La desconexión que existe en América Latina entre
sociedad civil y gobiernos se hace cada vez más grande
Carlos E. Ponce. EL PAIS
Desde su planificación, la VII Cumbre de las
Américas en Panamá exhibió un visible menosprecio por la sociedad civil. El
Gobierno de Panamá, a lo largo de los días previos y durante el evento,
demostró que la importancia de la “sociedad civil” solo fue cierta en los
discursos, no así en los foros y mesas de trabajo. Las organizaciones presentes
en Panamá no fueron invitadas a la Cumbre en sí, sino a un foro, mal organizado
por el Gobierno de Panamá y boicoteado por el Gobierno cubano.
Los problemas para la sociedad civil comenzaron
con el mismo proceso de acreditación, el cual resultó lento, ineficaz y
excluyente. El reglamento del mismo establecía que cada ONG podría presentar
dos personas para ser acreditadas, y decía también que dichas acreditaciones se
anunciarían un mes antes de la Cumbre. Lejos de ser así, la selección fue
discrecional. En muchos casos se aceptó a solo una persona por organización y
las mismas no se anunciaron hasta unos pocos días antes del evento, lo cual
generó muchas deserciones, dados los altos costos de pasajes. Tal no fue el
caso de la “sociedad civil” chavista y castrista, quienes por supuesto contaron
con el apoyo económico de sus Gobiernos.
La mecánica del Foro de Sociedad Civil consistía
en la estructuración de seis mesas en torno a diferentes temas de políticas
públicas, en las cuales los miembros de la sociedad civil se reunirían a
debatir y redactar un documento final. Este documento sería posteriormente
presentado por un vocero a los Presidentes y representantes de cada país,
durante el acto de clausura del Foro.
Nada de esto ocurrió. Dos de estas mesas de
trabajo no pudieron ni siquiera estructurarse dadas las acciones violentas por
parte de los grupos que mediante gritos e incluso golpes prohibieron a la
sociedad civil venezolana y cubana – y a la de todos los países que buscaban un
debate sano- iniciar la discusión. Todo esto, sumado al pésimo nivel de
seguridad, la cual en ningún momento estuvo a la altura de las circunstancias,
tuvo como resultado un final anunciado: el boicot de funcionarios
castristas-venezolanos y ecuatorianos disfrazados de sociedad civil.
Los miembros de la sociedad civil que querían
participar de estos debates se vieron obligados a retirarse. Formaron otras dos
mesas en las cuales se trabajó durante más de ocho horas de forma democrática y
de las cuales surgieron dos voceros y dos propuestas de trabajo. Sin embargo,
al llegar el momento de la reunión con los Presidentes, el Foro continuó su
declive. El supuesto diálogo que debía darse entre la sociedad civil y los
Presidentes terminó en un conjunto de sillas vacías y desconsideración de la
mayoría de los Gobiernos, que ni siquiera enviaron a un representante. El único
presente fue el Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos. El Presidente
anfitrión Juan Carlos Varela llegó tarde junto con el presidente Barack Obama y
se retiraron inmediatamente tras dar sus discursos.
Pero más grave aún, fue que los organizadores
decidieron arbitrariamente y prohibir que las dos comisiones, que el día
anterior habían tenido que abandonar la sala tras los actos de violencia,
presenten sus conclusiones y recomendaciones. Fuera de los Foros, el Gobierno
de Panamá dejo que se le escaparan de las manos de grupos violentos, dejándolas
operar con la impunidad otorgada por sus pasaportes diplomáticos y protección
de los Gobiernos de Cuba y Venezuela. Estos grupos se dedicaron a boicotear las
reuniones y perseguir líderes de sociedad civil apostándose en las estradas de
los hoteles para amenazar, insultar y golpear.
A nivel de la Cumbre de Presidentes, las
reuniones en si no aportaron nada, destacándose por interminables discursos con
dogmas pseudo ideológicos, sin contenido práctico alguno. Rafael Correa intentó
darle una clase de historia a Obama, quien en una intervención fuera de guion,
lo dejó mudo al decirle que él prefiere una prensa mala que lo critique, a que
no exista prensa. Nicolás Maduro, por su parte, centró su discurso en seguir
tratando de quitar las sanciones en contra de sus funcionarios corruptos y
violadores de derechos humanos.
La Cumbre acabó sin documento final, sin acuerdos
regionales y, peor aún, sin siquiera mencionar el tema de los presos políticos
y las violaciones a la Carta Democrática por parte del Gobierno de Venezuela.
Lo que ocurrió en Panamá, si bien previsible, fue lamentable y muchos se lo
expresamos directamente a la OEA y al mismo Gobierno de Panamá. La desconexión
que existe en América Latina entre sociedad civil y Gobiernos se hace cada vez
más grande. La sociedad civil no fue escuchada. Los Presidentes, nos dieron la
espalda.
Carlos
E. Ponce es
director para América Latina y el Caribe de Freedom House.
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