Ya estamos a pocos días de las elecciones. La campaña de los candidatos a distintos puestos de elección se agudiza. Republicanos y demócratas utilizan todos los medios para obtener el apoyo del electorado, desde los ataques personales a los adversarios hasta atractivas promesas.
El duelo parece centrarse entre los candidatos republicanos y las vedetes del Tea Party, por una parte y los candidatos demócratas por otra.
Se mueven millones, se agitan intereses, y al electorado se le trata como a tontos útiles sin mayor respeto por su inteligencia.
Todos o casi todos, se muestran como ejemplo de familia equilibrada. Sonríen mostrándonos a sus distinguidas esposas o hermosos hijos. Como si el tener mujer distinguida y hermosos hijos sea la garantía de una actuación ética en los puestos de gobierno. ¿Por quién vamos a votar? ¿Por los candidatos o por sus amables familias? ¡Qué puede importarme a mí, como votante, que el candidato críe a sus hijos, o no, en el distrito por el que se ha postulado! ¿No sería más interesante que nos den a conocer su programa, su plataforma, para poder decidir a conciencia cual de esos candidatos nos ofrecen, o nos prometen soluciones inteligentes para los problemas que a todos nos afectan y, en consecuencia, brindarles nuestro apoyo?
Algunos candidatos nos aseguran que son conservadores y nos prometen defender los valores del conservadurismo que, según ellos son la fuerza del progreso de los Estados Unidos, ¡valga la antonimia! Sin embargo no describen el conservadurismo que defienden, ni dan razón concreta, no abstracta, en qué puede beneficiarnos ese conservadurismo a todos como conjunto de toda la nación.
Todos, sin exclusión, aseguran que, si son electos, garantizarán empleos; pero ninguno nos dice como podrán garantizar tal promesa. Promesa tentadora en un momento de crisis y de elevada tasa de desempleo. Esto me recuerda las promesas de los politiqueros cubanos de antes del castrismo: Todos prometían construir puentes y si no había ríos donde construirlos, pues harían el río…
Otros hablan de bajar los impuestos (por cierto, en beneficio de las grandes corporaciones); pero de ningún modo condenan los altos intereses que cobran los bancos por las tarjetas de crédito o por las hipotecas inmobiliarias; ni condenan las altas pólizas que imponen las compañías aseguradoras, ni las elevadas tarifas de las empresas eléctricas y telefónicas, mucho más dañinas al bienestar de la población que unos impuestos que graven a los más poderosos.
¿Y qué decir de la campaña en contra de la Enmienda 4 de la Florida? Nos dicen que si se aprueba se aumentarán los impuestos y se perderán miles de empleos; pero no nos argumentan cómo se producirán tales angustiosos presagios. Solo afirmaciones sin un razonamiento inteligente. Nada dicen que quienes impulsan el rechazo de esa enmienda son importantes empresas de construcción que han invertido muchos millones en esa campaña.
A diferencia de los opositores a la Enmienda 4, los patrocinadores de la misma, la Florida Hometown Democracy dan argumentos. Según sus patrocinadores: La Enmienda 4 le dará a los votantes control sobre cómo sus comunidades crecen. Bajo la Enmienda 4, su comisión de ciudad o condado estudiara y votará, como de costumbre sobre los cambios propuestos al plan local del amplio uso del terreno, que es un plan para el desarrollo futuro. Los cambios de plan aprobados por la comisión serán presentados a ustedes - los votantes - en la balota electoral en el próximo día programado para las elecciones. Usted tendrá derecho de vetar o aprobarlos. Es así de simple. La Enmienda 4 no exige elecciones especiales.
Sobre este tema, Daniel Shoer Roth señaló en el Nuevo Herald: “En los medios nos están bombardeando con comerciales alarmistas que acusan a Hometown Democracy, el movimiento que promueve la Enmienda 4, de ser una idea fatalista para dejar a la Florida en ruinas, causar desempleo y agravar a los contribuyentes con más deudas al fisco. No se fíe ciegamente. Los anuncios son financiados por organizaciones mercantiles e industriales que ayudaron a inflar la burbuja inmobiliaria que causó la hecatombe hipotecaria”.
Cuando ejerzamos el derecho al voto debemos analizar varias cosas. Primero: ¿Cuál ha sido la trayectoria política del candidato? Segundo: ¿Qué argumentos de peso sostienen sus propuestas que no sean simples aseveraciones demagógicas? Tercero: ¿Qué intereses se mueven detrás de su candidatura y le apoyan con fuertes aportes económicos? Cuarto: ¿Tendrá la firmeza de principios de votar en contra de una propuesta que beneficie a sus patrocinadores, o simplemente se rendirá ante el conflicto de intereses que le plantea el apoyo interesado de algunos de sus promotores?
La democracia no puede ser un juego de pasiones. El votante debe actuar con sentido pragmático y no movido por el embrujo de las ideologías. No se trata de defender sin criterio propio la posición de uno u otro partido aunque el elector sea de uno u otro partido. Esa es la cultura democrática, una cultura que la politiquería de muchos candidatos ha desvirtuado hasta la condición de agitación de masas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario