jueves, 7 de febrero de 2019

Parte final del Capítulo XVIII Bahía de Cochinos, una enseñanza. La guerrita perdida de JFK del libro no publicado Amigos, Aliados y Enemigos, Un Análisis de la Era del Castrismo


Mario J. Viera



¿Fue Kennedy el culpable de la derrota de Bahía de Cochinos o hubo una conspiración en su contra?

Se insiste en que todo el fracaso de las operaciones de fuerza contra Castro se debe a la débil actitud de John F. Kennedy, y en parte tienen razón los que así opinan; sin embargo, esa responsabilidad hay que cargarla también sobre otros hombros. Kennedy tenía serias dudas en cuanto a la magnitud de las operaciones que hacían impracticable la “negación plausible” de que Estados Unidos estaba detrás de todo aquel operativo y quería evitar que esto sucediera a todo coste. Para nadie era secreto que en Guatemala se entrenaba una Brigada de exiliados anticastristas y que la CIA estaba comprometida en aquella actividad, como lo denunciara Raúl Roa. Dean Rusk no estaba de acuerdo con la operación tal como se había concebido y Schlesinger la rechazaba considerando que era preferible en lugar de decidirse por acciones drástica practicar la alta política propia de un estadista. Kennedy decidió que se estudiaran otros sitios y otros planes alternativos para la operación, y en solo tres días la Task Force y el WH/4 dio su respuesta. Todo un plan estratégico y sus contingencias resuelto en solo unos pocos días. Dulles no puso objeción alguna. Hawkins eligió una nueva zona para lanzar la operación; ¿pudieran aceptarse las conclusiones a las que arribara Hawkins para elegir la zona de Zapata? Un experto en operaciones anfibias de la talla de Hawkins no puede caer en la simpleza de haber elegido un campo de operaciones basado en las informaciones de fotografía y aceptar luego que hubo un error de interpretación de esas informaciones. Se elegía Zapata solo porque en Soplillar había un campo de aterrizaje de 4 500 pies, cuando en la zona de Trinidad había otra pista más adecuada. Hawkins no podría ser tan irresponsable para elegir una zona donde no había posibilidad de una retirada hacia las montañas en caso de eminente derrota que le permitiera a los invasores unirse a las guerrillas, y una zona pantanosa y estrecha sin posibilidad de impedir el avance ofensivo del enemigo como estaba previsto en Trinidad. Sin embargo, Hawkins actuaba bajo fuerte presión y, ya antes, él y Esterline intentaron renunciar al proyecto cuando el Plan Trinidad fue desestimado. ¿Fue un descuido no intencionado? ¿Se pudiera aceptar la justificación dada por el general White, que “se trataba de un cambio de ubicación, más que algún cambio significativo en el plan”? Esto no se concibe en un general de las fuerzas armadas de Estados Unidos. Todo cambio de ubicación del campo de operaciones conlleva también cambios significativos en los planes. Se pudo hacer ver claramente a Kennedy que la mejor plaza era la zona de Casilda/Trinidad, argumentos para ello había suficientes y, manteniendo esta como zona de operaciones, haber estudiado otras opciones que cumplieran con el requisito de la “plausible deniability”. Otra pregunta a la que hay que dar respuesta: Si el Estado Mayor Conjunto, como asegurara el General White, no estuvo de acuerdo con el traslado de las operaciones de Trinidad hacia Zapata, ¿por qué entonces le dio su “máximo apoyo” al Plan Zapata? ¿Por qué no advirtió al Presidente y dejó que este asumiera que todo iba bien?


No se puede pasar por alto lo que Jacob Esterline le confesara a Pfeiffer en una entrevista realizada en 1975: “Ellos me convencieron... cuando pasamos (de Trinidad a Zapata) ... que no había nada que pudiéramos hacer, que no había otra alternativa, aparte de esto; y parecía desde un punto de vista matemático, si tenemos ciertos ingredientes básicos ─ principalmente adecuado apoyo aéreo, transporte adecuado, adecuada Logística y la capacidad de lucha de ellos era lo esperado, y el gobierno cubano no tenía más de lo que creíamos que tenía, y acabó el Calvario su... acabó con su fuerza aérea ─ que estas personas podrían ser capaces de sostenerse y podrían crear suficiente acción de choque como para que el resto se levantara[1]. ¿A quiénes se refería cuando dijo que “ellos” le convencieron? ¿Dulles? ¿Bissell? ¿Se le había asegurado que la operación contaría con todos los recursos de apoyo para asegurar el éxito?


La inquietante pregunta que Richard Bissell le formulara a Kennedy en el caso de que se cancelara todo el operativo: “¿Qué hacemos con los mil quinientos hombres? ¿Los soltamos en Central Park a que se desmadren, o qué?” El mismo Bissell hubiera podido responder su propia pregunta, retomar la idea inicial de la operación antes de que escalara a un planeamiento de guerra regular; es decir retomar el plan que preveía una unidad de infiltración con los exiliados cubanos con capacidad para entrenar a los grupos que debían organizar dentro de la isla y fomentar una red clandestina de inteligencia y con los cubanos que se habían entrenado en Retalhuleu en operaciones paramilitares emplearles en operaciones de infiltración y de fortalecimiento de las bandas guerrilleras.


Hawkins relataría tiempo después lo que había conversado con Richard Bissell en torno a la localización de una zona que cumpliera con la condición de contar con una pista de aterrizaje. Esta zona según él estaba ubicada en las proximidades de la península de Zapata. “Le dejé claro a Bissell ─ declararía Hawkins ─ que, sí, que podríamos entrar allí y mantener esa área por un rato debido al estrecho acceso que poseía a través de los pantanos y a un tercio de Cienfuegos a lo largo de la costa. Ahora bien, podemos mantener esta (posición) por un rato, pero no por mucho. Por otra parte, la Brigada no tiene ninguna oportunidad de abrirse paso para salir de allí. A despecho de estas advertencias que le di, sobre los peligros militares que rodeaban a esta zona, Bissell dijo, si este es el único lugar que satisface el requerimiento del Presidente, entonces eso es lo que vamos a hacer. Y dijo, adelante y desarrolla el plan en la Bahía de Cochinos[2]. Así, sin más, sin un análisis sobre aquella opción, sin atender cuanto se apartaba de las condiciones que existían en Trinidad, Bissell dio carta blanca para elaborar el Plan Zapata. Pero Hawkins agrega: “Bissell actuó imprudentemente al no defender la operación Trinidad. Si en realidad se querían deshacer de Castro, él debió defenderla, porque esta era la única posibilidad. Más adelante no defendió la necesidad de las operaciones aéreas. Yo no sabía que el presidente en realidad nunca había sido informado sobre la necesidad de la eliminación de la fuerza aérea de Castro y aparentemente no lo fue. Y yo no conocía eso. Yo resentía el hecho de que en el último momento Bissell no hubiera luchado fuertemente para preservar nuestra propia capacidad aérea y particularmente no permitir que el bombardeo final fuera completamente cancelado. Yo pensaba que nos convenía tener suficiente honor y no hacerla a aquellas tropas cubanas”. A estos pronunciamientos de Hawkins agregaba Esterline algo que podría entenderse como una acusación: “Me veo obligado a llegar a una conclusión muy infeliz y es la de que (Bissell) estaba mintiendo por razones que todavía no entiendo totalmente. Ahora estoy convencido de eso. Pienso que el hecho de que alguien tergiversara una situación deliberadamente al máximo jefe de Estado, es algo bastante imperdonable[3].


Adelanto una pregunta a la que no daré respuesta, pero dejándola como una insinuación, ¿Acaso hubo una conspiración contra Kennedy, sabiendo como es conocido que muchos oficiales CIA les eran contrarios, con el propósito de hacerle cargar con una derrota lacerante?


Toda una armazón de errores y omisiones condenaron la operación Zapata, fatal y necesariamente, a un total desastre. ¿Traición? El hecho real de todo aquel desastre lo resumiría el ex combatiente de la Brigada 2506 González Rebull: “Si no hubo traición, hubo abandono. Sin lugar a dudas, sabíamos que nosotros los cubanos, teniendo en cuenta el poco armamento, la distancia y los escasos aviones que teníamos, no podíamos realizar esa acción militar solos. Sabíamos que sucedería lo que sucedió: Fidel Castro pondría toda su fuerza allí, artillería, tanques y miles de hombres contra los 1.246 de la Brigada 2506[4]. Is that all?


La sangre cubana se derramó sobre el suelo cenagoso desde Playa Larga hasta Playa Girón, sangre de hermanos enfrentados en dos bandos contrarios. Unos y otros atrapados en un juego político que les convertían en piezas desechables. Los caídos por la parte castrista ascendieron a 142 combatientes y numerosos heridos; por la Brigada invasora se produjeron aproximadamente 114, entre ahogados y muertos en acción. Las consecuencias fueron desastrosas para los Estados Unidos y para el presidente John F. Kennedy en primer lugar, tal como lo expone José Luis Álvarez:  


Aparte del drama personal para los combatientes (de la Brigada 2506), las consecuencias políticas para el presidente (Kennedy) fueron relevantes. Por vez primera, después de varios años de éxitos encadenados en su imparable carrera desde congresista por Boston, a senador de Massachussets, hasta llegar a ser presidente de Estados Unidos, a Kennedy se le quebró su racha de buena suerte (…), pagando un alto precio en prestigio, en buena voluntad hacia él y en capacidad de maniobra[5].


Hundido el prestigio de Estados Unidos en los pantanales de Playa Girón-Playa Larga solo se consiguió lo contrario de los objetivos de Washington. El régimen castrista se consolidaría con el fiasco de Bahía de Cochinos y Cuba afirmaría aún más sus lazos con la Unión Soviética hasta convertirse en un preciado Estado satélite para Moscú. Ahora Cuba representaba ante toda la América Latina un importante precedente de reto a la doctrina Monroe.


El 20 de abril, en un discurso ofrecido ante la Sociedad Americana de Editores de Periódicos (American Society of Newspaper Editors), Kennedy reconocería públicamente la participación de Estados Unidos en la fracasada expedición a Bahía de Cochinos y la justificaría como un acto necesario a favor de la seguridad nacional de los Estados Unidos, diciendo:


Any unilateral American intervention, in the absence of an external attack upon ourselves or an ally, would have been contrary to our tradition and to our international obligations. But let the record show that our restraint is not inexhaustible. Should it ever appear that the interamerican doctrine of non-intervention merely conceals or excuses a policy of non-action – if the nations of the hemisphere should fail to meet their commitments against outside communist penetration – then I want it clearly understood that this government will not hesitate in meeting its primary obligations witch are to the security of our nation[6].


Cualquier intervención unilateral de Estados Unidos, en ausencia de un ataque externo sobre nosotros o contra alguno de nuestros aliados habría sido contrario a nuestras tradiciones y deberes internacionales. Pero que conste que nuestra moderación no es inagotable. En el caso de que pareciera que la doctrina interamericana de no injerencia encubra una política de no acción ─ si las naciones de este hemisferio dejan de cumplir sus deberes contra la penetración externa comunista ─, entonces quiero que se comprenda claramente que este Gobierno no dudará en el cumplimiento de sus obligaciones primarias que son la seguridad de nuestra Nación”.


[1] Jack B, Pfeiffer entrevista a Jacob Esterline sobre la operación de Bahía de Cochinos. Noviembre 1975
[2] Peter Kornbluh. Op. Cit.
[3] Peter Kornbluh. Op. Cit.
[4] Jesús Hernández. Diario Las Américas, 16 de abril de 2016
[5] José Luis Álvarez. Decisiones estratégicas. LID Editorial Empresarial, Madrid, 2009
[6] President John F. Kennedy. Address before the American Society of Newspaper Editors. Statler Hilton Hotel, Washington, D.C. April 20, 1961. John F. Kennedy. Presidential Library and Museum

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