Rodham Clinton ganara la candidatura para la presidencia, quiso adornar su campaña con el rostro suave de una mujer aparentemente conservadora. Gracias a McCain, la Palin ganó fama nacional e internacional y no precisamente por hacer gala de inteligencia, sino todo lo contrario.
Pero Sarah Palin no es ese tipo de conservadora sujeta a esos principios. Siendo miembro de una iglesia Pentecostal participó en un concurso de belleza para elegir a la Miss Alaska; luego se fugó con su futuro esposo y defendió el derecho de su hija por su embarazo extramarital. Nada criticable desde un punto de vista liberal. Muy dudoso desde el punto de vista tradicional conservador. Sarah Palin no es, ni conservadora ni, mucho menos, liberal; simplemente es una oportunista que busca la notoriedad entre la extrema derecha americana para, a su momento, presentarse como candidata para la presidencia de los Estados Unidos.
Y ¿Quiénes son los hermanos Koch? Los vástagos de un poderoso magnate petrolero, Fred Koch quien fuera uno de los fundadores en 1958 de la archi derechista John Birch Society, la organización que se opuso a la Ley de los Derechos Civiles de 1964 alegando que constituía una violación de la Décima Enmienda de la Constitución que establece: “Las facultades que esta Constitución no delegue a los Estados Unidos, ni prohíba a los estados, quedan reservadas a los estados respectivamente o al pueblo”. Para la John Birch Society, la ley de los derechos civiles consistía en una extralimitación de los derechos de los estados individuales de dictar leyes sobre derechos civiles.
Los Koch han financiado grupos de corte conserva-liberal partidarios furiosos de las doctrinas económicas de la Escuela de Chicago y de Friedrich von Hayek que promueven el ejercicio sin restricciones del mercado y rechazan el papel de árbitro que le corresponde al Estado.
Propietarios de la Koch Industries, considerada por FORBES como la segunda más poderosa empresa después de Gogill, colocadas por encima de la Chrysler que se sitúa en tercer lugar, Publix Super Markets en el puesto 9 y la Sinclair Oil en el puesto 44. Los Koch operan refinerías de petróleo en Texas, Minnesota y Alaska y son poseedores de las toallas de papel Brawny, las copas Dixie, y Lycra entre otras. Para los Koch una política fiscal de rebaja de impuestos significa una cuantiosa suma de dinero que puede ir libremente a sus arcas particulares.
Todo el airado ataque del Tea Party contra la administración Obama no es otra cosa que la manipulación de los sentimientos de un sector poblacional de estrechos marcos de pensamiento para lograr intereses muy particulares. Como le declarara al diario La Nación de Argentina el analista social de la Universidad de Colorado, John Voytek, refiriéndose a los participantes de la demostración del Tea Party en Washington: “Nadie duda de que quienes estaban allí lo hicieron por voluntad propia, porque se sienten representados. Pero otra cosa es preguntarse quién ayudó a que la convocatoria se concretara. Y a quién beneficia”. O como anotara Paul Krugman en el New York Times: “La elección de Obama habría enfadado a esas personas aunque él hubiera sido blanco. Por supuesto, el hecho de que no lo sea, y que tenga un nombre que suena extranjero, aumenta la furia. Por cierto, no me refiero a la furia de los excluidos y los desposeídos: los miembros del Tea Party son relativamente acomodados, y nadie en estos momentos está más enfadado que los muy, muy ricos”.
II
Junto al Cato Institute y a la John Birch Society se liga también la conservadora Americans for Prosperity (AFP), organización que, casualmente al igual que las anteriores, fuera fundada por el billonario David H. Koch y su Koch Industries, formando parte de las que aportan su contribución al “movimiento” del Tea Party, y por supuesto a los intereses de la industrias Koch. Como indican las palabras de David Koch citadas por The New Yorker: “Si vamos a dar mucho dinero, estaremos completamente seguros que lo gasten de tal modo que estén de acuerdo con nuestros intereses… Y si ellos le dan un rumbo equivocado y comienzan a hacer cosas con las que no estemos de acuerdo, retiramos los fondos” (Jane Mayer. "Covert Operations". The billionaire brothers who are waging a war against Obama. The New Yorker).
La Americans for Prosperity se ha involucrado fuertemente con el Tea Party. Esta organización sin ánimos de lucro tiene entre sus propósitos, según han declarado, movilizar a los ciudadanos para de manera efectiva hacer que sus voces sean escuchadas en las campañas de interés público; educar a los ciudadanos sobre la posición de los funcionarios electos en nuestras publicaciones y, a través de Escuelas de adiestramiento “populares” reclutar, según ellos lo han hecho ya, a miles de ciudadanos en como promover una mayor prosperidad económica. Sin embargo no definen si estos propósitos los basan en criterios imparciales o si los encaminan en una sola dirección de intereses particulares.
Media Transparency, un proyecto de tendencia a la izquierda dirigido a monitorear los lazos financieros de los think tanks conservadores con las fundaciones de la misma tendencia en los Estados Unidos, señaló que la Americans for Prosperity Foundation había recibido siete donaciones que entre los años 2004 al 2006 ascendieron a un total de 1 millón 181 mil dólares, una de estas donaciones de un millón de dólares provenía de la Claude R. Lambe Charitable Foundation que casualmente es una de las fundaciones de la familia Koch, una de las docenas de fundaciones que bajo el manto de organizaciones “caritativas” controla la familia de los hermanos Koch.
Los ataques contra Obama han ido más allá del desacuerdo en política. Los grupos y las organizaciones supeditadas al “Kochoctopus”, tales como Americans for Prosperity han ido más allá de la controversia partidaria hasta el ataque personal al Presidente Obama endilgándole los peyorativos títulos de “racista”, “comunista”, “musulmán”; han presentado carteles con la imagen del Presidente luciendo el bigotillo hitleriano.
Rush Limbaugh, un animador de talk show con una paga anual de 50 millones de dólares ha sido uno de los máximos impulsores de la campaña de descrédito de la figura del Presidente. En marzo de 2009 presentó una canción de indudable contenido racista titulada Barack the Magic Negro con la que pretendía satirizar a Barack Obama. Atacó al Presidente diciendo de él: “El Imán Hussein Obama es probablemente el mejor presidente antiestadounidense que hemos tenido”.
El periodista de The Washigton Post y ganador de un premio Pulitzer, Eugene Harold Robinson, señaló en un artículo que titulara A national déficit of Trust, lo que sigue: “El sobre promocionado fenómeno del Tea Party es más de simbolismo y griterío que cualquier otra cosa. Un “movimiento” que abarca entusiastas de las armas, los que se oponen a los impuestos, devotos del patrón oro monetario, Sarah Palin, cabilderos de las compañas de seguros, “constitucionalistas” que no han leído la Constitución, receptores del Medicare que se oponen que la atención de la salud esté a cargo del gobierno, “teóricos” que reclaman que el Presidente Obama nació en otro país. Un contingente de racistas categóricos (vamos, gente, vayamos a la verdad) y un racimo de pejes gordos políticos profesionales que pretenden que el ser “extraños” no es una fuerza intelectual o política coherente”. Agregando a continuación: “Obviamente no hay razón para confiar en Wall Street. Teóricamente la única razón para la existencia del sistema financiero es la de servir a la economía ─ y al pueblo americano ─ canalizando el capital hacia su mejor y más elevado uso (…) los preceptos del capitalismo se han invertido en la cabeza de financieros que creen que la economía existe para servirles a ellos”.
En otro artículo, (Purging the Tea Party’s Racist Poison) en el que denuncia claras evidencias de racismo en personeros del Tea Party, tales como “el jactansioso californiano de nombre Mark Williams”, Robinson anota: “El Tea Party Express se jacta en su página digital de haber escenificado concentraciones en las que destaca oradores como Sarah Palin, Ann Coulter y un tal Samuel Joseph Wurzelbacher, mejor conocido como Joe el Plomero”
Por todos estos ataques lanzados contra su figura, en Austin Arizona, Obama respondió: “En estos momentos en todo el país hay grupos que han aparecido con nombres inofensivos como American For Prosperity, que manejan millones de dólares y se están movilizando contra candidatos del Partido Demócrata. Y lo interesante del caso es que, detrás de esta organización, nadie sabe quién está realmente. Nadie sabe si se trata de una poderosa compañía petrolera o de un gran banco. Y nadie sabe incluso si este tipo de organizaciones operan por el bien del pueblo estadounidense o por sus propios intereses” (www.eluniversal.com.mx).
Y en Even Beck can't mar King's legacy, Robinson expone: “Como el crecimiento del movimiento del Tea Party ha demostrado claramente, millones de americanos se sienten malquistados con su gobierno, angustiados sobre la economía y temerosos del futuro. Sus inquietudes merecen ser oídas. En cambio su ansiedad es explotada por buhoneros que ven el temor y el enojo como herramientas de mercadeo”
Acosado por la oposición republicana que rechaza todas sus propuestas y hostigado por los ultraconservadores, Barack Obama no ha sabido jugar el liderazgo que se esperaba de él. Ha titubeado frente a la derecha cediendo ante sus presiones. No supo imponer su propuesta de reforma del sistema de salud; quizá carezca de ese 75 por ciento de la malicia, para decirlo de manera eufemística, con el que debe contar cualquier líder político. El desempleo ha alcanzado cifras insoportables para la economía. Es lógico que dentro de la población exista una elevada inquietud. La gente espera cambios y que estos cambios se produzcan ¡Ya! Es por ello que los índices de popularidad del actual Presidente hayan disminuido y que la confianza hacia los legisladores haya descendido aún más.
¿Hasta donde son justos los reclamos de la enardecida ultraderecha americana representada en el movimiento Tea Party? Analicemos los índices de pobreza que reporta anualmente el Buró del Censo de los Estados Unidos. En el año 2000, último de la administración Clinton, el índice de pobreza de los Estados Unidos ascendió a 11.3 %. Al concluir la administración conservadora de George W. Bush el índice de pobreza escaló hasta 13.2 %, una cifra estadísticamente significativa y que evidencia la errónea política económica de esa administración y la falta de rigor en el control de las operaciones especulativas de Wall Street.
Clinton concluyó su mandato con un superávit del presupuesto de $ 559 000 millones; en el 2003, en tanto que la administración Bush concluyó con un déficit presupuestario de $ 410 000 millones amén del endeudamiento que significó el primer Plan de Estímulo Económico de $150 000 millones que impulsó, sin rechazo de las bancadas republicanas y demócratas, a poco de expirar su mandato. Una deuda de $560 000 millones y una economía en estado desesperado y la carga agobiadora de dos guerras. Ese fue el legado que los conservadores y la ultraderecha le dejarían al que resultara electo en los comicios del 2008: Un verdadero dolor de cabeza.
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