Mario J. Viera
Es
cuestión de lealtad, solo eso exige Trump a los miembros de su partido, ese que
era el GOP y que ya es algo así como GTP. Pero Trump no exige lealtad al
Partido Republicano, sino lealtad con él, con el gran líder MAGA. El es el
elegido, no sé, así se lo cree él mismo, como el presidente que más logros ha
alcanzado en toda la historia de Estados Unidos o al menos así lo ha insinuado.
Nadie
puede igualársele; nadie puede competir con él, nunca perderá una elección si
la pierde es porque se la robaron; es porque hubo un gran fraude electoral por
el complot del estado profundo enemigo de la grandeza de Estados Unidos. Si uno
cualquiera de los congresistas republicanos dice algo que no le agrade
personalmente le caerá encima una avalancha de insultos proclamados por Trump
entre los vítores de su fauna de ciegos seguidores.
A
Trump le temen los líderes republicanos y todos marchan al compás de la música
que él toca. Todos, calladitos, para verse más bonitos. Ante el Tronante Zeus
hay que guardar la apropiada compostura.
En
Florida los trumpistas salieron a votar, miles de cubanos-americanos animados
por sus organizaciones de exiliados buscaban un tsunami rojo (color de los
republicanos) que barriera con la amenaza roja (asociada al comunismo) a lo
largo y ancho del territorio estadounidense. Ciertamente barrieron en Florida;
pero solo en Florida. Marco Rubio se mantuvo en el senado ganando el puesto con
un margen superior al conseguido por su oponente demócrata; es que como él
dijo, no quería que sus hijos perdieran su país como lo perdieron sus padre (refiriéndose
al peligro comunista), aunque sus padres, si perdieron su país, no fue bajo el
castrismo, sino bajo la dictadura de derecha de Fulgencio Batista, cuando
todavía Fidel Castro estaba en México, pero su mentira consiguió seguidores, sobre
todo del Directorio Democrático de Cuba y de otras organizaciones del mismo
pelaje.
Ron
DeSantis retuvo la gobernatura dejando a su adversario demócrata muy, pero muy
por debajo de él en cuanto votos alcanzados. No obstante Trump lo ridiculiza
pensando que DeSantis pretenda discutirle la candidatura presidencial del 2024.
Es que según el magnate Ron estaba en la desesperación en 2017 cuando recurrió
ante él para que le prestara una ayudita; “estaba políticamente muerto,
perdiendo de forma aplastante ante un muy buen comisionado de agricultura, Adam
Putnam, que estaba cargado de efectivo y excelentes números en las encuestas. Ron
tenía poca aprobación, malas encuestas y no tenía dinero, pero dijo que, si lo
respaldaba, podría ganar. No conocía a Adam, así que dije: ‘Vamos a intentarlo,
Ron' (…) Cuando lo respaldé, fue como si, para usar un mal término, hubiera
estallado un arma nuclear”; es decir, DeSantis ganó en 2017 la gobernatura
estatal gracias a él, a Trump… Una limosna de Trump para un candidato de su
propio partido que aspira alcanzar el triunfo en las elecciones; por tanto,
para Trump, DeSantis es nada, un mediocre; y hasta le ha cambiado el nombre
para hacerle aparecer ridículo:
“¡Y ahora, Ron
DeSanctimonious (DeSanturrón) está jugando! The Fake News le pregunta si se postulará si
el presidente Trump se postula, y él dice: "Solo estoy enfocado en la carrera
del gobernador, no estoy mirando hacia el futuro". Bueno, en términos de lealtad
y clase, esa no es realmente la respuesta correcta"; así lo escribió y
describió Trump.
Pienso que con estos elogios que Trump le hace a
DeSantis, éste estará considerando estar tranquilo, aunque se diluya su carrera
política. Todo autócrata no perdona la falta de lealtad a su persona; ¿Acaso
así no actuaban los autócratas de todos los tiempos, Hitler, Mussolini, Franco,
Castro y ahora Putin?
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